Se dice que el año bisiesto es una singularidad del calendario, derivada del hecho de que la Tierra no tarda 365 días en dar la vuelta al Sol, sino que demora 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos. Estas cinco horas y pico se redondean a 6, se acumulan y cada 4 años se suman al calendario, de modo que añaden un nuevo día. Ignorante, como soy, de estas cosas, quisiera pensar que, por tener esa condición, el 2024 posea el embrujo de traerle al mundo tiempos más despejados, serenos y afables que el año anterior.

El planeta en modo comicios

Desde hace cierto tiempo, diversos estudios han venido registrando la decadencia de la democracia, advirtiendo que hoy en día existen más regímenes autoritarios, en sus diversas variantes, que sistemas democráticos. Por otro lado, indican que los sondeos realizados en 77 países dejan ver que más de la mitad de los ciudadanos creen que la democracia no es importante, constatando un declive democrático por sexto año consecutivo.

Además, reportan que en el próximo año al menos en 65 países habrá procesos electorales en los que participarán alrededor de 4.000 millones de ciudadanos, la mitad de la población adulta del mundo, que con sus votos probablemente le darán al planeta otro perfil geopolítico.

Algunos estudiosos del tema no descartan el riesgo de que tras esta nueva ola electoral disminuyan aún más los gobiernos democráticos y aumenten los autoritarios, cuya descripción ya no cabe tan fácilmente apelando a las divisiones tradicionales entre izquierda y derecha. Dicho en poquísimas palabras, y consciente de que haría falta una explicación más extensa, la diferencia que pasa a ser más importante es la que se da entre quienes respetan y no respetan el Estado de Derecho. En la mayoría de los países considerados, incluso algunos de los que se identifican como democráticos, se observó, sin embargo, la vigencia del “hombre fuerte”, que acumula todos los poderes en su bolsillo, es víctima fácil del culto a la personalidad y cuyo espíritu democrático cabe poner en duda.

La filósofa española Adela Cortina sostiene que “vamos hacia gobiernos cada vez más emotivos”. Esto produce, añade un deterioro del debate democrático y hace que al final se impongan las figuras extremas, “que son las que dan respuestas más simples y menos moderadas”, lo que en gran medida ocurre a través de las redes sociales.

El futuro

No hay duda de que el mundo se ha hecho tremendamente más complicado, con respecto a cómo era hace apenas medio siglo. Hoy estamos experimentando una notable metamorfosis que afecta el modo de vida de los seres humanos. Se trata de transformaciones globales de mucho calado, como consecuencia del desarrollo de poderosas tecnologías, entre las que cabe citar, a manera de ejemplo, la Inteligencia Artificial que, de acuerdo con las señales que viene dando, presenta retos imponentes a la humanidad, que van desde la administración de lo que es la verdad hasta la apreciación misma del ser humano.

No debe sorprender, entonces, que el futuro ha entrado, como nunca antes, en el debate mundial. Una prueba importante al respecto es que la ONU tiene prevista una reunión con el propósito de articular un pacto mundial, cuyo gran desafío es encontrar la manera de gobernar el futuro.

Elecciones en Venezuela

Obviamente nuestro país no escapa del contexto dibujado anteriormente, al que encima hay que añadir ciertos aspectos que nos vienen acompañando durante un cierto tiempo y que han empeorado visiblemente en las últimas tres décadas. Así las cosas, la recuperación tardará en dar sus frutos, debe asumirse como un proceso cuyo objetivo debe ser plantearle la cara al futuro, asumiendo que tenemos un rezago considerable y una grave situación que afecta severamente a la sociedad en todos sus escenarios, consecuencia de una prolongada crisis política que ha bloqueado todas las opciones para destrabar el desenvolvimiento de la sociedad venezolana.

Dicho lo anterior, pareciera evidente la necesidad de recurrir a la política como instrumento para labrar la convivencia social. Se que no expreso nada original al indicar que las negociaciones son imprescindibles. En este sentido me resulta imposible no recordar a Pedro Nikken reiterando a cada rato que eran la única vía de disolver las situaciones de conflicto y que los encuentros entre las partes debían ir más allá de la mera disputa por el poder, que es lo que, en general, hemos presenciado en Venezuela durante los varios intentos de diálogo, todos fallidos.

Según lo establece nuestra Constitución, en el segundo semestre del presente año toca llevar a cabo las elecciones presidenciales. Cabe especular que el ambiente político será muy distinto al de eventos precedentes. Sin ánimo de llevar a cabo un análisis exhaustivo, ni mucho menos, me parece necesario remitirme a algunos aspectos tales como el obvio disgusto de la población respecto al gobierno, la desconexión emocional de la gente con el chavismo, (visto en sus comienzos como una gran esperanza); el temor a las negativas consecuencias que traería para el gobierno la realización de un proceso  tramposo; las dudas en torno a la candidatura de Maduro; la unidad y el discurso de la oposición, así como el asomo de la posibilidad de dialogar con el oficialismo para lograr ciertos consensos; la presión por parte de algunos países y organismos internacionales; la posición de los militares. Y como estos otros factores más, todos permeados por la incertidumbre que, como dije, presentan un nuevo escenario electoral.

Conclusión (por ahora)

A pesar de los riesgos, me gustaría asomar la hipótesis de que el pueblo venezolano mira estas elecciones de otra forma. Las mira como un acto que puede cambiar la dirección de la sociedad y restituir la política como herramienta para el entendimiento y el acuerdo en torno a un futuro común y las maneras de ir hacia allá.

En fin, noto que se respira una esperanza, entendida ésta como la define la Real Academia Española (RAE):  “un estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea”.


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