Puede que la pandemia del COVID-19 haya dejado al descubierto la vulnerabilidad de los sistemas sanitarios del mundo, pero también llevó a un logro verdaderamente impresionante: el desarrollo y producción de vacunas que salvan vidas con una rapidez nunca  antes vista. A medida que nuestro foco pasa a otros retos de salud pública, debemos aprovechar estas tecnologías y poner en práctica las lecciones aprendidas durante la pandemia para dar respuesta a otras enfermedades letales que exigen una atención urgente. Una de ellas, la fiebre de Lassa ha estado asolando a países del África occidental por más de 50 años, y todavía no hay una vacuna para prevenir su propagación.

Ya se está avanzando para proteger a las comunidades contra esta enfermedad, que causa fiebre hemorrágica y mata a cerca de 5000 personas de los cientos de miles de infectados cada año en el África occidental. La Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI, por sus siglas en inglés) ha invertido en seis candidatas para vacuna contra la fiebre de Lassa, de las cuales cuatro se encuentran entre las primeras del mundo en entrar a la etapa de ensayos clínicos. La CEPI, en colaboración con autoridades de Nigeria, Benín, Guinea, Liberia y Sierra Leona, además está realizando un estudio epidemiológico multinacional cuyos datos alimentarán los ensayos clínicos futuros.

Sin embargo, estas iniciativas precisan del mismo nivel de colaboración e inversión que hizo posible el éxito de las vacunas contra el COVID-19. Esto significa una inversión y un compromiso sostenidos por parte de los gobiernos, el sector privado, las universidades y las organizaciones filantrópicas de los países afectados. Resulta crucial desarrollar sistemas dentro de los estados para distribuir la vacuna una vez se autorice. Es esencial el liderazgo interno, pero otros actores pueden desempeñar un papel crucial de apoyo a los esfuerzos de investigación y desarrollo.

En un nivel más detallado, el revolucionario uso de la tecnología de ARNm para inmunizar contra el COVID-19 abrió nuevas posibilidades que se podrían explorar para prevenir la fiebre de Lassa. Además de su potencial de desarrollo rápido, las vacunas de ARNm ofrecen varias otras ventajas, como una mayor estabilidad y escalabilidad, un menor riesgo de contaminación y la flexibilidad de ser modificada para enfrentar otras variantes o cepas. Si bien sigue siendo necesario abordar desafíos como la asequibilidad y la disponibilidad, no se puede pasar por alto el potencial de contribución de estas nuevas tecnologías para la lucha contra la fiebre de Lassa. Aun reconociendo esto, es necesario realizar más investigación y estudios para evaluar plenamente su factibilidad y eficacia contra esta enfermedad en específico.

Además, los ensayos de las vacunas contra el COVID-19 demostraron la importancia de la colaboración y la planificación cuidadosa. Ese mismo nivel de rigurosidad se debe aplicar a las vacunas contra la fiebre de Lassa, que deben testearse en áreas donde la enfermedad sea endémica y se pueda reclutar a suficientes participantes. Es esencial que cualquiera vacuna candidata sea segura, efectiva e inclusiva. Si invertimos en ensayos clínicos sólidos, nos podemos asegurar de que las vacunas cumplan los estándares necesarios para ganarse la confianza de la gente.

La enorme disparidad del acceso a las vacunas entre los países ricos y pobres durante la pandemia ha subrayado la necesidad de una infraestructura sanitaria global sólida. Si bien hubo esfuerzos, como la iniciativa COVAX, para mejorar el acceso de los países de menores ingresos, la distribución global de las vacunas sigue siendo una tarea compleja. Para garantizar un acceso equitativo de una vacuna contra la fiebre de Lassa habrá que desarrollar mecanismos de entrega eficaces, y priorizar a las comunidades más afectadas y vulnerables.

Se trata de un imperativo moral. Los gobiernos, las organizaciones internacionales y el sector privado deben trabajar en conjunto para construir infraestructura nacional, hacer más sostenibles las cadenas de suministro e invertir en los trabajadores y sistemas sanitarios. Sin estos esfuerzos, existe el riesgo de que quienes se encuentran en mayor necesidad sigan quedando atrás, lo que perpetuaría las desigualdades que dejó expuestas la pandemia.

Como vimos con el COVID-19, el compromiso y la comunicación pública juegan un papel crucial para el éxito de toda campaña de inmunización, y la desinformación puede obstaculizar las iniciativas de controlar las enfermedades infecciosas. Para generar confianza pública es esencial la presencia de mensajes claros y precisos acerca de la seguridad y eficacia de las vacunas. Si priorizamos la participación pública y el compromiso de los dirigentes comunitarios, los trabajadores de la salud y otros actores interesados, podemos mejorar las probabilidades de que, cuando esté disponible una vacuna para la fiebre de Lassa, esta se adopte de manera generalizada.

Los países del África occidental deben asumir un papel activo en impulsar el tema del desarrollo y adquisición de la vacuna para esta enfermedad, más que esperar soluciones de manera pasiva. Pueden aportar fondos, datos y recursos para desarrollar esta herramienta esencial para la protección de comunidades vulnerables y el fortalecimiento de la seguridad sanitaria de la región. Además, los países deben ponderar proactivamente sus estrategias de despliegue de la vacuna y los datos necesarios para alimentar esas decisiones. La planificación cuidadosa y la identificación de factores clave entre los que se incluyan los grupos de población objetivos, los canales de distribución y las consideraciones logísticas, pueden ayudar a agilizar la implementación del proceso cuando la vacuna esté lista.

Las lecciones aprendidas de la pandemia del COVID-19 y el éxito de las iniciativas de colaboración pueden servir de fuente de inspiración y orientación para los encargados de diseñar las políticas en estos países. Tienen una oportunidad sin precedentes de proteger a sus connacionales y de demostrar el poder del liderazgo y el compromiso locales en la definición y realización de iniciativas sanitarias globales. Si lo logran, el mundo estará un paso más cerca de un futuro en que las vacunas tengan una amplia aceptación y se puedan utilizar rápidamente para combatir todo tipo de enfermedades infecciosas.

Las opiniones expresadas en este texto no son necesariamente las de la CEPI.


Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

Oyeronke Oyebanji, jefa de Personal, Políticas y Relaciones de la Asociación de la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias, es candidata doctoral en la London School of Hygiene and Tropical Medicine.

Copyright: Project Syndicate, 2023.

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