José Luis Rodríguez Zapatero y Arnaldo Otegi.| Fotos EFE

Les aseguro que no tenía intención alguna de escribir artículo alguno en esta fecha aniversario de la declaración solemne del final de ETA. Reconozco que viendo en estas horas reiteradamente la prevalencia de la mentira sobre la verdad, contemplando la presencia exhaustiva del portavoz del proyecto de ETA, y de otros dirigentes socialistas, he considerado que mi silencio total sería cómplice de la situación y, por ello, culpable. No hay novedad alguna en el contenido de las palabras de Otegi y de Rodríguez Zapatero estos días, pero sí la confirmación de un proceso, que al inicio negaron radicalmente, y que hoy incluso ellos van desvelando al menos en parte. Tras la llegada al poder de los socialistas, después del atentado del 11-M, se produjo un acuerdo marco entre ETA y Rodríguez Zapatero, en virtud del cual se acordó una colaboración entre ambos. ETA, muy debilitada por la actuación de la Guardia Civil, del Cuerpo Nacional de Policía y de la Justicia, dejaba de matar, y Rodríguez Zapatero ofrecía la destrucción no solo del orden constitucional del 78 y del espíritu de la transición, sino también la de un orden social asentado en los fundamentos cristianos. Esta colaboración y este proceso darían lugar años después a un Gobierno Frentepopulista, no solo a lo que algunos dicen que es un Gobierno Frankenstein. Este acuerdo no cambiaba un centímetro la naturaleza de ETA, que más que una estricta organización terrorista ha sido siempre esencialmente un proyecto de ruptura de España, tanto de la nación como de sus fundamentos históricos. Por el contrario, provocó una metamorfosis profunda del partido socialista, que repetía e imitaba una transformación similar a la que se produjo en su seno en la mitad de la II República española, cuando tras la victoria de las derechas apuntó a la revolución social y al Frente Popular de 1935. La moción de censura de mayo de 2018 contra Mariano Rajoy era una pieza, un instrumento, un estadio necesario de este proceso, en el que ya era indispensable configurar un frente popular o un frente de ruptura en el gobierno. La presencia de ayer tan protagonista del portavoz del proyecto político de ETA vuelve a poner de manifiesto la mentira de la derrota de ETA, sin paliativo alguno. Se ha negociado un proceso con ETA, no se ha derrotado a ETA. Y los que hablan todos los días de derrota de la misma ni entienden ni comprenden el carácter, la naturaleza, los objetivos de ruptura y de fractura de su proyecto. No son los herederos de ETA; Bildu nunca ha existido como tal, Bildu nunca se ha rebelado contra ETA, porque en términos de proyecto político solo ha existido, existe y existirá ETA. Lo demás son subterfugios, falsos relatos en determinados momentos para evitar su ilegalización, en otros para justificar la aproximación del partido socialista a ETA, para que el proceso se hiciese realidad. Por el contrario, la pregunta que al menos yo me hago, y no creo equivocarme en que muchos de los dirigentes de ese entorno se la hacen, es cuándo van a volver a llamarse como lo que realmente son: ETA. No nos engañemos, no tienen sentimiento de derrota, porque están ganando por goleada.

¿Cómo van a estar en la derrota si tienen miles de concejales y cargos electos en el País Vasco, si cogobiernan España a través del proceso referido, si son permanentemente protagonistas en la política española, si se han convertido en un eje esencial de una alternativa de izquierdas en el País Vasco, si están avanzando en la exclusión y en la derrota del Partido Nacionalista Vasco, por ejemplo, en gobiernos municipales como los de Irún y Eibar? ¡Ya me gustaría a mi sufrir esta derrota! Los frentes, como los que nos malgobiernan, se aproximan a lo que denominamos «democracias populares», que han sido y son siempre la antítesis de la democracia. Los frentes son tan perversos que nos anestesian a los que no formamos parte del mismo. Nos dividen, nos separan, nos confrontan, debido a la excepcionalidad y anomalía de este instrumento para una democracia occidental consolidada. Cambian las reglas de juego, embarran el terreno hablando, eso sí, todos los días de diálogo y concordia, y de ahí que el mayor error que pueden cometer los partidos políticos que no estén en el frente, esto es, aquellos que tratan de diseñar una alternativa política y social, es que no comprendan su auténtica naturaleza. El mayor error es que piensen que enfrente tienen a un Gobierno de coalición, dentro de las coordenadas de normalidad de una democracia. Un frente es cualquier cosa menos un Gobierno de coalición. Es verdad que la crisis económica expulsó del poder a Rodríguez Zapatero en 2011, pero en aquella fecha aquel Gobierno representaba y significaba solamente un proyecto que sin duda había comenzado, pero que esencialmente era para el futuro.

Perdieron las elecciones, pero mantuvieron el proyecto y consolidaron el frente. En la fecha de hoy, no nos enfrentamos solo a un proyecto sino que nos gobierna un frente, una realidad, no solo un proyecto. Quienes están en la cabeza son la extrema izquierda del País Vasco, ETA y Esquerra Republicana de Cataluña. Más aún, ERC, que había acordado en el año 2003 en Perpiñán una tregua de ETA en Cataluña, se fue convirtiendo a través de las instituciones catalanas en la vanguardia del movimiento nacionalista, sustituyendo al crimen de ETA.

Podemos desempeña el papel de embajador de ambas formaciones y, sin duda, el líder principal en el seno del gobierno es su presidente, Pedro Sánchez. Los frentes no tienen límites, ni morales ni democráticos ni legales. Se resistirán a la pérdida del poder; desde el extremo harán todo lo que tengan que hacer para evitar esa situación, ilegalizarán todo lo que impida su mantenimiento y su presencia en el mismo. Puede que no sea necesario, pero, si lo fuese, no les temblará el pulso, porque en los frentes nunca gobiernan los moderados sino que se imponen siempre los extremos.

Este frente ya ha definido su avance en una doble dirección en estos meses. En primer lugar, la sustitución, el reemplazo, la destrucción de un orden social, asentado en fundamentos cristianos: la vida, la familia, la naturaleza de la dignidad de la persona. Avanzan en este ámbito como elefante en cacharrería, con enorme facilidad, sin resistencia, y es un proyecto global, total, de ingeniería social. Están reinventando la naturaleza humana, la familia, la historia, la biología. La segunda dirección significa un avance para la aproximación con nacionalistas vascos y catalanes. Es más difícil este ámbito que el primero, pero ya claramente apuntan a la reforma constitucional, que en su opinión es el mejor envoltorio de los posibles para la destrucción del orden constitucional de 1978.

Se aproximan, por difícil que parezca, a la autodeterminación, que es el único objetivo que daría satisfacción a todos los nacionalistas. No es fácil pero lo van a intentar sin admitir que se aproximan a la autodeterminación, pero imitando la mentira que también han puesto de manifiesto negando la negociación con ETA. En definitiva, dejémonos de relatos. Simplemente busquemos, defendamos la verdad de nuestro pasado inmediato y de nuestro presente. Si no somos capaces de defender lo que hemos vivido, en directo y en vivo, ¿cómo vamos a hacer frente a la leyenda negra, a la distorsión de la historia lejana de España? Y especialmente, ¿cómo vamos a afrontar nuestro futuro desde la mentira como proyecto? No hay novedad, hay confirmación de que el proyecto al que hacemos frente se asienta no solo en la mentira, sino en el desprecio brutal de la inteligencia de millones de españoles.

 

Jaime Mayor Oreja es exministro del Interior y presidente de la Fundación Valores y Sociedad.

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