No hay mayor descrédito hoy ―en casi todo el mundo y más en esta sufrida Venezuela― que hablar de la política y los políticos. Y aun así hay que asumir el riesgo de abordar el asunto, porque la política, de la que todos somos parte aunque miremos para otro lado, nos metió en este berenjenal y, a pesar de que el descreimiento es tan voraz como el alza de los precios, la política nos tendrá que sacar del abismo. Lo que no sabemos es cuándo y cómo. Nada menos.

Hablamos de la política entendida como la preocupación de los ciudadanos por el rumbo de los asuntos públicos: del estado de la educación y de la atención sanitaria, del buen uso de los recursos del Estado, de la seguridad en las calles y los hogares, de la generación de empleos de calidad, la igualdad ante la ley y la ampliación de los derechos democráticos, la mejora de las infraestructuras y la modernización de la vida social y cultural. Para ello, durante 40 años fuimos consultados cada cinco años, como si fuera un derecho biológico, para ratificar ese rumbo o comprar la ilusión de los cambios y la rectificación.

Pero la desazón y el hastío, también el deterioro de la vida institucional y de la vida en general, nos llevó por otros derroteros y aquí estamos, 25 años después (un cuarto de siglo) de la fecha que está en la memoria de todos, en una encrucijada ante difusos caminos, donde el más avistado conduce a ninguna parte. ¿Murió la política, son desechables los políticos?

Una reciente encuesta, de la firma Datincorp, indaga  sobre una muestra de casi 1.200 electores acerca de la salud política del país, de sus rechazos, de sus escasas preferencias, de los problemas que los agobian y de las vías para las apremiantes soluciones. Ante la pregunta de qué les viene a la mente cuando escuchan hablar de la política y los políticos (de cualquier signo), 70,4% dicen que «una gran decepción» y 21,2% «una total indiferencia».

En un año preelectoral, cuando la oposición al régimen de Maduro espera realizar primarias para la escogencia de una candidatura única, crea honda preocupación el alejamiento de los consultados de la política (54% no se vincula con ningún partido y el rechazo al liderazgo político es abrumador, el menor, de 66%, es para María Corina Machado) y advierte de un escenario de incertidumbre en el que las grandes preocupaciones de los venezolanos ―inflación, salarios, servicios hospitalarios y desempleo―siguen sin horizonte de respuesta.

Las encuestas son la fotografía de un momento. Ofrecen datos relevantes para una lectura inteligente y sosegada sobre las tremendas dificultades existentes, pero también las oportunidades. Ese 70% de decepción, con todo y que es muy alto, es mejor que el 21% de “total indiferencia”. El liderazgo democrático del país tendrá que asumir parte de la responsabilidad de este anticlima político y ofrecer a los electores un mensaje y un compromiso serio, competente y unido, capaz de rescatar a Venezuela. El país ya se lo está demandando. El tiempo apremia. O corren o se encaraman.


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