Hacíamos ayer de abogados del diálogo, sin calcular cómo un grupo de simuladores se apresuraba a tomar el testigo de los fracasados tratos de Barbados. Conviene explorar salidas parecidas a las que se cayeron después de los intentos de Noruega para remendar el capote venezolano, decíamos, sin imaginar que el usurpador y  sus secuaces tenían en la antesala a los continuadores de lo que parecía un juego trancado. ¡Pero qué clase de continuadores!

Los presentó el ministro Jorge Rodríguez en Miraflores. El burócrata que había dado el portazo en Barbados ahora coloca alfombra roja a un nuevo elenco de negociadores que, por fin, en términos automáticos y raudos, han encontrado el desenlace negado en el diálogo anterior. Lo resolvieron todo en un santiamén: nuevo CNE para elecciones limpias y libres, retorno de las ovejas rojas al seno de la AN y libertad de los presos políticos. Lo que no pudo un denodado equipo de dialogantes enviados por los partidos fundamentales de la oposición y respaldados por la representación popular, sale de la chistera de la dictadura como por arte de magia. Lo que no pudo un elenco de portavoces conectados con los factores internacionales que luchan por el cese de la dictadura, es anunciado sorpresivamente por el oficialismo como el bálsamo de las heridas.

Pudiera llamar la atención la diligencia de quienes se ofrecen ahora como portavoces de la panacea, si no supiéramos de sus cercanías con las alturas del poder y de su alejamiento de los empeños de la oposición coordinada por Guaidó. Son familiaridades y distancias conocidas por todos, amoríos y rupturas que no han permanecido en el escaparate, complicidades y zancadillas hechas sin rubor. Ahora forman pública yunta con la dictadura, para ofrecer los caminos que no se han podido transitar hasta la fecha y que pueden conducir a un capítulo prometedor de soluciones reclamadas por la mayoría de la sociedad.

¿Quién puede presenciar con ojos apacibles semejante maroma? Ni siquiera los más desesperados, o los más incautos, son capaces de caer en una trampa tan grosera y evidente. Ni siquiera los que olvidaron cómo los políticos que hoy hacen de salvavidas nacional convalidaron con su presencia el torcido acto electoral que mantiene a Maduro en su ilegítimo trono. Suponemos que ahora, después del insólito anuncio de su luz, ya recuerdan lo sucedido en la víspera y se protegen de lo que pueda contener.

No están por casualidad en el rol de salvadores de nuestro naufragio, no aparecieron de pronto ante los ojos de Maduro y Rodríguez. Solo esperaban que terminara la escena de Barbados para comenzar a actuar su libreto como si fuera espontáneo, aunque solo vienen a cumplir la servil encomienda de sacarle las castañas del fuego a un régimen repudiado por su pueblo, a unos lamentables y apurados mandones que los necesitan como oxígeno de última hora. Se dieron prisa y aquí están, en primer plano, con su desvergüenza y su desfachatez. La civilidad, la memoria y la honradez conspiran contra sus aspiraciones, por fortuna, aparte de unas preguntillas que debemos hacer antes de terminar: ¿tienen partidos que los respalden?, ¿cien o doscientos militantes?, ¿cuatro o cinco oficinas que el público conoce y frecuenta?  ¿bases sociales que puedan respaldar su “patriótico” gesto?

 


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