“¿Pero a cuál Venezuela —debo preguntárselo— pertenece mi nombre? ¿A la que se abstiene de votar en las elecciones, a la que no se considera obligada al deber ciudadano, elemental manera de ser nación que con orgullo puede ser llamada Patria, un conjunto permanente de hombres sobre una porción de la tierra? ¿O a la que no tolera que alguien pueda ser ofrecido a ejercitar oposición política contra el gobierno de turno? […] Quédate con esa, Miguel. Mi Venezuela es otra. La de Juan el Veguero y Santos Luzardo, para no mencionar sino personajes míos; no la de Pernalete y Mujiquita. Mas, quizás tú no hayas querido sino mitigar, socarronamente, la amargura de la derrota y hoy te acompaña en esa táctica Antonio Arráiz». Rómulo Gallegos.

No podría comenzar mi narrativa de una manera diferente. El citar esta respuesta que el primer presidente electo por voto popular en democracia le da al Dr. Miguel Otero Silva refleja la doctrina y el compromiso de todos los ciudadanos dedicados a la cultura, que han ennoblecido nuestra ideología democrática y nuestro sentir libertario.

No solo el autor de Doña Bárbara comulga con ello. Andrés Eloy Blanco, el poeta del pueblo. Inocente Carreño, músico y compositor. Ramón J. Velázquez, Antonio Ecarri Bolívar y tantos que se desvanecen en mi mente el vapor que impulsa al pistón de la historia; ellos enaltecen la cultura. La cultura son fragmentos de literatura, de música, de poesía, de folklore y de cada impresión en físico de la imaginación humana.

La cultura se asemeja  a esas firmes pinceladas de todo lo bello que nos acaricia el alma. La cultura es el mejor motor de la transformación social en cualquier República, su “leitmotiv”. La historia no miente. En el siglo XV se marcó la diferencia entre el medievo y la Edad Moderna. Fueron un par de siglos enmarcados en el renacimiento de la mayor creatividad artística y científica, desde la antigua Grecia.

La democracia participativa incentivó el aporte creativo de Soto, Cruz-Diez y decenas de escritores y poetas. Organizaciones como el Museo de Arte Moderno, la Orquesta Sinfónica juvenil del maestro Abreu, no hubiesen sido posible sin nuestros mentores culturales. Sin ellos, no hubiese existido ese estandarte cultural como política de estado.

Es la hora del renacer de una nueva generación de hombres cultos y probos. Jóvenes y viejos robles tienen el deber de construir  con su aporte, las nuevas bases de nuestro futuro cultural. Mario Buffone, Daniel Arias, Eleisi Espina, José Jiménez Omaña y el Dr. Carlos Canache Mata, por nombrar algunos, reinician nuestro rescate cultural. ¡Solo Blanca ha podido hacerlo! Sí, solo Blanca Crespo de Benaím, tiene las virtudes necesarias para agrupar en un solo segmento, a tan talentosas figuras de las artes, de las letras y de la historia. Ella conceptualiza la admiración que todos sentimos por la creatividad. Su figura representa los clásicos valores cognitivos de la historia universal, nadie podría oponerse a tan dilecta distinción.

Lo expresado, me hace recordar en justa correspondencia la frase de Cayo Graco, y cito:

Su sola presencia, demanda obediencia”, Cayo Sempronio Graco.

Carlos Canache Mata representa los más altos estándares de nuestra doctrina y filosofía de vida. Demasiada ejemplaridad ciudadana le acompañan en su nonagenaria existencia. Abogado, médico, político, parlamentario, escritor e instructor de nuevas y no tan nuevas generaciones. Articulista de impecable redacción. Icono del futuro que queremos y del pasado que admiramos. No fuese yo, si no reflejase en este artículo, mi singular asombro al encontrar en sus escritos la palabra “baqueano” y el refrán criollo “… se sube la gata a la batea…”  No es muy común, que un intelectual de tan larga y amplia trayectoria, me haga recordar a un paisano presidente.

De Mario Buffone hay mucho que decir. Dará que hablar con el pasar de los años. El Dr. Buffone le ha puesto alma, vida y corazón a compilar la más completa historiografía de las obras ejecutadas en la democracia representativa que se haya investigado. Su labor como investigador e historiador en tan novedoso capítulo que abrirá un segmento distinto como jamás ha sido estudiado en las últimas décadas. El profesor conjuga el pasado y el presente. Nuestros proyectos y nuestros logros. Contrapone y compara los éxitos versus los fracasos entre los gobiernos democráticos y el de estos aventureros con suerte que lograron posponer nuestro futuro. Eleisi Espina es sindicalista. Historiador incisivo de la evolución de sus luchas. Sus ilustraciones sobre la historia de los líderes sindicales son épicas e instructivas.

Daniel Arias, me lució como un redactor fresco y entusiasta. Un conocedor de la evolución del quehacer cultural organizativo, un crítico de las decisiones gubernamentales en cuanto a nuestra herencia en materia de cultura. Novedosas ideas que podrían complementarse con la adecuada fusión de nuestro futuro en cuanto a nuestra transformación antropológica social. José Jiménez Omaña no solo obtuvo toda mi atención, me invitó a descubrirlo. Hacer referencia  en forma hilvanada, continua y clara de la Revolución francesa, hasta conjugarse con el ideal bolivariano de la búsqueda de libertad, excitó mi intención de descubrir en él a uno de los tantos intelectuales que deben reeditar las nuevas publicaciones de nuestra memoria histórica.

Reitero. Solo la sagacidad y la perspicacia de quien entiende la cultura como un medio de transformación social tendría entre sus colaboradores a tan interesantes e ilustres personalidades. Blanca nos abre el camino de una nueva y prodigiosa revolución cultural. El nuevo país que queremos.

(Roma, 154 a.J.C. – id., 121 a.J.C.) Político reformista romano, destacado miembro de la familia Graco. Tras la muerte de su hermano Tiberio Sempronio Graco, intentó una reforma a fondo del sistema político romano con el apoyo de los grupos no aristocráticos. Cayo Sempronio Graco fue uno de los triunviros encargados de la aplicación de la ley agraria de su hermano; fomentó la formación de una clase campesina y la creación de nuevas colonias (Tarento, Cartago, Corinto) y promulgó una ley frumentaria. Tribuno de la plebe (123-122), su proyecto de concesión de ciudadanía a los latinos provocó su desprestigio. Después de su suicidio, durante un enfrentamiento originado por la supresión de la colonia de Cartago, las leyes aprobadas por él y su hermano fueron abolidas.


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