“Sin memoria la sociedad es un monstruo moldeable por fantasías criminales”.

Ana Blandiana

Una Venezuela de primer orden, de primera categoría, gozosa de un verdadero Estado de derecho y de justicia, sin ciudadanos de cuarta ni de quinta condición, sino de primera, será posible de alcanzar no solo manteniendo la figura o principio de rendición de cuentas, que es de relevante y fundamental importancia, acatándolo y haciéndolo cumplir.

También la memoria debe servirnos para corregir errores, subsanar omisiones y desde luego, tomar caminos de rectificación que nos permitan mejores condiciones de existencia.

Viene a cuento este introito, por una parte, porque algunos funcionarios desde hace mucho rato no presentan la pública rendición de cuentas a que están obligados, en razón del cargo que ocupan y conforme con las leyes que rigen su funcionamiento.

Hoy Caracas presenta su peor rostro, y es harto conocido el drama que se vive a diario por la inseguridad y la grave falla en los servicios públicos, mientras los encargados de atender esos asuntos se ocupan solo de sus propósitos diabólicos de imponer su revolución a troche y moche.

No olvidemos –y aquí entra en escena la memoria– que aquel desquiciado milico golpista presentó un proyecto de reforma constitucional, a la que él mismo llamó “la mejor Constitución del mundo”. En tal proyecto se eliminaba el principio de la rendición de cuentas. No lo olviden.

Por dicha, tal delirante proyecto de reforma constitucional fue negado por la mayoría decente de venezolanos, que democráticamente acudimos a las urnas a negarlo con un rotundo NO.

Recordemos que a esa derrota, el golpista de Sabaneta la calificó de “victoria de mierda”, en grosera aparición pública donde no pudo ocultar su indignación ni los hinchados nudillos de sus manos. Una prueba más de que unidos podemos derrotar a la barbarie.

No hay memoria ni cuenta que pueda ocultar la grave crisis por la que atraviesa la economía venezolana, y por ende, las calamidades que de aquella se deriva para la desgracia de todos los venezolanos.

Son muchos los que deben rendir cuenta a la Venezuela que merece –por derecho- saber cómo han sido sus desempeños al servicio de la barbarie y en detrimento del país y de sus gentes.

Insisto, recordemos aquel proyecto de reforma constitucional (sic) del megalómano Hugo Chávez –hoy difunto– que pretendía eliminar del contenido de la carta magna el artículo 141, el que cabalmente establece el principio de la rendición de cuentas.

Así como los administradores de empresas o asociaciones mercantiles o civiles deben rendir cuentas de sus actos a las asambleas de accionistas o asociados; los administradores de las herencias a la comunidad de sucesores; los abogados a sus representados o poderdantes, entre otros ejemplos, también el  ESTADO (con mayúsculas) reflejado en las distintas  administraciones públicas en todos sus niveles (nacional, estadal o municipal), debe rendir cuentas de sus actos en razón de la figura que venimos comentando, concatenadamente con el de responsabilidad y honestidad.

En nuestra vida doméstica, diaria, personal o familiar, vemos la rendición de cuentas; desde la información casera, la devolución del vuelto, la aclaratoria de los asuntos que nos atañen; cuando nuestros hijos nos dicen qué les ocurrió, qué se les pidió en el colegio, cuándo y cómo hacen las tareas asignadas, en esos sencillos ejemplos vemos claramente la rendición de cuentas, lo que al propio tiempo implica responsabilidad y honestidad.

Al menos eso intentamos hacer con nuestros hijos, inculcándoles el deber de rendir cuentas, con responsabilidad y siendo honestos en todas sus actuaciones; que el dinero mal habido es mal consejero; que el dinero ajeno se respeta; que el corazón debe ser corazón siempre, y alcancía debe ser eso; que no se debe traficar con los sueños de la gente, y que no debemos colocarnos un bozal de arepa en nuestra bocas ni tampoco en nuestros ojos, a cambio de un cargo público.

Se trata de cumplir con los deberes personales, familiares, profesionales o ciudadanos; es un peso que habría de aplicarlo a todas las conductas de nuestras vidas. No es que hoy se cumpla a cabalidad el 141 constitucional, pues la barbarie sigue haciendo lo que se le antoja.

¿Se dan cuenta? Aunque no fue aprobada aquella otra locura chavista, y la norma que impone la obligación de rendir cuentas sigue vigente, vemos cómo la barbarie la saluda como a la bandera, acrecentando la corrupción, el amiguismo y el doloso manejo de los dineros públicos.

El erario sigue llorando y sufre por cada mordida; la caja negra de Pdvsa sigue más negra como nunca antes y rojos rojitos pretendiendo lavarse la conciencia, pero hasta allá no llega agua ni jabón.

Dice bien la escritora rumana Ana Blandiana cuando afirma: “La destrucción de la memoria es un crimen contra una nación y contra la historia. Esa es la obra primordial del comunismo”.

Mientras la justicia no logre ser una forma de la memoria, la memoria es en sí misma una forma de la justicia.

Si usted no cultiva su memoria, vendrá otro a sembrar cuentos de rutas y caminos, de empanadas y conucos. Y no lo olvide, la memoria es de los demócratas, del autócrata el olvido.


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