En la vida de una nación

existen momentos que hieren la memoria

y la idea que uno tiene de su país.

 (Presidente Jacques Chirac, 16-8-1995)

En una mañana del verano parisino, dos hermanos (una niña de 10 y un niño de 4 años) juegan bajo las sábanas, cuando son interrumpidos por el violento golpeteo a su puerta. Es la policía que tiene órdenes de llevar a la familia entera a campos de concentración, así ocurre con los 13.000 judíos de la capital de Francia (y gradualmente los 330.000 de todo el país) entre el 16 y 17 de julio de 1942. La niña de nombre Sarah decide salvar a su hermano Michel encerrándolo bajo llave en un pequeño armario empotrado en la pared. Los policías no se dan cuenta, Sarah sabe que el padre que está ausente llegará luego y lo salvará, pero también es apresado ¿y ahora? Son enviados temporalmente al velódromo de invierno (conocido como Vél’ d’Hiv’) en la que son hacinados sin casi comida, agua o baños. Por esta razón dicha redada será llamada Rafle du Vél’ d’Hiv’. Y el relato que hemos hecho es la primera parte de la película: Elle s’appelait Sarah/ La llave de Sarah (2010) de Gilles Paquet-Brenner. Los personajes son ficticios pero el horror que vivieron estos niños no lo fue.

La llave de Sarah (adaptación cinematográfica del libro homónimo de 2006 de Tatiana de Rosnay) no es la única película sobre el tema, pero es la que mejor reconstruye dos aspectos: el profundo dolor que generó, en especial en los niños, y cómo 60 años después los franceses no han terminado de reconocer hasta dónde llegó el colaboracionismo con el ocupante nazi en la Segunda Guerra Mundial. Al ser una trama que se desarrolla en el pasado (la vida de Sarah) y el presente (la vida de una periodista en 2002 que elabora un reportaje sobre la Redada del Velódromo de Invierno ¡y que está casada con el nieto de los que ocuparon la casa de Sarah!); permite examinar el problema de la culpa y la memoria.

En 2010 también se estrenó un filme que trata el mismo tema pero de manera cronológica: La rafle de Roselyne Bosch. Muestra la toma de decisión por parte de Adolf Hitler y la SS-Gestapo coordinando el plan (Operación Viento Primaveral) con el Estado y la policía francesa, para después pasar al horror de la redada (donde algunas personas en su desesperación se suicidaban), el hacinamiento en el velódromo y luego el campo de concentración donde serán separados hombres y mujeres con los niños, para posteriormente dejar a estos solos hasta que los envían directamente a las cámaras de gases en Auschwitz ¡por decisión de las autoridades francesas que aceptan su entrega a los alemanes!

La tercera película reciente que habla también de los niños franceses judíos en el Holocausto es Les heretiers (2014) de Marie-Castille Mention-Schaar, y que acá fue conocida como La profesora de Historia. No hay reconstrucción de las escenas del pasado (aunque participa un sobreviviente representándose a sí mismo: Léon Zyguel), sino cómo una clase de adolescentes parisinos con diferentes orígenes étnicos y religiosos descubren el horror del genocidio. Pero lo más importante es que resalta el desconocimiento que se tenía de la colaboración francesa. Es la mejor prueba del principio del historiador Benedetto Croce: «La historia siempre es historia del presente», en el sentido de su resignificación y cómo el examen de este hecho del pasado nos muestra la pervivencia del racismo y la intolerancia. Porque es solo entre finales del siglo XX y principios del XXI que Francia como sociedad supera la visión del general Charles de Gaulle que reducía su participación en la Segunda Guerra Mundial a la gloriosa Resistencia, intentando ocultar en el olvido el colaboracionismo. Es con el presidente Francois Mitterrand en 1992 que por primera vez se reconoce esta vergüenza nacional y se comienza a consolidar con el presidente Chirac en 1995.

La deshonra de Francia como Estado y sociedad no fue la derrota frente a la invasión del Tercer Reich, sino el haber colaborado con el totalitarismo nazi estableciendo un régimen presidido por el mariscal Phillipe Petain, que lo imitaba. Una vez firmado el Armisticio (22 de junio de 1940), el ministro Pierre Laval solicita al Parlamento que le otorgue al héroe de Verdún plenos poderes. De 662 diputados, 565 votaron a favor y 80 en contra, 17 se abstuvieron; y al día siguiente el anciano mariscal disuelve las cámaras de los representantes del pueblo y elimina la Constitución. La Tercera República había muerto pero no el Estado. La burocracia y policía francesa cooperarán en la creación de las condiciones para llevar a cabo la persecución, confinamiento y deportación a los campos de exterminio de los compatriotas judíos. La Francia que había dado al mundo los principios de la democracia-liberal, los “Derechos del hombre y del ciudadano” de su Revolución; ahora se hacía cómplice del mayor crimen de la humanidad: el genocidio racional, sistemático, masivo e industrializado de los judíos y los pueblos considerados inferiores por la ideología del odio.

La semana que viene seguiremos con el tema de la Shoah y del “Nuevo Orden” que pretendía establecer el Tercer Reich en Europa. No trataremos Francia, sino el resto del continente ocupado y cómo la Solución Final se comenzaba a aplicar, pero también lo relativo a la mano de obra “esclava” y los prisioneros de guerra, durante el año de 1942. Es uno de los artículos que hacemos, no de un hecho que cumple 80 años exactamente tal como el de hoy, sino aquellos en los que se revisan aspectos permanentes de la Segunda Guerra Mundial: Nuevo Orden y genocidio, economía, Batalla del Atlántico, bombardeo sobre Europa, entre otros.


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