A lo largo de la historia se ha visto cómo muchos de los gobernantes cuando detentan el poder hacen grandes esfuerzos para suprimir y aplastar a la disidencia. Igual ha sucedido cuando un sector de la sociedad, sea por raza, religión o condición social, se ha sentido mayoritario sobre otro sector y se cree con derechos legítimos sobre ellos. Sin embargo, dos ideas fundamentales han hecho oposición a todo este avasallamiento de las mayorías y a veces de algunas minorías, estas son: la doctrina de Cristo, según la cual todos somos hijos de Dios, por eso debemos amar al prójimo, incluso al enemigo; con base en la idea de que todos somos hijos de Dios, viene la idea en la ilustración de que todos los hombres somos iguales. La segunda idea es la democracia como sistema de gobierno, según el cual las mayorías gobiernan pero garantizan un respeto y un espacio proporcional a cada minoría dentro de la sociedad. Se gobierna bajo un marco de legalidad que garantiza un equilibrio para todos.

Las sociedades no deben regirse exclusivamente por las decisiones de una mayoría circunstancial, sino por un conjunto de valores sobre el cual se funda. Deben existir consensos profundos a largo plazo. Estos cimientos que son principios y valores comunes de los miembros de una sociedad no pueden ser quebrantados ni siquiera por una mayoría absoluta, ya que la historia nos ha demostrado muchas veces que las mayorías también actúan según su conveniencia, o peor aún, según la conveniencia del líder que guía o manipula a dicha mayoría.

Una de las mayores cualidades del sistema democrático es que establece un equilibrio entre las fuerzas sociales, de manera que todos puedan convivir pacíficamente y sintiéndose con voz y voto en las decisiones trascendentales. El problema se da cuando, por alguna razón, este equilibrio se rompe y la mayoría o alguna minoría con poder quiere tener el control absoluto, dejando a un lado a los demás factores sociales. Este desequilibrio, que puede ser originado por alguna minoría con poder o por la mayoría, desestabiliza la paz social, generando conflictos que impactan en la vida política, económica y social de cada ciudadano.

Es muy curioso que la mayoría de los países más desarrollados desde el punto de vista económico, son aquellos cuyos sistemas políticos son más equilibrados, es decir, cuyos poderes públicos están separados y limitados. Esto nos quiere decir que ese clima de equilibrio, estabilidad y paz es el que necesita el ser humano para “explotar” al máximo sus capacidades y así producirle algún valor agregado a su comunidad. El mayor aliado de la prosperidad económica que la estabilidad y la paz que solo se puede alcanzar bajo un Estado de Derecho.

Hay países (muy pocos) que han logrado la prosperidad económica sin tener sistemas políticos democráticos, como el caso de China. Hay que recordar que esta es una grandísima excepción, no la regla. Sin embargo, también hay que recordar que aunque el sistema político chino es cerrado, existe un Estado de Derecho que ha posibilitado una economía de libre mercado. Ese Estado de Derecho genera la confianza suficiente para que el sector privado invierta, genere riqueza y crecimiento.

La Venezuela de hoy está muy distante de ese concepto democrático de equilibrio de poderes públicos y equilibrio social. El país no va a avanzar en la medida en que ideas revanchistas, de odio, que buscan oprimir a la disidencia, sea mayoría o minoría, sigan estando presentes en un amplio sector de la sociedad. El país vive la peor crisis económica y social de su historia, producto del desencuentro político. No podemos ser indiferentes ante la gente que muere de hambre, sin medicinas, sin techos dignos, sin servicios básicos, sin poder pagar mínimamente sus alimentos, en la más grande carestía que estas tierras hayan visto. La gente merece responsabilidad de una clase política que debe dejar de lado su interés particular, sus rencillas personales y egos para concentrarse en el interés nacional. Para ello se debe crear un nuevo pacto social que tome en cuenta a todos los sectores, en donde se acuerde un proyecto de país a largo plazo que sea reconocido y respetado en el tiempo. Si el país se une verdaderamente habrá paz y si construimos la paz, habrá progreso y prosperidad. ¡Si nos unimos seremos libres y prósperos en paz!


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