La humanidad atraviesa uno de los peligros más amenazantes, la pérdida de la libertad, un derecho que ha costado mucha sangre y lágrimas. El siglo XX nos dejó dos guerras mundiales, innumerables muertos, un holocausto que se llevó millones de almas a causa de la conflagración.

A pesar de que se detuvieron las pretensiones del régimen nacionalsocialista en la Segunda Guerra Mundial, los crímenes de la URSS –del lado de los vencedores– no fueron confortantes para el mundo, además de que la tesis colectivista logró permear las universidades y por ende los gobiernos democráticos, el sistema garantista de derecho y justicia.

El incumplimiento de las resoluciones y la posterior ruptura del Pacto de Yalta, que si bien no llenaba la aspiración humana en cuanto a los derechos naturales y las libertades originarias, condujeron a la consolidación de las tiranías totalitarias más aberrantes del siglo XX.

A propósito, el covid-19 ha sido el pretexto de todos los gobiernos para la instauración de un rígido sistema de control social, muy al estilo de los sistemas totalitarios, equivalente a una semidictadura, que dicen temporal pero que por ahora no acaba de convencer a los dirigentes y menos al pueblo, una semidictadura a escala mundial.

Es decir, con la puesta en escena del virus se ha evidenciado la manifestación de la gobernanza mundial en su afán de recrudecer el modelo colectivista sobre la población. Por otra parte, también ha quedado en evidencia la falta de autonomía de los regímenes nacionales de gobierno, cuyos actores se someten a fuerzas políticas aún desconocidas para el mundo, los denominados poderes globalistas.

Probablemente los poderes globalistas no aguardaban una respuesta tan mesurada –con impulsos de serenidad– por parte de la humanidad, sino que esperaban, por el contrario, una neurosis colectiva no encontrada sin embargo en la población mundial. Aunque es cierto que la humanidad está intoxicada con altas dosis de humanismo académico diseñado a la medida de los poderes globalistas manifestados hoy en día, puesto que son los poderes ilegítimos los diseñadores del sistema mejor conocido como el Nuevo Orden Mundial. Como ya se sabe, no es tan nuevo como suena sino que data de tiempos remotos en la voluntad de instaurar un sistema totalitario opuesto al sistema garantista de derechos, obligaciones y libertades emanados de la tradición occidental.

Más aún, también ha quedado en evidencia, con severas críticas, manifestaciones y protestas en todo el mundo, el hecho de que administraciones nacionales de cada país –legitimadas por el voto– están sujetas a los poderes consolidados en plena guerra fría. Luego de que se considerara e insistiera en que ya habían desaparecido tales poderes, hoy siguen haciendo gala de este sus dos ejes, encima de que ambos por desgracia persiguen el control total, solo que el bloque socialista usa métodos más autoritarios que el establecido en las denominadas naciones democráticas.

De modo similar, las naciones socialistas y las democráticas atentan contra la libertad de las personas. Las primeras atacan el sistema de derechos naturales de manera frontal, mientras que las segundas –en su modelo social de derecho, mejor conocido como democracia social– lo socavan, desnaturalizándolo con la incorporación de elementos que atentan contra el sistema de valores y principios de derechos naturales; todo esto bajo la cobertura de las principales universidades de reconocido prestigio mundial, de las que ha salido una gran cantidad de premios Nobel.

Es importante aclarar que con este razonamiento lógico no se pretende descalificar la democracia, sino alertar, generar conciencia en la población para el fortalecimiento de los derechos naturales ante las claras pretensiones del régimen globalista de trastocar el sistema de valores, principios de derecho y de justicia universal del hombre.

Quiero hacer un reconocimiento y agradecer a la conciencia de la humanidad por haberle hecho frente a las pretensiones de la gobernanza global, no dejándose amilanar por sus intenciones de ensayar instaurar la dictadura global; eso es una evidencia. Por desgracia para ellos, no se mandan solos sino que requieren del consentimiento de la conciencia y de los principios universales. Y un reconocimiento a usted, en particular, por tener entre sus manos este artículo que está contribuyendo con la libertad en el mundo, incluso en su mundo.


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