«Creer que un cielo en un infierno cabe / Dar la vida y el alma a un desengaño» (LOPE DE VEGA)

Digan lo que digan, los hombres y las mujeres no somos iguales. Esto es así y así debe ser. No puede negarse la evidencia. Si no, explíqueme usted, a ver por qué razón una mujer adulta, seria y casada (si lo prefiere, casada y seria) se deja seducir por un jovencito atractivo y célebre de origen oriental. Este caso es real. Ha sucedido. Y déjeme decir que este tipo de casos se repite más a menudo de lo que podamos pensar.

A las mujeres les gusta el romance. Admirable. Los hombres -los malos- que conocen esta debilidad del otro sexo se aprovechan para beneficiarse de ella, de la debilidad y de la mujer. Algunos Casanovas quieren disfrutar del contacto físico y el placer sexual de los encuentros amorosos. La afición desbordada por el goce físico no significa algo bueno. Concentrar nuestros objetivos en el mero placer no es una tendencia equilibrada, que digamos. Una persona que solo piensa en fornicar, comer y dormir no es paradigma de un hombre sano. Existe también el Donjuán que necesita dinero -o se obsesiona con tener dinero- y engatusa a sus víctimas con mucho arte, como si estuviese siguiendo un guion dramático. Estos profesionales del amor, los primeros y los segundos, miden el alcance de cada mensaje que escriben, utilizan todos los manuales disponibles de los seductores de la Literatura Universal (Romeo, Cyrano de Bergerac) y se apropian de las frases, los adjetivos, las voces y los versos haciéndolos pasar como suyos. Eso no es bueno, no señor. Para un amante de la literatura es algo im-per-do-na-ble. Eso está muy feo. En fin, somos lo que somos. La mujer es sabia, pero también es mujer y es humana. Siente emociones, se enternece con el dolor de otras mujeres y ¡ay! los hombres, admira la belleza y el buen gusto, y parece incapaz de pasar por alto una situación que le está diciendo a gritos que sienta empatía. Y, claro, cae de lleno en la trampa.

Luo Yan Xi

Leo en la prensa española el caso de una mujer gallega de unos cincuenta años de edad -a la que el diario La Voz de Galicia pone el pseudónimo «María» por aquello de proteger a las víctimas- que cae en el remolino del amor de un joven actor chino, Luo Yan Xi de la manera más fortuita.(lavozdegalicia.es/2024/03/01/estafa-amor-llega-galicia/; La Voz de Galicia.- 1.3.2024)  Esta fémina casada y con dos hijos ve series románticas en las que Yan Xi actúa. Bien, esto es algo normal. Una persona que no se conforma con vivir sin emociones. A María le gusta vivir intensamente, quiere vivir más, vivir otras vidas a través de la cultura, el arte, el cine y la literatura. Sin embargo, entra entonces a las sombras del mundo de las redes sociales, opta por servirse de la comunicación ultrarrápida disponible y accede a la cuenta de @instagram del actor chino. El chico es guapo a rabiar, la verdad. Le felicita y, sin esperarlo, recibe respuesta del propio Luo Yan Xi. Bueno, eso se cree ella.

No se queda en esta conversación, sino que a esa primera siguen otras conversaciones. Aquí podríamos pensar, qué bonito todo, qué bueno que las redes sociales nos permitan contactar con celebridades y sentirnos queridos. Al final, un giro en la comunicación por parte del Don Juan oriental hace que doña Inés, pensativa, dé marcha atrás y se cuestione lo que está a punto de hacer. Esta gallega que casi se dejó embaucar, llora metafóricamente la pérdida del sentido del amor. Nadie, salvo ella, sabe si su matrimonio se ha roto para siempre, si sigue soñando con otro amor o si ha se ha vuelto a enamorar del padre de sus hijos


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