Diálogo sobre Venezuela comenzará tentativamente el 13 de agosto en México Exiliados piden a Reino Unido no entregar el oro a Guaidó ni a Maduro
Yuri Cortez / AFP
  • Cuando se acordó el Tratado de la OTAN, la mayor alianza conocida en la historia militar, su arquitecto Ernest Bevin lo resumió así: “Nos apareamos, no por amor, sino por interés”.  
  • Uno de los más prestigiosos estudiosos de la política exterior de Estados Unidos, el historiador George Herring, define las alianzas “como matrimonios de conveniencia formados al calor de necesidades inmediatas o urgentes”. 
  • De la invasión de Hitler a la Unión Soviética en 1942 surgió esa “necesidad urgente” de derrotarlo y con ese objetivo se aliaron tres líderes con abismales diferencias ideológicas; un patricio demócrata de Estados Unidos, un aristócrata británico y un cruel y sangriento dictador comunista. Los tres presidieron una alianza militar amplia, compleja y diversa. Hitler fue derrocado en 4 años.

Aparte del objetivo de derrotar a Hitler, nada en común acercaba a esos Tres Grandes, como entonces los bautizó la media. Roosevelt, un populista anti-colonialista. Churchill, un aristócrata y furioso colonialista. Stalin, un campesino de las estepas de Georgia, genocida y comunista. Los tres debieron deponer abismales diferencias de personalidad, ideológicas y culturales para resolver enormes diferencias en doctrina militar, estrategia y en lidiar con otros monumentales egos que completaron otras decenas de países. Todo un ecuménico esfuerzo planetario de coordinación, sólo para derrotar a un enemigo común, Hitler.

¿Por qué, durante más de 20 años, la oposición venezolana aún no ha sentido esa “necesidad urgente” de salir del régimen bolivariano? ¿Es complicado entender esto en nuestro pequeño país tropical? No, no es complicado, ni siquiera para el liderazgo opositor. El problema es que la oposición venezolana le ha dado prioridad a la guerrilla de sucesión interna bajo la permanente y grotesca idea de sentir siempre que están a punto de tomar el poder.

La historia de la oposición venezolana es pues una caricatura de la Guerra de Sucesión Española que solo les tomó 12 años para entenderse con los «Tratados de Partición». Más tiempo le ha tomado a parte de la oposición negociar su propia “partición”. Otros, mientras tanto,ha estado lidiando con el gobierno más incompetente de la historia del continente, bajo una debilidad tal que lo único que les permite asistir a México es el soporte internacional de dos grandes potencias, Estados Unidos y la UE.

Hubo oportunidades excelentes para cambiar el curso de esta tragedia opositora. El control de la Asamblea Nacional en 2018 engendró el gobierno interino de Juan Guaidó y la extraordinaria coalición de 60 países liderados por Estados Unidos. Por primera vez el liderazgo opositor tenía nombre, apellido y un poder internacional sin precedentes, pero la designación de Juan Guaidó, como la de cualquier otro que se hubiera escogido, exacerbó la latente «guerrilla de sucesión» opositora. Si esto no hubiera sido suficiente como revés, la diplomacia de Estados Unidos, por primera vez en su historia, cayó en manos de un manganzón sin experiencia alguna en política exterior quien, obsesionado por los votos de Florida, amenazó a Maduro con la opción militar”. La ridícula intimidación de Trump ignoraba completamente que Cuba, Irán, China y Rusia eran factores de la misma ecuación. El curso político que ya se había abierto con las sanciones se interrumpió y como era de esperar, la invasión nunca llegó y Trump perdió las elecciones.

Entusiasmados con esa “inminente invasión” y con el espejismo de Miraflores a la vuelta de la esquina, líderes de la oposición se concentraron en desacreditar a Guaidó con toda clase de desafueros que han persistido pese a que Estados Unidos y la Unión Europea lo han respaldado reiteradamente. La oposición pues, en una demencial acción política se desgarró a sí misma sólo para repudiar a Guaidó porque el espejismo de la “invasión” de entonces lo apuntaba como presidente de la transición. La implícita transacción de la oposición venezolana prueba que la política no solo resplandece en momentos históricos, sino que es también el resultado de miserias humanas. Líderes opositores prefirieron a Maduro en el poder a que Guaidó presidiera una transición. El terrible odio fraternal de Caín y Abel, fue un pequeño drama shakesperiano en pleno trópico.

Irónicamente, muchos de los que acusaban a Guaidó de corrupción eran devotos en celo de Donald Trump, el presidente más corrompido de la historia de Estados Unidos.

La oposición en México

En más de 20 años de gobierno despótico en Venezuela, la oposición ha sido incapaz de articular una estrategia para enfrentar a esta manga de ineptos y delincuentes bolivarianos. Todas las ocurrencias políticas implementadas parecieran haber sido condicionadas a esos “espacios” del cual  cada grupo de turno disfrutó.

La realeza europea, para resolver el problema de la Sucesión Española, negoció “Tratados de Partición”. Líderes opositores han hecho lo propio, con ambiciones tan insaciables que la quiebra del Estado venezolano solo ha incrementado la urgencia de esos intereses. No nos engañemos, nada que haya hecho la oposición en esta dos últimas décadas ha presionado a este gobierno facineroso a viajar a México.  Los pocos avances positivos de la oposición en el curso de estos años, no han sido siquiera el resultado de una estrategia errada, sino el resultado de desaciertos de Chávez o de Maduro. La oposición llega pues a México fragmentada y desmoralizada, en lucha contra sí misma y con una representación, la Plataforma Democrática, que es la tercera parte de la sopa de letras que forman unas 40 organizaciones.

María Corina se equivoca

Incluso la descalificación que hace María Corina Machado al diálogo de México no tiene asidero. Su lista de  lamentaciones con un régimen dictatorial, asesino y represivo son ciertas pero equivocadas como razones para descalificar un diálogo. La resolución de conflicto es por definición entre partes diametralmente opuestas. Estados Unidos y Vietnam negociaron la paz en París después de 1 millón de muertos. Solo en Guatemala el saldo de violencia alcanzó más 200.000 muertes. En Centroamérica, la paz sobrevino después de intensas negociaciones y centenares de miles de muertes.

En 20 años de condescendencia venezolana opositora no ha habido la más mínima señal de una resistencia suficientemente orgánica y enérgica que justifique una alternativa al diálogo. La venezolanos están desde hace años sobrecogidos e intimidados. Ningún líder, ni siquiera María Corina, los ha sacado de ese marasmo. No hay otra opción que el diálogo sobretodo para un pueblo acobardado.

Los otrora guapetones bolivarianos van a México porque la vapuleada oposición lleva como guardaespaldas a dos pesos pesados, Estados Unidos y a la Unión Europea y porque ya han aprendido que Biden, como Teodoro Roosevelt, habla suave, pero negocia con un garrote en la mano. Este es uno de los elementos más positivos de ese encuentro pues no le permitirán a la oposición, floja de la faltriquera, que coquetee y defienda otra vez sus inapreciables “espacios”.

La presencia de Estados Unidos y de la UE también equilibrará diferencias como las que existen entre un demócrata buena gente como Gerardo Blyde y el instinto sanguinario de Jorge Rodríguez, así como la ignorancia del resto de la delegación venezolana carentes de la especialidad, subestimada, de resolución de conflictos. La excepción es Claudia Nikken. quien, si solo despliega lo que aprendió de Pedro, su padre, será suficiente para equilibrar a los legos de esa representación.

La historia ha demostrado que para haya un consenso durante una severa crisis, esta debe ser de tal magnitud que no le ofrezca a ninguno de sus líderes políticos la sobrevivencia política. Hitler no le ofreció a ningún político europeo de su tiempo la posibilidad de sobrevivir sin librar la guerra. En Venezuela la crisis ha sido muy severa para el venezolano común y corriente. No ha sido así para todos los líderes de la oposición. Para muchos de ellos que Maduro siga en el poder no hace mucha diferencia porque en cada etapa de esta prolongada crisis el gobierno tuvo la habilidad de permitirles «sobrevivir».

Esta forma de sobrevivencia gubernamental que los opositores dieron por llamar “espacios”, es en realidad un eufemismo por mendrugos de poder que les ha ofrecido navegar en el gobierno con bandera opositora.

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