Cortesía El Tiempo

El día que Álvaro Uribe y Oscar Iván Zuluaga optaron en Barranquilla por no esperar la opinión de Duque para reaccionar ante las dudas de Alex Char y Peñalosa sobre si aceptar o no a Zuluaga en el Equipo por Colombia, se redefinió la suerte del Uribismo. Ese día, él les pidió esperar, pero fue desoído. Lacónicamente el presidente les hizo saber que, si no le habían esperado para decidir, bien podían dejar de contar con él.

Inmediatamente la poderosa figura presidencial colombiana empezó a apuntalar la candidatura de Federico Gutiérrez y hoy su triunfo tiene un artífice indiscutible, que, de paso, produce un efecto singular: el nuevo jefe absoluto del Uribismo ya no es el propio Álvaro Uribe, aunque esté en plenas facultades y muy activo, sino el presidente Iván Duque… ¿Cómo pudo pasar esto? Fácil: le plantearon un pulso, y sin jamás controvertir ni faltarles en las maneras, el presidente dio una lección de timoneo en aguas turbulentas y le demostró a la inoperante estructura del partido que el jefe de la política es él.

La gran victoria de Federico Gutiérrez sorprendió a todos, pues con el 54% sobre sus compañeros de coalición, ese guarismo le endosa un claro liderazgo en el sector ideológico que busca abanderar, y en la práctica obligaría a los sectores de derecha del propio Centro Democrático a rodear a Gutiérrez, con lo cual la candidatura oficial de Zuluaga se hace inmediatamente inviable.

El triunfo de Fico es una victoria de Duque, pero sobre todo una reafirmación de liderazgo político al interior de su partido, lo que a partir del 13 de marzo será incuestionable; con lo cual -de paso- libera un nuevo aire de aprobación para su gestión presidencial que fluye desde las páginas de The Economist, que le reconoce, ya al final de su mandato, como un líder asertivo que se destaca en el concierto mundial por los extraordinarios resultados de decisiones que en su momento afrontaron duros y hasta violentos cuestionamientos. Hoy es innegable que el presidente resistió estoico, lo que le permite ahora cosechar reconocimientos internacionales y un nuevo respeto político, incluso entre sus críticos en el país.

Pero, ¿cómo puede ser esta una victoria si su partido acaba de perder cinco escaños en el Senado y muchos más en la Cámara? Pues lo es. Básicamente porque Duque no ha sido un presidente del partido que lo avaló, sino el líder de una coalición de partidos y a los miembros de esos partidos que han apoyado su gestión los ha tratado exactamente igual -y a veces mejor- que a los del Centro Democrático, sin jamás detenerse a cobrar si en el pasado votaron contra él o no. Simplemente, quien lo ha apoyado en el Legislativo ha sido tratado como un miembro vital del partido del presidente que no es el CD, sino su coalición de gobierno.

Por eso, mientras la noche del 13 Petro se extendía en eufemismos y malabares idiomáticos para agigantar su éxito electoral y proyectarse victorioso, imagino a Duque escuchándolo sonriente frente al televisor mientras recordaba que Petro prometió 30 curules en el Senado y apenas llegaba a 16, y esperaba 7,5 millones de votos y a duras penas superó los 5 millones. En tanto que los partidos de la coalición de gobierno y los senadores que le han votado, a las 12:00 de la noche con 98% escrutado contaban con más de 70 sillas en el Senado. Ese es el verdadero “partido” de Duque, y será el bloque que llevará a Federico Gutiérrez a la primera vuelta presidencial bajo el prestigio de un Iván Duque fortalecido en todos los flancos.

No obstante lo anterior, falta pasar varios arroyitos. Primero, cómo lidiar con Zuluaga sin dejar de contar con él y sus amigos. Lograrlo será importante porque Fico deberá consolidar su coalición más allá de las fotos protocolarias de la noche de su triunfo, y contar con Oscar Iván le facilita lograr el respaldo de los sectores más a la derecha, que deberá conquistar sin disgustar al centro donde habita ideológicamente el presidente de la república. Es decir, debe ser garantía para todos incluyendo al propio Uribe, y sobre todo, no generar desconfianza en el furibísmo. Sin contar con que le falta conquistar a un esquivo Vargas Lleras que no se siente del todo representado por Char y no va a aceptar ser endosado por este, pues todavía sueña con ser aclamado y traído en hombros como salvador. Adicionalmente, Fico está forzado a tratar de seducir a los quisquillosos integrantes de la Coalición de la Esperanza, sin chocar con ellos, y debe desnudar las falencias y vacíos de las propuestas de Petro evitando proyectarse pendenciero ante un país hastiado de agresividad y peleas.

Pero quizá lo más notable de lo sucedido es que, sin acciones ofensivas ni rupturas, el país puede haber sido testigo del bing bang de un nuevo universo político, un nuevo esquema que, mágicamente, ya no gravita alrededor de la existencia política de Álvaro Uribe, pues aunque a Uribe le gusta Fico, y sin duda lo va a apoyar, este no ganó por Uribe, aunque sí de la mano de Duque, pero sin pertenecer a la médula de la cantera uribista. Con lo cual quedaría claro que, para superar a Uribe, bastaba encontrar gente en quien el mismo Uribe pudiera confiar, en vez de obsesionarse con calcinarlo judicialmente a como diera lugar, sin causa ni pruebas.

Increíble. La ecuación electoral parece haber dado paso al posuribismo. Pero con la complacencia de Uribe.

@sergioaraujoc


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