Una de las acepciones de la palabra «pandemia» es la de una enfermedad epidémica que ataca a casi todas las personas de una localidad o de una región. En ese exacto sentido, la hegemonía roja ha sido una pandemia para Venezuela. Y una muy prolongada, porque a lo largo del siglo XXI no ha dejado hueso sano en nuestro país. Algunas tribus de colorido político diverso se han encumbrado como plutócratas a escala global, abofeteando al pueblo con el derroche de su riqueza mal habida. No creo que haya referentes en la historia contemporánea del planeta, de una depredación y devastación tan profunda y extendida, como la que ha ocurrido, y sigue ocurriendo, en Venezuela por la acción criminal del poder establecido y sus cómplices. Eso, pacientes lectores, se llama pandemia.

La mentira es un componente esencial de esa pandemia despótica y corrupta. Para esta, no debe haber información veraz sino propaganda política —hay que reconocer que muchas veces ha sido habilidosa—, lo que envilece aún más la mentira porque pretende expresamente manipular a la población. Si la hegemonía miente siempre y en todo, ¿por qué no habría de continuar mintiendo en un asunto tan delicado como el coronavirus? Maduro y los suyos dijeron que el país estaba asegurado ante el covid-19. ¡Mentira!… Han reiterado que los servicios de salud están más que preparados para atender las necesidades suscitadas por el covid-19. ¡Mentira!… Declaran que se cuenta con suficientes medicamentos y camas de terapia intensiva con ventilación mecánica. ¡Mentira!… Alegan que la curva de la enfermedad está aplanada. ¡Mentira!…

Si todo esto es mentira, por la sencilla razón o sinrazón de que el «sistema de salud» es un montón de escombros, en medio de un país destruido, ¿por qué hay que creer que los datos de la propagación del coronavirus son ciertos? La situación tiene que ser, lógicamente, mucho peor, y el desastre sanitario en Venezuela, antes de que apareciera el coronavirus de Wuhan, crea condiciones para la diseminación del virus de una forma avasallante. Al coronavirus no le importan las mentiras del poder. Es más, a falta de información veraz, la gente queda sumida en la incertidumbre, el rumor o la mentira oficial, y todo ello colabora en hacer más difícil la contención del covid-19. La única respuesta de la hegemonía, además de la mentira, es la imposición militar, policial y paramilitar de una «cuarentena» que tiene más una naturaleza de control político-social, que de prevención sanitaria.

Algunos voceros políticos y comunicacionales proponen que haya un «acuerdo de unidad nacional» para enfrentar la pandemia. ¿Cuál pandemia? Obviamente no se refieren a la pandemia de la hegemonía roja, a la cual sirven abierta o solapadamente. Y el coronavirus no puede ser vencido con relativa rapidez por un acuerdo insustancial, sino por un programa orgánico y bien fundamentado de salud pública, distanciamiento social, asistencia de emergencia, suministro eficaz de bienes y servicios básicos al pueblo, entre otros aspectos. ¿Eso es posible o siquiera medianamente probable en la Venezuela destruida del presente? Por supuesto que no. Y tal programa no se puede poner en práctica si no hay una adecuada infraestructura. Acá lo que había, sobre todo en el ámbito público, fue derruido en el siglo XXI por la negligencia y el dolo de las llamadas «autoridades».

La pandemia sanitaria solo será superada, en última instancia, por la participación responsable de la base social. Y en todas partes del país se están dando ejemplos de valentía y solidaridad ante las dificultades, que en verdad hacen brotar la esperanza. Los esfuerzos de numerosos sectores sociales, empezando por la Iglesia en su sentido más amplio, son titánicos, y con el término no se exagera ni un átomo. Coraje y serenidad son muy necesarios en este tiempo de extrema gravedad. Pero no solo para vencer al covid-19, sino a la otra pandemia, la de la hegemonía roja, que se ha abatido de manera implacable sobre Venezuela. Luchemos el conjunto de los venezolanos, con todas nuestras fuerzas, para que así sea.


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