Titane ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 2021, favoreciendo a una mujer por segunda vez en la historia del certamen, detrás de Jane Campion por El piano.

Más allá del tema de las cuotas y visto el filme por los caminos verdes, la concesión del premio se antoja afortunada y arriesgada, en cuanto refrenda el estilo de una realizadora emergente, una Julia Ducornau con apenas dos títulos reconocidos y un futuro promisorio.

Como su ópera prima Raw, la nueva cinta de la directora explora el concepto del canibalismo audiovisual, fagocitando ideas de la periferia y del legado de culto de varios genios malditos de la contracultura, como David Cronenberg, Gaspar Noé, Martin Scorsese, Nicolas Winding Refn, Claire Denis y Phillipe Grandieux, cuyas texturas alteradas inspiran las mejores instalaciones de la puesta en escena.

En el plot, una niña sufre un accidente automovilístico, cambiando su percepción del mundo. Le colocan una chapa de titanio en el cráneo, provocando su metamorfosis kafkiana ante una realidad próxima a la ciencia ficción.

Todo en los primeros minutos de la pieza remite a la imaginación mutante de la nueva carne de Crash, obra maestra también consagrada en Cannes de 1996.

Aquel trabajo espléndido de David Cronenberg pudo admirarse en Caracas, gracias a los esfuerzos de la sala Margot Benacerraf, antes de su apropiación y sujeción política, a cargo del chavismo.

Una pena porque ahí se disfrutaba de ciclos de vanguardia, acercándonos al palpitar del cine contemporáneo.

Hoy debemos contar con un Internet apropiado o al menos con un plan de datos suficientes, para actualizarnos con los contenidos retadores del milenio.

Así pues, Titane replantea la mirada de Crash, según el gusto polémico de la generación woke, pero sin caer en complacencias con la corrección política.

La protagonista refuerza una visión del empoderamiento femenino, al protagonizar una historia de asunción de la independencia y la redención.

Pero al mismo tiempo es un personaje lleno de ambivalencias y complejidades, como una superheroína afectada por su condición de X Men.

No empatizas con ella o él, de inmediato, porque la notamos sumergida en una burbuja de autodefensa, frente a las amenazas de un contexto que no la comprende, la ataca, la condena y la persigue.

Su devenir nos evoca el de la mujer fatal de Bajo la piel, una devoradora de humanidades extraviadas y descarriladas, que utiliza su físico como una carnada.

Ambas chicas muestran un comportamiento distanciado, que en el caso de la mujer de Titane se radicaliza con la trama, al modo de una película “revenge” del extremismo francés.

Atención con un plano secuencia, en forma de videogame, dentro de una casa donde ocurren situaciones violentas y gore, no aptas para audiencias sensibles.

En otra viñeta al borde la alucinación, la protagonista copula con un carro “tuneado”, engendrando una especie de Bebé de Rosemary.

Lo bizarro quiebra el pacto de la verosimilitud, tomando un vuelco heterodoxo en la narrativa, que despierta los mayores resentimientos de la crítica plana y boomer de dinosaurios como Carlos Boyero.

Para algunos el surrealismo solo se admite en Luis Buñuel y David Lynch.

Titane revisa la estética de un “fantastique” galo que ha dado joyas al séptimo arte, de la talla de Los ojos sin rostro y Holy Motors.

Capaz es cuestión de entregarse el ejercicio de abstracción, que propone el exorcismo de Julia Ducornau, para romper con los corsés de la época.

La película nos tiene guardada una sorpresa en el rol paternal que interpreta Vincent Lindon, como un bombero que adopta a la joven, cuando debe modificar su identidad.

Las soledades se encuentran en el desarraigo, dedicándole un carta de amor a las subjetividades que se hermanan por encima de las apariencias.

El relato se quiebra y escinde como en la modernidad de La aventura, dando pie a una segunda corteza que abriga una trama más convencional que subvierte el enfoque trans de la autora.

Entre visiones de un fuego metafórico y los dolores de un parto automotor, Titane nos conduce al renacimiento de los géneros, pasando del drama de las sombras a la vida diversa que se expone a la luz.

Una evolución corpórea y mental, que dividirá la opinión, que abre el debate, y que permite conversar de temas actuales, de una manera elevada.

 


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