Juan González, el jefe para el Hemisferio Occidental de la Casa Blanca, se va del cargo el próximo mes. Pese a los rumores que se va porque fracasó en temas como Venezuela, la verdad es que González llevaba mucho tiempo en el cargo, es el padre de un bebé que demanda atención y seguirá siendo clave en la administración.

González no fracasó. Al contrario, siempre fue uno de los más claros en que el tema de Venezuela no es exclusivamente electoral, aunque este es un paso necesario. Con crudeza llegó a decir el año pasado que sería difícil tener elecciones libres en Venezuela.

Su confesión era para que todos, en Washington y el mundo occidental, empezaran a considerar que era necesario explorar la vía de una transición pactada. Porque González comprendió que las sanciones no funcionaban, como no funcionaron en Cuba, y solo lo que hacían era darle una retórica barata al gobierno de Maduro, y permitir que los sectores más vulnerables del país acusaran a Estados Unidos y la oposición democrática del caos económico.

A González le tocó sentarse y negociar con un hombre complejísimo como Jorge Rodríguez, sin el cual no hay manera de construir nada con Maduro. Porque Rodríguez junto a su hermana son una suerte de consejeros y guardia de honor del actual mandatario venezolano.

Y hacer eso fue inteligente, hizo que el gobierno de Maduro liberara a estadounidenses presos, liberara presos políticos venezolanos y que se abriera a un diálogo más sincero con la oposición democrática en México y Barbados. Que se hablara de la posibilidad de la vuelta de la Embajada de Estados Unidos a Venezuela, que a quien más ayuda es a la sociedad civil y los venezolanos que demandan un cambio.

Permitió además que Chevron volviera a Venezuela, el reservorio de petróleo más importante del hemisferio occidental del cual Estados Unidos es líder, y ahora está en manos casi exclusivas de los enemigos de Occidente: Irán y Rusia.

González además logró que los gobiernos democráticos de izquierda del continente, como Lula, Petro y otros, se involucraran en el empeño de hacer que el gobierno de Venezuela volviera al redil de elecciones competitivas y aceptación de los derechos políticos de sus adversarios.

González tuvo mucho éxito, porque antes de llegar al cargo de jefe del Hemisferio Occidental de la Casa Blanca ya se había topado con Maduro y conocía de primera mano una conversación entre el entonces vicepresidente Biden y el presidente venezolano.

Fue en el año 2015, en la toma de posesión de Dilma Rousseff de Brasil, cuando un sonriente Maduro se topó con el entonces vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden.

Muy cerca del segundo hombre de la administración Obama estaba un joven, libreta en mano, que escuchó aquel intercambio. Su nombre era Juan González.

González era entonces asesor para América Latina de Joe Biden.

Aunque lo que la prensa, y sus periodistas, recalcaron fue la sonrisa entre Biden y Maduro, lo que en realidad pasó fue un encuentro bastante tenso.

Maduro se acercó a Joe Biden y Juan González. Quería tener un diálogo formal con la Casa Blanca, dijo el presidente Maduro.

Biden fue muy cortante. Soltó una ruta con tres puntos: “Si quieres hablar con nosotros, primero suelta a los presos políticos. Deja de demorar. Y entra en un diálogo real y viable con la oposición. Toma unas decisiones económicas necesarias para prevenir un colapso. Antes de eso, no tenemos mucho de qué hablar”.

Ahí Biden trazó la ruta. Y en parte Juan González logró mucho. Logró que se liberaran presos, que el gobierno  venezolano entrara en un diálogo real con la oposición, y han persuadido al gobierno de que el modelo socialista no funciona.

Juan González, cuando llegó al cargo, sustituyó  a dos hombres que durante la administración Trump manejaron el tema Venezuela desde la Casa Blanca.

Uno, Juan Cruz. El otro, Claver Carone, a quien le tengo aprecio porque siempre fue deferente conmigo, y quien rechazó varias veces a los emisarios de Maduro para entablar un diálogo con la Casa Blanca.

González era y es un crítico de las sanciones unilaterales por considerar que nunca en la historia han funcionado para cambiar un régimen en la ausencia de una estrategia diplomática, y recomendó retomar una ruta para poder levantarlas, que tendría como puntos mínimos aquella conversación de Brasil.

Yo no soy pesimista. Y agradezco el camino que dejó sembrado Juan González.

Creo que estamos cerca de una solución viable y práctica, que deje de darle argumentos a Maduro para excusarse del desastre de su modelo fallido del socialismo. Y lo ponga en una ruta verdadera para abrir un cauce a la democracia, desmantelada por su gobierno.

El camino es largo, complicado, y lo importante no es un candidato, sino el proceso de negociación. Eso es lo que nos devolverá la democracia.


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