PEP en Colombia
Foto AFP / George Castellano

El mapa de Venezuela es mucho más ancho y más largo que los 916.445 kilómetros cuadrados de su extensión territorial.

Los 7,5 millones de compatriotas que han salido del país, la inmensa mayoría en contra de su voluntad, lo han ensanchado a 90 naciones y más de 400 ciudades: de Lima a Houston; de Barranquilla a Buenos Aires y Madrid; también a Malabo, en Guinea Ecuatorial; a Casablanca, en el Marruecos de moda futbolera; y más allá, hasta Nueva Delhi, Pekín y Melbourne

La diáspora venezolana –de la que el gobierno de Nicolás Maduro dice que ha regresado 60%, según el lastimero discurso de su canciller en la ONU– es mayor que la población de Noruega y duplica la de Uruguay. Equivale a la cantidad de habitantes de Venezuela en 1960, cuando iniciaba su ahora truncado camino democrático y era un paraíso para inmigrantes venidos de las guerras y dictaduras europeas y, más adelante, de la pobreza y la opresión que recorría la geografía física y política de Suramérica.

Inmigrantes que, por cierto, echaron hondas raíces en Venezuela en todos los campos de actividad: economía, social, cultural y deportiva, y contribuyeron al enriquecimiento de la nación. En muchos casos nunca regresaron a sus lugares de origen, aunque ahora lo hagan sus descendientes en busca de la fortuna que vivieron sus abuelos y padres y que se les niega en este país.

Toda diáspora entraña desgarro y dolor, el de las familias separadas, el del talento formado por décadas que se ve obligado a buscar otros horizontes para su vida y la de los suyos. Es una mirada, pero hay otra que es la que propone, entre otras organizaciones, la Red Global de la Diáspora de Venezuela.

“La presencia de ciudadanos venezolanos en todo el planeta suscita innovadoras interrelaciones e intercambios en todas las esferas del quehacer humano con la sociedad receptora”, sostiene Tomás Páez, coordinador del Observatorio Venezolano de la Diáspora.

Existe, por tanto, una “comunidad venezolana global”, desconocida por Maduro y compañía, que no dice cuántos son, ni dónde están, ni cómo les va, ni quiere saber por qué se fueron o lo atribuye a un acto de “piratería imperialista”.

Una “venezolanidad” que ha creado más de un millar de organizaciones, según cifras recopiladas por la Red Global, que desarrollan la diplomacia pública, documentan, denuncian y difunden, adelantan proyectos de alto impacto y orientan en campos tan diversos como salud mental, apoyo psicológico, atención ginecológica, ayuda humanitaria, ingeniería, emprendimiento, integración, cultura, teatro, música.

Organizaciones que cada vez más se conectan entre sí y que constituyen  un “formidable capital intelectual y social” que el país ya aprovecha en alguna medida –ayuda económica y ayuda sanitaria– y que será indispensable para la reconstrucción de Venezuela.

 


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