“The essence of style is a simple way of saying something complex.» (GIORGIO ARMANI)

Confieso que soy adicto a las redes sociales. Soy un adicto que quiere librarse de la dependencia a las pantallas, bueno, en realidad a la pantalla del smartphone que me acompaña. Esa especie de varita mágica que guarda fotografías y vídeos; ese becerrito de oro que almacena correo y documentos; esa navaja suiza multiusos que me comunica telefónicamente con quien yo quiera, me deja guasapear, grabar mensajes, hacer fotos, poner alarmas, escuchar la radio, etcétera, etcétera ¡Oh, mi smartphone!

Hace días veía un tweet de Miguel H. Otero (@miguelhotero) en @X (formerly @Twitter) en el que exponía dos tendencias de moda masculina (1). Por un lado, la elegancia del actor británico Sean Connery y por el otro, un joven desconocido vistiendo un modelo imposible que rompía el equilibrio, la comodidad y el buen gusto. Al parecer vivimos en una época en la cual la belleza se difumina fácilmente con la fealdad. La moda de la desproporción y la desmesura se hace hueco en la sociedad moderna. Claro que uno se pregunta quién se atreve a lucir esa vestimenta, cuándo y dónde se ve a un hombre trajeado de esa manera. Los hombres y mujeres que siguen estas tendencias disfrutan – creo yo- asistiendo a las pasarelas de moda de las capitales del mundo (Paris Fashion Week, Tokyo Fashion Week). Yo creo que esos pantalones abombados no son cómodos para caminar ni para nada. La movilidad de los brazos en el interior de esa chaqueta con forma de carpeta tampoco es prometedora. El bienestar de la anatomía humana no está garantizada.

La RAE explica el concepto de moda así:

    1. f. Uso, modo o costumbre que está en boga durante algún tiempo, o en determinado país.
    2. f. Gusto colectivo y cambiante en lo relativo a prendas de vestir y complementos.
    3. f. Conjunto de la vestimenta y los adornos de moda.

No he visto en mi vida un atuendo más incómodo… Y sin embargo, tengo que desdecirme de inmediato a la vista de la ropa escogida por el cantante Sam Smith para un evento. El británico posa sin reparos ante los fotógrafos enfundado en una especie de trébol de cuatro hojas de cuero o látex negro. Imagínese usted mismo sentándose en un café o tratando de subir al metro (2). La moda, cierta clase de moda, no recuerda la elegancia de Chanel ni la sencillez de Armani.

De todos los modelos extraños de las pasarelas hay uno que, a pesar de su semejanza con el caparazón de un caracol, parece cómodo para soportar las bajas temperaturas de invierno. Yo no me lo pondría porque no sabría cómo moverme. Supongo que querría estar quieto sin hacer nada. Estaría protegido de la sensación de frío. Necesitaría quizás un cartel identificativo que dijese «soy yo, Eugenio» o algo por el estilo para que los conocidos supiesen que era yo (3).

No sé qué pensará usted, amable lector, pero a mí me parece que este aspecto extravagante de la moda se rige por el artificio y lo amorfo. Esta versión de la moda no se preocupa por la comodidad del hombre. No se permite resaltar la silueta masculina, sino que la esconde y la ignora deformándola. No hay nada de qué avergonzarse. Antes no nos daba vergüenza vestir bien. Esta tendencia de moda significa una marcha atrás en la elegancia y la belleza masculina.

 


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