Políticamente, Latinoamérica es afectada por el péndulo de gobiernos de derecha e izquierda, que se inclina nuevamente hacia esta última con la victoria electoral de Petro en Colombia y de Boric en Chile; la perpetuación de Ortega y Maduro en Nicaragua y Venezuela, respectivamente; López Obrador en México y el fracasado golpe de Estado en Ecuador de los legisladores correístas del socialismo del siglo XXI usando el paro de los grupos indígenas. Sin embargo, en forma paralela existe una efervescencia empresarial de nuevas compañías (startups) en la región que representan una verdadera revolución subterránea, ayudan a cambiar la economía y el acceso a recursos financieros, y a servicios básicos a través del sector privado.

Esta nueva revolución es posible por el significativo desarrollo humano de la región. Latinoamérica cuenta con importantes universidades tecnológicas que han entrenado un amplio contingente humano en tecnologías de información y desarrollo de software. Adicionalmente, existen brechas muy importantes insatisfechas por el sector formal de la economía, como es la amplia población excluida del sector bancario, los altos costos de transacción para procesar pagos, el gran margen entre las tasas pasivas y activas que encarecen substancialmente el acceso a créditos, el retraso y la morosidad en el pago de los servicios básicos de educación y salud en el sector privado, y la falta de sistemas de registros ambientales como las huellas de carbono. Adicionalmente, existe un importante crecimiento de la mentalidad empresarial, la capacidad de asumir riesgos, el desarrollo de networks de empresarios y la oferta de capital de riesgo en Latinoamérica, donde los fundadores de startups exitosos como Mercado Libre se han convertido en inversionistas, como es el caso de Kaszek, uno de los principales fondos de riesgo en Latinoamérica. El efecto de network desempeña un papel central, pues muchos de los fundadores de estas nuevas compañías provienen de los mejores programas de MBA de Estados Unidos, especialmente de Silicon Valley como Stanford, y estos a su vez cultivan y apoyan el desarrollo de nuevas empresas porque quieren ser inversionistas en una etapa temprana del futuro Nubank o Mercado Libre.

Por muchos años, la meta de los graduados de los programas de negocios era ingresar a la élite de Wall Street, ya sea a la banca de inversión o compañías de capital privado, mientras que ahora es mucho más valorado el ingreso a compañías de tecnología con alta expectativa de crecimiento o la fundación de nuevas startups. Esto implica una mayor capacidad de asumir riesgos para llevar adelante proyectos con mayor valor personal y humano. Jeff Bezos, la segunda persona más rica del mundo con una fortuna valorada en 144 millardos de dólares según el índice de billonarios de Bloomberg, cuando decidió fundar Amazon en 1994, era vicepresidente de D. E. Shaw, un exitoso fondo de inversión. Al indicarle su decisión a D. E. Shaw, este le invito a un paseo por el Parque Central de Nueva York y le dijo que se tomara 48 horas para pensar en esta decisión. Bezos tomó su decisión pensando que a los ochenta años nunca iba a arrepentirse de dejar este trabajo y un bono importante al renunciar en la mitad del año, si es que podría desarrollar su nueva compañía que sería parte del nuevo fenómeno llamado “Internet”.

Esta es la nueva revolución subterránea que está transformando Latinoamérica, donde compañías como Isaac en Brasil ayudan al manejo financiero de los colegios privados, la fintech brasileña Nubank ofrece cuentas bancarias digitales a amplios sectores poblacionales, incluyendo los que no tienen cuentas bancarias y Yummy en Venezuela, Bolivia, Perú y Panamá ofrece servicios de transporte y distribución de un gran número de productos. Estas compañías muestran el gran potencial de innovación y liderazgo empresarial en Latinoamérica con un importante impacto a nivel de desarrollo económico, creación de empleo e inclusión social en la región, disminuyendo la atracción de gobiernos populistas que terminan convirtiéndose en un medio de extracción de los fondos públicos. En definitiva, los gobiernos de ambos lados del espectro político se beneficiarían si apoyaran el crecimiento de este sector, delegando algunos aspectos de la oferta de servicios públicos y sociales a las nuevas y ágiles startups.


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