El tema del regreso de Guaidó a Venezuela se tramitó como final de suspenso de una  telenovela. Que si viene por Panamá, que si viene por los caminos verdes, que si entra por Maiquetía, que si lo hacen preso, que si se escabulle, etc. Por fin la incógnita se despejó y al hacerlo se han develado algunas dudas y situaciones que rozan entre lo dramático y lo simplemente cómico.

Guaidó llegó en una aerolínea comercial, por la rampa normal, siendo recibido por sus partidarios (no muchos), el cuerpo diplomático, su tren ejecutivo y una dosis de agitadores cuyos desmanes han sido registrados y comentados “urbi et orbi”. Por fin, después de un extendido sobresalto, la caravana pudo salir del recinto aeroportuario ante la deliberada inacción de los cuerpos de seguridad que se limitaron tan solo a mirar lo que ocurría.

Luego seguiría el alucinante episodio del arresto y desaparición temporal del tío del presidente (E) cuya justificación pretende sustentarse en la supuesta tenencia de elementos destinados a la producción de eventos terroristas para desestabilizar al régimen. En lugar de ello lo que se ha logrado es crear un incidente con Portugal, la Unión Europea y una reputada línea aérea –de las muy pocas que aun vuelan a Venezuela– a la que se acusa de haber permitido el transporte de explosivos.

Paralelamente, altos personeros del gobierno usurpador se presentan en La Haya, sede de la Corte Penal Internacional, para introducir una demanda contra Estados Unidos, que no es miembro de dicho tribunal, por la supuesta comisión de crímenes de lesa humanidad. Dicha acción también tiene por objeto desviar la atención nacional e internacional, apartándola de lo central que es el resonante éxito cosechado por Guaidó en su periplo y al mismo tiempo generar un mejor posicionamiento para el régimen ante la posibilidad cercana de una decisión de la fiscal de ese tribunal internacional autorizando la transformación de la actual “investigación preliminar” que cursa ante dicha instancia para convertirla en “investigación formal” que pueda dar lugar a la apertura de un proceso acusatorio cuya consecuencia recaiga de manera individual en las personas que ordenan y ejecutan los delitos internacionales en perjuicio de nuestro pueblo.

Lo anterior, más el importante y visible deterioro del régimen, revela que el desespero cunde entre sus dirigentes y los obliga a intentar cuantas acciones puedan inventar para dar los últimos manotazos antes del colapso final, demorándolo cuanto sea posible mientras negocian su propia salvación.

Entretanto, la camarilla usurpadora cree que ha colocado a Venezuela como actor principal en el escenario internacional sin darse cuenta de que la “patria de Bolívar”, para la que insistentemente piden respeto, se ha convertido en apenas una pieza de recambio en el enfrentamiento que tiene lugar en la puja de los actores que hoy se disputan el liderazgo planetario (Estados Unidos, China y Rusia).

Como acotación final para esta líneas rescatamos los acontecimientos de los días finales de abril y mayo de 1945, cuando ya las tropas aliadas estaban a las puertas de Berlín mientras Hitler, escondido en su búnker preso de histeria terminal, ordenaba a los pocos generales que aún le rodeaban que despacharan divisiones y recursos ya inexistentes procurando revertir la derrota que era inevitable. En nuestra opinión estamos en presencia de la versión tropical de aquella gesta cuyo desenlace fue el suicidio del Fuhrer y la instalación de los juicios de Nuremberg, donde gran parte de los responsables tuvieron que subir al cadalso arropados por la ignominia y la orfandad de la derrota.

A estas alturas saludamos la valentía personal de Juan Guaidó, quien ciertamente ha arriesgado su vida y tranquilidad familiar para el servicio de la causa democrática. Tal coraje debiera servir como cemento para aglutinar en una sola masa a todos aquellos que deseamos un cambio para nuestra patria. Los detalles y las discusiones se pueden tramitar después.


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