Vivimos tiempos muy convulsionados y complejos desde todo punto de vista a escala planetaria.  Ni hablar de las cosas y situaciones que se registran a lo largo y ancho de Venezuela, donde encontramos y tenemos un largo catálogo de injusticias, episodios y condiciones muchas veces infrahumanas y degradantes precisamente a la condición humana. Tal vez la crisis venezolana dentro de sus aristas encontremos conductas toxicas, lesivas, inapropiadas y carentes de ética y de valores humanos.

Si algo definió al venezolano desde todos los tiempos fue su sensibilidad, su sencillez, colaborador, altruista, generoso, honesto, un ser humano conteste con el prójimo, con su par, con su vecino y por ende dispuesto a socorrerlo, ayudarlo, protegerlo. Pareciera que estos años de crisis trasformaron y envilecieron a ese venezolano que describo. Y hoy tenemos un venezolano resabiado, pícaro, insensible. Y quiero insistir no es que los venezolanos somos la concreción de puros aspectos positivos, cuasi divinos, espirituales, etc, etc, pero si fuimos (o seguimos siendo) un referente de buenos ciudadanos, probos, trabajadores, emprendedores, espléndidos y demás.

Este siglo XXI está repleto de cambios y transformaciones en una diversidad de campos y ámbitos, roles, procesos, dinámicas. Para bien o para mal registramos un cumulo de fenómenos y situaciones muchas de las cuales no tienen antecedentes. No podemos comparar lo que estamos registrando y viviendo con ningún período o época anterior.

Hemos dicho y hoy reiteramos que vivimos un mundo que se debate entre certezas e incertidumbres, y una avalancha de retos y desafíos que no tienen antecedentes en épocas anteriores, la rapidez e intensidad de los cambios nos dejan a veces perplejos, se quiebran los referentes, y por ende, los ciudadanos requerimos nuevos códigos, herramientas, esquemas y enfoques para interpretar la sociedad actual, y no sólo sobrevivir a las pandemias como el covid-19 (SARS-CoV-2), o nuevos virus como la viruela del mono, sino otros virus como la corrupción, la trata de seres humanos, nuevas y sofisticadas esclavitudes, terrorismos variados, poderes ocultos que amenazan y enfrentan al Estado, nuevas xenofobias, la degradación de la condición humana en algunos de nuestros países y sociedades, entre otros fenómenos registrados.

Da la impresión de que nuestras vidas son más azarosas o arriesgadas, además de mediatizadas o influidas a niveles inimaginables por nuevas adicciones Netflix, Instagram, TikTok, Twitter, y en simultáneo, nos corresponde debatirnos, repito, entre certezas e incertidumbres permanentemente, tomar decisiones sean pequeñas o más relevantes porque en el mundo actual emergen nuevas preocupaciones a las que nos enfrentamos a diario y donde los patrones o esquemas que teníamos poco aportan o sirven a la hora de decidir en esta modernidad liquidad que vivimos.

La saga de libros y ensayos de Zygmunt Bauman nos aportan y dan luces para interpretar los cambios epocales y la velocidad e intensidad de los mismos. Bauman nos habla de modernidad líquida, sociedad líquida o amor líquido para definir el actual momento de la historia en el que las realidades sólidas de nuestros abuelos o épocas anteriores, como el trabajo y el matrimonio para toda la vida, se han desvanecido o desdibujado. Y han dado paso a un mundo más precario, provisional, efímero, ansioso de novedades y, con frecuencia, hasta agotador.

Retomando nuestra idea sobre la condición humana queda claro que la especie humana es la más desarrollada y paradójicamente la más perversa. El león mata por hambre no por placer. Lo cierto del caso es que estamos registrando en distintos ámbitos y niveles actitudes, conductas, comportamientos y expresiones alejadas de los cánones y principios más elementales que definen al ser humano, a un buen ciudadano. Entre otras cosas nos hemos alejado de Dios sin importar el nombre que cada iglesia o ser humano le dé al creador.

Los combustibles que siempre han movido al mundo y al hombre son el dinero, el poder, el interés, la fama, el odio y el amor. Solo el último es el más noble de todos. Pero no todo lo que brilla es oro y no sé si sea una percepción errada personal, pero estamos viendo actitudes y conductas inapropiada, ruines, malsanas y demás en la familia, en los sindicatos, en los partidos, en el trabajo, en la escuela e incluso en las universidades. Y da la impresión que la maldad e inquina aumentan en tiempos de elecciones y candidaturitis. Estamos viendo declaraciones, correos, cadenas de mensajes, incluso anónimos que expresan desajustes, odios y literalmente “miseria humana”.

Nunca tuvo tanta vigencia el tango “Cambalache” … “que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé. En el 510 y en el 2000 también. Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos, contentos y amargaos, valores y doblé. Pero que el siglo XX es un despliegue de maldad insolente, ya no hay quien lo niegue. Vivimos revolcaos en un merengue Y, en el mismo lodo, todos manoseaos. Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio o chorro, pretencioso, estafador. Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor”.

En este mundo complejo nos corresponde hacer un alto, frenar, evaluar, detenernos un tanto y reencauzar nuestras energías, nuestros proyectos, nuestras iniciativas, conductas, expresiones y para usted de contar. No seamos parte de la inmundicia y miseria humana que se propaga en muchos ámbitos.

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