Al final del largometraje documental Gustavo Cisneros: Sin descanso, realizado por Siboney Films y estrenado en septiembre pasado, el empresario venezolano de  mayor influencia global, fallecido a finales de diciembre, habla de sus gustos y de algunos rasgos de su personalidad.

Más bebedor de ron que de whisky, demócrata y republicano al mismo tiempo, convencido de que el libre mercado es el mejor sistema para la distribución de la riqueza y siempre amigo de Estados Unidos, del que esperaba que fuera incluyente de América Latina. Lo que menos le gustaba de sí mismo eran las arrecheras que tenía —»innecesarias», acota»— y lo que más le gustaba era que se le olvidaban pronto. A Venezuela le debía ayudarla a regresar a «un camino racional, democrático e inteligente».

La película es un acercamiento humano a la figura de un hombre del que mucho se habló y, seguramente, poco se conoció en ese plano más íntimo aunque siempre vinculado a su desempeño en el mundo de los negocios. Un hombre rico y poderoso, lo que concita a la vez elogios y antipatías, admiración y envidia. Una de las fortunas de la lista Forbes, con inversiones y relaciones políticas y empresariales a un lado y otro del Atlántico, Cisneros fue sin duda un exponente de la pujanza venezolana.

Al frente apenas con 25 años del grupo empresarial forjado por su padre Oswaldo Cisneros a la par del boom petrolero venezolano, Gustavo Cisneros comandó la internacionalización de ese grupo de empresas hasta alcanzar una posición de liderazgo en la industria del entretenimiento en América Latina y el mercado hispano de Estados Unidos, como destaca una nota de Venevisión.

Siempre inquieto y audaz, lo que heredó también del padre fundador, muerto en 1980, Cisneros se guió, como admite en el documental referido, por la idea de «comprar, mejorar y vender». Así ocurrió con Univisión, en la que se asoció con empresarios mexicanos y estadounidenses, para convertirla en la mayor cadena hispana de Estados Unidos, más grande que cualquier conglomerado norteamericano del ramo. La fórmula la había aplicado antes con Galerías Preciados, en España, que poco después vendió con alta rentabilidad a un grupo inmobiliario británico. Una transacción polémica que aún recuerda, en la hora de su muerte, una nota del diario español El Mundo que vincula su amistad con el expresidente del gobierno español Felipe González a la adquisición de la supertienda.

Una situación similar ocurrió en el plano nacional con la privatización de la Cantv, en cuyo proceso la Organización Cisneros era parte de uno de los dos consorcios oferentes y se aseguraba que sería el ganador dadas sus cercanas relaciones con el entonces presidente Carlos Andrés Pérez. Pero el proceso de selección probó ser imparcial y se impuso la oferta del otro grupo contendor. «Perdimos y lo aceptamos tranquilamente», recordaba el líder empresarial.

Es indudable que Cisneros fue un hombre visionario y exitoso que, además, como hizo su padre, planeó la sucesión de su hija Adriana Cisneros al mando del grupo empresarial de manera anticipada y ordenada. «Espero, dijo en el filme, que mis hijos y nietos me entiendan y que otras generaciones aprendan de mis errores y de algunos de mis aciertos».


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