Cuando estuve en Japón invitado por sus autoridades culturales quedé asombrado por los altos niveles de su ilustración, pero no olvidaré jamás la presencia de mi joven y sabia intérprete, que al referirse o mencionar trivialidades dejaba entrever, sin proponérselo, una profundidad de espíritu poco frecuente en mujeres occidentales de su misma edad. Era como mantener a mi lado una densidad zen.

Una tarde entramos en un local de memorabilia, una tienda que vendía ideogramas. Me preguntó cuál deseaba y tonta y convencionalmente dije: “amor” y lo compró. Le pregunté  cuál era el suyo y me dijo. “¡La piedra en el camino!”. Intrigado quise saber por qué lo había elegido y dijo: “!Nadie ve a la piedra, pero ella ve todo lo que pasa por el camino!”. ¡Fue una lección!

La dureza de la piedra impresionó al hombre desde la aurora misma del tiempo porque supo que ella no conocía la decrepitud ni la muerte. Ella es cohesión, fuerza, unidad. El hombre, por el contrario, camina inexorablemente hacia su disgregación y su muerte. Por eso, imperturbable, la piedra nos ve pasar por el camino.

Ella tal vez no lo sepa, pero también corre el peligro de convertirse en polvo del aire y en piedrecitas, pedruscos, arena de tiempo y disgregación. ¡Otra manera de morir! Entera es fuerza. Rota es desmembramiento, enfermedad, muerte y derrota.

La historia dirá que Hugo Chávez al aparecer era una roca que bramaba una delirante cólera cuartelaria. En cosa de años la roca que intentó mantener dentro de sí mismo se hizo pedazos, polvo enfermizo y la derrota barrió el rugido de sus pasos.

Marius Schneider en su libro sobre el origen musical de los animales-símbolos, citado por Cirlot, dijo que la piedra es la música petrificada de la creación y petrificar es transformar en piedra, es detener, encerrar. La gorgona Medusa, un horrible ser del inframundo griego de la Antigüedad, petrificaba a todo aquel a quien miraba.

Siendo Piedra su nombre, Pedro construyó una Iglesia que lleva más de 2.000 años cruzando mares y desiertos, y con piedras sagradas se levantan los templos, pero hoy no son piedras sino escombros lo que cae del país venezolano que se derrumba o desploma dia a dia bajo la helada perversidad de una nueva gorgona Medusa vestida con uniforme militar.


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