Por Carmen Sulay Rojas

En el ámbito de la educación venezolana la praxis de la gerencia educativa todavía presenta una acción controladora, rígida, vertical, tímida y eminentemente administrativa, que va en detrimento de lo pedagógico y esto contribuye al deterioro de la educación.

De allí, la necesidad de formar líderes directivos que propicien la investigación, la creatividad y la innovación para encauzar el avance y el progreso de los nuevos contenidos que se requieren para la formación de todo docente, renovado, capaz de procesar ese cúmulo de conocimientos para que se generen los cambios y las instituciones educativas impulsen las buenas prácticas educativas.

El director como líder se convierte en eje dinamizador para la transformación de la práctica educativa mediante la motivación y el liderazgo que inspire a los educadores para asumir la educación en un ambiente constante de responsabilidad social.

La falta de formación de los docentes en temas de liderazgo y derechos humanos debería ser una permanente práctica del ejercicio profesional. La ignorancia al respecto no permite que el cuerpo docente, columna vertebral de una institución educativa, participe activamente en lo atinente con la formación, ejecución y control de la gestión educativa bajo el principio de corresponsabilidad de acuerdo con lo establecido en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999) y la Ley Orgánica de Educación (2009); máxime cuando el actual régimen político solo ha destruido la educación y la profesión docente.

De tal manera que la manifiesta preocupación que los docentes directivos que integran escuelas, liceos y universidades deben actualizar sus conocimientos de gerencia educativa para ejercer las funciones administrativas, porque solo cuentan con experiencias docentes ancladas en visiones que todavía ni siquiera han comprendido, el sentido de la llamada educación a distancia, y también se deben generar los intercambios y enfoques científicos sobre temas de liderazgo y gestión administrativa.

La formación de los docentes en liderazgo directivo y derechos humanos podría facilitar sin mayores dificultades el éxito de los objetivos institucionales en un ambiente sano, agradable y de respeto. En tal contexto, Prieto Figueroa en su libro El maestro como líder indica lo siguiente:

La formación del maestro debe habilitarlo para entender y alentar, para reafirmar y consolidar los procesos culturales de los grupos humanos dentro de los cuales realiza sus funciones. Un maestro de comunidades más que por sus conocimientos debe caracterizarse por su sensibilidad social, por la clara conciencia de sus responsabilidades dentro del grupo, por su fineza de tacto para el trato con la gente, por su visión angustiada de una realidad deprimente de la cual es necesario ayudar a salir a la gente. Pero esto no puede lograrse sin una preparación adecuada, sin una técnica” (p.38).

En consecuencia, resulta pertinente reflexionar sobre qué es gerencia educativa. Para León (2012), entonces, se convierte en un proceso en el que los objetivos de la organización están en el corazón de la gestión educativa, donde, no obstante, en muchas instituciones, la fijación de estas es una actividad empresarial que es realizada conforme con los intereses de los grupos corporativos.

En estas dos definiciones se observa que la gerencia educativa se orienta hacia la búsqueda de la calidad educativa, pero nos preguntamos: ¿Responde la gerencia educativa contemporánea en Venezuela con términos de eficacia y eficiencia? ¿Por qué ante la necesidad de desaprender contenidos y desprenderse de actitudes que por largos años fueron considerados deseables, estos se mantienen siendo parte de currículos en la educación? La verdad inexorable es que la gerencia educativa no ha coadyuvado con respuestas ante las exigencias de la familia y la sociedad, y menos en tiempos en que el Estado se ha convertido en un adversario de las políticas públicas educativas.

Se infiere que el docente directivo como responsable de la gestión escolar en las instituciones educativas debe apropiarse de la pedagogía como ciencia de la educación para mejorar la gestión escolar. Es decir, debe ser pedagógico en su accionar como líder para el cumplimiento de las funciones de planificación, administración, coordinación, organización y control.

En síntesis, necesitamos superar el enfoque reduccionista de la gerencia educativa y para salir de la anomia en que se han convertido las instituciones educativas. Es imprescindible que las universidades se dediquen a la formación de docentes en liderazgo directivo, máxime en tiempos cuando las crisis en lo político, económico y social, aunadas con el coronavirus, y un ambiente de llamadas “redes” pretenden engendrar un presente y porvenir distintos en es sus aspectos de aprendizajes y motivacionales.


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