Es ya un lugar común declarar que vivimos una época de grandes cambios. Entre los más difíciles de definir y de interiorizar están, sin duda, los culturales. La presencia de la mujer en los mundos de la educación y del emprendimiento es uno de ellos.

Sobran las declaraciones de los más importantes organismos internacionales que reclaman acción prioritaria a estos temas. Sobran también iniciativas personales o institucionales de gran alcance y visibilidad que promueven programas de educación, formación, empoderamiento, apertura de espacios y oportunidades. El mundo financiero mismo habla de una nueva visión y de una nueva actitud que privilegia las iniciativas orientadas a la promoción y presencia de la mujer. Y no faltan, desde luego, las muchas iniciativas alentadas y sostenidas desde la propia sociedad, desde las comunidades, desde el liderazgo de base, en tantos y tantos países y de tan diversas formas.

“Garantizar que todas las niñas y mujeres jóvenes reciban una educación de calidad” se consigna en la declaración del Banco Mundial de febrero de este año como una prioridad del desarrollo mundial y una prioridad estratégica. Según el Banco Mundial, cuando una nación en desarrollo aumenta el número de mujeres con educación secundaria su PIB crece exponencialmente. Las políticas de las multilaterales para la asignación de fondos confirman esta tendencia a privilegiar la atención a la formación y al emprendimiento femenino. En aplicación de este principio, el apoyo al Programa Emprendedores del IESA, por ejemplo, incluye la obligación de contar entre sus participantes con 50% de mujeres al menos, e igualmente exige que el 70% esté dirigido a jóvenes y que los emprendimientos sean de un perfil tecnológico con indiscutible impacto social.

Michelle Obama lidera una fundación orientada a la formación de las niñas. Lo que ésta persigue es motivar a millones de niñas sin escolarizar a continuar y culminar sus estudios de secundaria. El equipo que la acompaña está animado por la convicción de que toda joven que recibe formación educativa se hace más consciente de sus derechos y, por tanto, puede ejercerlos. Sostiene, asimismo, que una educación de calidad encamina a la joven hacia la consecución de una remuneración digna, a mejorar sus condiciones de salud y, en definitiva, trabaja a favor de su calidad de vida, la de su familia y su comunidad. Para Michelle Obama, poder alcanzar posiciones de liderazgo es la consecuencia de una educación de calidad.

Iniciativas como ésta, orientadas en favor de la formación de las jóvenes, proliferan por doquier y es frecuente que surjan de la propia comunidad. Son innumerables las que han nacido en todos los continentes, en el campo, en la industria, en el mundo de la innovación, del emprendimiento, de la apertura de negocios, de la gerencia. Son prueba de que el aporte de la mujer tiene un hondo sentido social y una enorme capacidad inspiradora y multiplicadora.

Las sociedades más prósperas son las que han entendido la necesidad de poner especial énfasis en la educación de las mujeres. El futuro del mundo está ligado a esa educación y a la apertura de oportunidades para su participación en la acción y en la toma de decisiones. De esa educación y promoción depende el cumplimiento del papel clave para el desarrollo social, político y económico que están asumiendo cada día con más fuerza. No ocuparse de alentar su educación y su promoción sería perder la oportunidad de incorporar su capacidad y sus talentos para beneficio de la sociedad. La diferencia entre una sociedad próspera, con iniciativa, con igualdad social, con sentido social de la economía y de la política es notable cuando hay espacio para las mujeres y cuando no lo hay. De allí la conveniencia de fomentar los emprendimientos liderados por ellas, de visibilizarlos y de aplaudirlos.

Asumir y cultivar una nueva postura cultural positiva frente a la mujer, a su formación, a su papel en la construcción de bienestar,no puede sino redundar en bien para la sociedad.

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