La plaza Manco Capac fue liberada transitoriamente del grueso de manifestantes que tiene una narrativa evidente: encubrir el golpe de Estado de Pedro Castillo anunciando que se impuso una supuesta dictadura cívico-militar. Después de estar desde mediados de diciembre del año pasado en este punto del distrito de La Victoria, un fuerte contingente policial desalojó a los elementos que se concentraban (aunque algunos siguen pernoctando en los alrededores) con demandas que exponen su convaleciente procastillismo y sus ideologizadas salidas a esta crisis nacional: el cierre del Congreso —porque los consideran golpistas—, la renuncia de Boluarte —porque la consideran traidora—, el adelanto de elecciones para abril de este año —porque quieren que la izquierda vuelva al poder— y la asamblea constituyente —una fórmula estridente con tinte totalitarista—.A esto, le suman los civiles fallecidos en las protestas violentas del mes pasado, aunque no dicen nada de los subversivos y ex narcotraficantes identificados ni de las armas artesanales halladas. Todo esto se da a puertas del reinicio de las manifestaciones del 4 de enero en el sur del país, donde ahora buscan desmembrar al Perú creando su propia república, con venia y ayuda del ex presidente de Bolivia Evo Morales.

La tarde del último lunes 2 de enero, más de 150 policías le pusieron fin a la toma de la plaza limeña por parte de ciudadanos que son tanto de la capital como de las provincias. Fueron expectorados del perímetro este grupo que tuvo como primer sustento para su reunión la justificada detención y posterior prisión preventiva por 18 meses contra Pedro Castillo, quien cayó en esta situación legal por el golpe que ejecutó contra Congreso, el sistema judicial y más. Luego, progresivamente, con un país debilitado en plena transición gubernamental, aprovecharon para adoptar nuevas exigencias —como la dimisión de Boluarte— para que se implante un viejo antojo de la izquierda política: la asamblea constituyente. Esta no solo motivó el suspenso al decidir el futuro del adelanto de elecciones, que se llegó a aprobar en primera instancia para abril del 2024, sino que también engrosa la incertidumbre porque sería el calco y copia del ejemplo venezolano.

En el lugar se regalaron panetones, se organizaron comedores populares, trajeron carpas y hasta colchones. Los donativos recuerdan al pago que se hizo a varios peruanos en Ayacucho para que participen en esta escalada de violencia. Lo hizo, y no sorprende, una ex terrorista de Sendero Luminoso, Nery García. Tampoco se puede omitir a los remanentes de esta célula subversiva que ha identificado la Dirección Nacional contra el Terrorismo (Dircote) ni el azuzamiento que vienen provocando ex integrantes del círculo chotano como Iber Maraví, ex ministro de Trabajo quien renunció tras destaparse su vinculación con el grupo que en su momento fue liderado por el extinto genocida Abimael Guzmán.

Sobre el operativo, se pronunció el nuevo alcalde de La Victoria, Rubén Cano. “Eso se tiene que desocupar, es un espacio público que sirve para los vecinos. No es un espacio para manifestaciones políticas ni para que se queden a dormir en la plaza, eso es una falta de respeto a todos nuestros héroes, a La Victoria misma. Eso no se puede permitir, yo he solicitado que salgan”, apuntó. También habló el titular de la Municipalidad de Lima, Rafael López Aliaga. “Yo digo: vamos pues a Venezuela o Cuba, que es el país que tienen estos señores como modelo, a hacer lo mismo. Acampa, pon tu carpa en la plaza de la revolución en Cuba, ahí instálate, pon tu menú: almuerzo, desayuno y cena. Por favor, no se lo permiten”. “No es un sitio de camping”, agregó.

Desde el sector izquierdista tratan de deslegitimar este desalojo de distintas formas. Primero dicen que López Aliaga no sabía de la existencia de la Plaza Manco Capac. Olvidan que ahí fue el cierre de su campaña municipal. También dicen que la Policía no tuvo el mismo trato contra los simpatizantes de Keiko Fujimori que se instalaron frente al Palacio de Justicia en julio del 2021. No recuerdan que en simultáneo estaban los seguidores de Castillo en Plaza San Martín. Tampoco disciernen que el panorama es distinto: las protestas violentas del intervalo prenavideño fueron la prueba de que los manifestantes quieren incendiar la pradera. Y esto ahora podría repetirse. Esto no es mano dura ni tampoco un atentado contra alguna libertad, es el cuidado del orden interno y la prevención de una asonada de mayor calibre.

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú


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