A Diomedes Cordero

La escritura constituye uno de los alcances más importantes en el desarrollo del ser humano y por ende de la civilización y humanidad respectivamente. La escritura, el amor, y la música son prácticamente componentes obligatorios en la historia y evolución del hombre, sea cual sea su cultura, credo, idiosincrasia, raza u origen.

Por tanto partimos de la premisa e idea que la palabra escrita, es sin lugar a equívocos un avance y baluarte, más aún, la escritura nos permite no sólo expresarnos, criticar, exponer, elogiar, sino y entre otras cosas perpetuarnos, pues las palabras bien es sabido se las lleva el viento, muy distinto sucede con los escrito, sean estos simples artículos periodísticos, columnas, artículos científicos, ensayos, libros u otro. La escritura tiene ese don que es el de perpetuarse, más todavía si estamos en presencia de alguna novela, ensayo o joya literaria que se atesora incluso sobre su origen, fecha o idioma y se universaliza.

En este sentido, los latinoamericanos somos premiados por Dios y la naturaleza, pues contamos con sendos y consagrados escritores, en una variedad de géneros, sean estos en la ensayística, la novelística, la cuentística o la poesía entre los géneros que mas loas ha dado a la región latinoamericana. Cabe señalarse que generalmente los escritos son un reflejo de acuerdo al género y temática, de nuestros estados de ánimo, de nuestros sentimientos, conjeturas, pasiones, anhelos y demás.

Es de acotar que los  escritos se presentan a veces como en el caso de Esopo como animadas fábulas, magnánimas obras como es el caso de Miguel de Cervantes con su Don Quijote de la Mancha, tratados diversos como Economía y sociedad de Max Weber; La rebelión de las masas de Ortega y Gasset o La ciudad de Dios de San Agustín; y muchos otros incunables y obras que conforman uno de los mayores logros y aportes del hombre y de la imprenta, y posteriormente de la tecnología y lo digital en el mundo contemporáneo.

En medio de una pandemia como el covid 19 con consecuencias impensables e incalculables; o las atrocidades de cualquier guerra, y especialmente el conflicto actual en Ucrania, tras la desproporcionada, atroz e injustificable invasión, bombardeo y destrucción de ese país por parte de la Rusia de Putin; o el oprobio que viven muchos países y sociedades bajo nuevos autoritarismos y radicalismos, el mundo tiene en los autores, en sus libros y obras un baluarte intangible que conforman la expresión del ser humano, sus sentimientos, reflexiones, cavilaciones y pensamientos a través de la palabra escrita.

América Latina ha sido una cartera o mina de reinas de belleza, corruptos, tiranos pero también de grandes escritores y obras. Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, Las lanzas coloradas de Arturo Uslar Pietri; Doña Bárbara de Rómulo Gallegos; Los detectives salvajes y 2666 de Roberto Bolaños, El Aleph y Ficciones de Jorge Luis Borges, Rayuela de Julio Cortázar, Conversaciones en la Catedral de Mario Vargas Llosa, La región más transparente de Carlos Fuentes, El testigo de Juan Villoro por señalar algunos entre tantos otros autores y obras. Además, contamos con las columnas de sendos escritores de proyección mundial de la talla de Sergio Ramírez, Mario Vargas Llosa, Fernando Savater, Luis García Montero, Arturo Pérez-Reverte, Javier Cercas, Moisés Naim, Enrique Krauze, y muchos más. Todos en sus distintos estilos y géneros conforman un aporte y valuarte sin lugar a dudas de la palabra escrita al mundo, en este mundo globalizado se escribe para el mundo.

La escritura, sea cual su estilo, ha sido a través de los tiempos un recurso para plasmar nuestras inquietudes y proyectos. En momentos de reordenamiento social, económico y político, se requiere más que en ningún otro momento de escritores y de propuestas que asuman con amor, con coraje y con claridad una serie de temas y cuestiones que la sociedad de alguna demanda para consumir, para pensar, tener esperanzas o simplemente defraudarse. Sin embargo, debemos seguir produciendo ideas que en algún momento sean acogidas o sirvan para relanzar una sociedad, un país, o meramente permitan soñar y darle sentido a nuestros sentimientos, añoranzas y poder algún día o vez verlas materializadas, o incluso se queden como meras utopías que sirvan de catalizadores a nuevas propuestas.

Los tiempos de crisis siempre han sido tiempos de oportunidades. La creatividad e innovación se imponen en todo momento, más todavía cuando nuestros ciudadanos, hombres y mejores precisan una necesidad de creer, de querer hacer las cosas, de dar y de esforzarse en aras de lograr un cambio en cualquiera de sus niveles o ámbitos. Requerimos más que otro momento o etapa de coraje, de emociones, de ser si cabe irreverentes y hasta insolentes, siempre y cuando busquemos un fin loable y noble.

El momento que vive toda nuestra América, y particularmente Venezuela, esta cargado de muchas incertidumbres, situaciones degradantes a la condición humana y también de esperanzas, de desasosiego y de ideas preñadas de sueños. Vale la pena asumir a la escritura como un compromiso y con pasión, más todavía en estos tiempos lúgubres  en los que nos toca rotular las nuevas paginas que el país y su sociedad deberán recorrer en la ciencia, la tecnología, las humanidades, la política y demás.

(*) Profesor de la Universidad de Los Andes E-mail: [email protected]

 

 


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