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Foto: EFE/ Rayner Peña R

El Manifiesto Comunista de Carlos Marx contiene una frase lapidaria: «La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases», para luego desarrollar en la sesuda obra El Capital el origen de la explotación del hombre por el hombre, a partir de la explotación capitalista cuya consecuencia es la multiplicación de la ganancia del patrono, expresada en la plusvalía causante de la miseria humana, de donde surge el germen de la revolución proletaria conducida por la clase obrera.

Esta mirada de la historia estableció un hilo conductor desde las comunidades primitivas hasta la modernidad, teniendo a la explotación como la fuente originaria de la evolución de la raza humana, de esta manera en el esclavismo el amo se apropiaba del trabajo al ser dueño de la vida de su prisionero, en el feudalismo el noble la ejercía sobre el campesino a través de la usurpación de la renta de la tierra, y en el capitalismo obteniendo la plusvalía absoluta y relativa extractora de la ganancia del sudor obrero.

Con semejante artillería ideológica los que han gobernado al país durante el siglo XXI analizaban la historia del siglo XX venezolano, haciendo la salvedad de que la mayoría de ellos, encabezada por Maduro y su tropa haciendo gala de su flojera intelectual, jamás leyeron clásicos del marxismo, solo se conformaron con recetas ideológicas, cursillos en La Habana y cantos de Alí Primera, pretendiendo con ello insuflar sus pechos del fanático fervor revolucionario, en reuniones de célula acompañadas de bebidas espirituosas impregnadas con el sueño de tomar el cielo por asalto.

Hasta que un día, por las carambolas de la historia, esta camarilla llegó al poder y así pudieron aplicar lo que rumiaban en sus cuitas clandestinas, su dictadura del proletariado, que en lugar del nombre citado en las Tesis de Abril de Lenin de 1917, debiera denominarse la estafa chavista a los trabajadores venezolanos en el siglo XXI.

Desde 2008 la operación contra el salario de los trabajadores se acentuó con la sustitución del bolívar, signo monetario por más de un siglo, convertido a bolívar fuerte luego de la eliminación de los tres ceros, bajo la promesa del extinto Hugo Chávez del retorno del marrón otrora billete de 100 bolívares, con reconocido poder adquisitivo en buena parte del siglo XX a nivel global.

En realidad, todos fueron cuentos de camino -haciendo honor a sus historias de El Arañero- al volverse polvo cósmico la fulana conversión 10 años más tarde, en 2018, con la segunda reconversión de bolívar fuerte a bolívar soberano y el establecimiento de un salario mínimo de 30 dólares, anclado a un indicador ficticio: el petro. Esta política fue acompañada con la resolución 2792 del MINTRA, de octubre de ese año, donde se suspendían los contratos colectivos indefinidamente en el sector público. No tardó mucho este signo monetario en conocer en las primeras de cambio la desgracia, al devaluarse al ritmo de una inflación de 7 cifras, la más alta conocida a nivel planetario, que derivó en febrero 2022 en un salario mínimo mensual de 3 dólares y una canasta alimentaria superior a los 400 dólares.

Esta brecha brutal entre salario y poder adquisitivo motivó para marzo de este año, a otra medida surgida de los laboratorios del mal del desgobierno madurista, cuyo objetivo es la burla permanente al trabajador, fabricando otro engaño el bolívar digital, estableciendo un salario de 130 bolívares equivalente a 30 dólares, como muestra de la “recuperación del poder adquisitivo”, acompañado de su estafa magistral: aplanar las primas de antigüedad, profesionalización, uniformes, etc., para de manera discrecional abaratar las nóminas del sector público.

Entre tanto ¿qué pasó con las trasnochadas lecturas sobre la explotación y la plusvalía?, que la evolución de las economías a nivel global demostró que en los países donde se produce riqueza y se distribuye el bienestar en la sociedad, estas regulan el conflicto social. En los países nórdicos cuyos PIB per cápita alcanzan en promedio los 75.000 dólares, en Alemania 60.000 dólares, en Estados Unidos 70.000 dólares, se alcanzan los mejores niveles de vida decente del planeta, siendo otra la historia para las autocracias autodenominadas revolucionarias como China, Rusia, Irán, cuyos PIB per cápita representan una tercera parte del PIB per cápita de las economías capitalistas citadas anteriormente.

En el caso de América Latina la relación es vergonzosa, Cuba y Venezuela registran los PIB per cápita más atrasados del continente, por debajo de los 10.000 dólares, en tanto que Colombia, Chile, Brasil y Costa Rica duplican este indicador de distribución de riqueza nacional frente a los países integrantes del ALBA.

En definitiva, la plusvalía chavista no guarda ninguna relación con salario o poder adquisitivo, traduce su visión de una economía en ruinas que ha conducido a la semiesclavitud a la población venezolana, cuyo resultado -como fue antes en la URSS y en el presente en Cuba, Venezuela, Corea del Norte, la explotación del Estado por el hombre, donde las imágenes de seres harapientos inundan las redes sociales en el continente.


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