“Caminante: no hay camino. Se hace camino al andar”. El verso de Machado viene al caso cuando Juan Guaidó, aparecido de la chistera de Leopoldo López y Voluntad Popular, propone un camino que es el mismo que él mismo propusiera cuando, sin comerlo ni beberlo, logró el nombramiento de presidente interino, amparado en su ya afamado mantra: cese de la usurpación, formar un gobierno de transición y realizar elecciones generales. ¿Por qué repite ahora la propuesta que se negó a implementar durante el año y medio transcurrido de su original formulación, cuando todos se lo pedíamos?

Porque se le agotó la credibilidad y no tiene otro recurso que aferrarse a los faldones de María Corina Machado y sus dos principales aliados: Antonio Ledezma y Diego Arria. A quienes les cerró las puertas cuando era el momento propicio para llevar a cabo las tareas que él mismo se formulara. ¿No es comprensible que sean ellos, ahora, quienes le cierren sus puertas?

No es el  momento de volver a andar caminos viejos travestidos de nuevas rutas. Ni de recuperar credibilidades perdidas repitiendo viejos recursos. Es el momento de liberarse de las viejas mañas y enfrentar al enemigo hic et nunc, aquí y ahora. Reconociendo el fracaso reciente para afrontar el desafío que la historia, hoy y aquí, nos plantea.

¿Cuál es ese desafío? Unir, sin prejuicios, a las fuerzas que enfrentan el presente con voluntad de futuro. Deponer de las espurias ambiciones personales y reconocer la urgente necesidad de avanzar hacia la creación de una Nueva Venezuela. Salir de las taras y mañas de la dictadura poniendo en práctica un ejercicio de acción auténticamente democrático.

Ello no pasa por recrear las viejas y fracasadas rutas que no condujeron a ninguna parte, salvo a un respaldo sin resultados que no sean el acrecentamiento de la vanidad personal. Una embajada extranjera y una curul en un parlamento que no es el nuestro. Sin mencionar las monedas extranjeras recaudadas para fines traicionados. Y renovar la dirigencia con aquellas nuevas figuras que traen el ímpetu y las ganas de la renovación.

En suma, es la hora de un nuevo liderazgo. Capaz de representar y unir a todas las fuerzas democráticas, por encima y más allá de los partidos e instituciones establecidas. Y dirigir a esas fuerzas con inventiva, imaginación, nuevas ideas y coraje. Capaz de poner en la agenda de la opinión pública la Nueva Venezuela a la que aspiramos. Los nuevos valores que pretendemos. La nueva moral pública que urge sea postulada cuanto antes.

No nos faltan líderes. Nos sobra liderazgo. Falta soltar las amarras y crear un debate público, amplio y sin prejuicios que renueve la atmósfera viciada que nos asfixia y entorpece. Falta que nuestros líderes –María Corina Machado, Andrés Velásquez, Asdrúbal Aguiar, Antonio Ledezma, Eduardo Fernández, Juan Guaidó y todos aquellos demócratas sin mácula– se reúnan en un gran concilio y diseñen la ruta hacia el futuro. Entonces recomenzaremos. Cuanto antes, mejor. En política mañana siempre es demasiado tarde.

@sangarccs


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!