Constituye una patente realidad la situación difícil que golpea a la nación en todas las variables, todas dolorosamente afectadas. El narcorrégimen definitivamente ha encarnado una regresión cultural y cívica, oprime salvajemente mediante la orfandad institucional que ha significado su paso por el poder ejercido a juro, secuestró a las instituciones y oprime, a través de las condiciones de vida a las que ha arrastrado, a las grandes mayorías con las atrocidades cometidas bajo su configuración en un duro ecosistema criminal. Oprime con la denegación de justicia. La normalización se desnormalizó. La pobreza está haciendo estragos. Destruyeron a una generación completa. Quisieron convertir a Venezuela en una ficción que no responde a ninguna racionalidad económica y de pronto todo se derrumbó, como un castillo de naipes, ante la terca realidad de los hechos.

La vorágine nos está arropando. Tapan, y fracasarán, con más ficciones emanadas de la maquinaria de la mentira que ellos son, en el ocultamiento del escenario de la verdad que nos golpea en la cara. Ellos no ven más allá de su ombligo y el mundo termina en sus genitales.

La seguridad se sale de sus manos, nunca han tendido política de seguridad, sino  a lo más, operaciones de control. Permitieron que participaran, por sus fueros, los pranes, los secuestradores y los colectivos a su uso. Les servían como peones para controlar a algunos agentes políticos incómodos y una forma de reprimir a la sociedad para desmovilizarla.

Las políticas no eran, de manera alguna, para crear seguridad, sino un reajuste conveniente. Cuando se les fueron esos actores de la violencia de las manos procedieron a tomar control con sus funcionarios militares y policiales, así sentimos una disminución de los asesinatos y una sensación de seguridad con la contención de los grupos de secuestros.

Con la desnormalización en pleno desarrollo al régimen se le dificulta frenar a los actores de la violencia que, en una redefinición anterior, los tuvieron de aliados y permitieron actuar por la libre. Vuelven los momentos difíciles de la inseguridad.

Viviendo Venezuela de una fugaz ficción se derrumba con la dura realidad que arrasa con todo eso. Cuando los dineros provenientes de las actividades ilícitas se van secando, acuden con mayor furor a la violencia para conseguir sus fines.

La ficción total con el escenario completo se les vino abajo. Ellos por naturaleza no están capacitados para insertarse en el escenario de la verdad. Están empeñados en mantener la ficción con nuevos relatos y cambio de narrativa, no pueden ir más allá de eso con la mentira de presentarse como algo distinto de lo que son.

¡Libertad para Javier Tarazona y Emilio Negrín! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!


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