Foto Europa Press

Son restricciones de carácter legal las que no permiten que la mujer ucraniana esté presente en la línea de fuego, aunque hay soldados que representan orgullosamente a su género en todo tipo de actividades dentro de los ejércitos de su país. 40.000 mujeres hoy trabajan para objetivos militares, aunque formalmente no son llamadas a las filas.

Todas, sin embargo, reciben entrenamiento de guerra no con fines ofensivos y es de allí de donde parte la motivación que se ha ido generalizando y que ha redundado en numerosas formas de aportes organizados, incluso institucionales, para contribuir a la liberación de sus territorios y a recuperar la paz en su país. Casi todos los paramédicos que atienden a los soldados heridos en los frentes son mujeres y su número se ha ido incrementando en la medida en que la guerra se ha extendido. Ya hay 4.000 que han sido trasladadas a las zonas de combate luego de que ellas mismas se han ofrecido como voluntarias para estas y otras tareas.

Los centros de acogida de heridos que han proliferado por doquier también cuentan con un voluntariado masivo femenino, particularmente de aquellas que han visto partir a sus parejas a defender a su país de la invasión rusa y que han quedado en sus ciudades a cargo de sus familias. Es así como se han organizado centros de atención a la ciudadanía en las escuelas que no pueden funcionar, en aquellas ciudades hacia las cuales han desplazado a familias enteras para resguardarlas de la violencia. Cualquier espacio es bueno –como los vagones de trenes destrozados parcialmente por los bombardeos– para que estos grupos de mujeres que proliferan por doquier estructuren ayudas comunitarias.

De igual manera las mujeres se organizan para dar cobijo a otras madres de familia desplazadas con sus hijos y a las personas mayores que no están capacitadas para acudir al frente de batalla. En el país hay 5,9 millones de desplazados internos por la crisis actual. La Organización Mundial de las Migraciones considera que esta guerra ha generado 7,9 millones refugiados a otros países de Europa, de los cuales 4,9 cuentan con protección temporal. Hablamos de contingentes enormes de ciudadanos que requieren de albergue, comida, asistencia médica y protección contra las inclemencias del invierno. La organización de búsqueda de recursos no oficiales para este fin también es otra de las tareas de estas asociaciones informales de mujeres deseosas de efectuar una contribución a sus coterráneos.

Resulta prodigiosa la tenacidad y la entrega de las mujeres que intentan hacerse útiles en medio de la guerra. Estas mujeres son amas de casa cuyas parejas han partido al frente sin ninguna seguridad de retorno, o son viudas como consecuencia de la arremetida rusa contra los centros poblados o simplemente porque sus compañeros y padres de sus hijos han perdido la vida en los campos de batalla. Las jóvenes resultan ser las más aguerridas y las más osadas para trabajar desde la resistencia. Estas se han ocupado de filmar videos, entrevistas y artículos con el fin de que quede un testimonio de los horrores perpetrados por los invasores. 100 feministas fueron las redactoras del manifiesto “El derecho a resistir”.

En suma, es ejemplarizante la tarea humanitaria que estas integrantes del llamado sexo débil están desarrollando en su país para favorecer a sus connacionales golpeados por la desgracia. Se trata de una oda a la resistencia que toma la forma de forma de ayuda de cualquier género siempre que el resultado final sea menos dolor para los suyos.


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