Llevamos años denunciando que una de las iniciativas más dañinas de Sánchez en los cuatro años y medio que ha sumado ya en el poder ha sido la de devaluar el valor de la mentira, su coste político para quien la emplea, ningunear su importancia. Todos sabemos que no hace tanto, en la generación anterior, cuando pillaban a un político mintiendo, su carrera estaba acabada. Todavía en la década pasada, vimos cómo la carrera política del ministro de Defensa alemán, Karl Theodor zu Guttenberg, era finiquitada en 2011 por un plagio de su tesis doctoral. Plagiar es una forma de mentir porque se está reivindicando como propio lo que es de terceros. En 2013 dimitió por causas similares la ministra de Educación y Ciencia germana, Annette Schavan. Pero en 2018 ABC descubrió el plagio sin matices perpetrado por el presidente del Gobierno español. Y aquí fue cuando por primera vez oímos hablar de los «bulos de la derecha». El bulo, por supuesto, no era tal. Era una verdad como el Taj Mahal, pero la izquierda, como un solo hombre, se precipitó a desmentir esa verdad y lanzar todo tipo de bulos. Ellos sí. Quede claro que el éxito de Sánchez en empezar a rebajar el coste que implica decir mentiras sólo se aplicó en España, porque en mayo de 2021, la ministra alemana de Familia, Juventud y Mujer, la socialdemócrata Franziska Giffey, tenía que dimitir por la misma causa.

Me he acordado de la diferente manera de ver cómo se trata los bulos en un país y en otro recordando lo que cayó sobre los que hacíamos ABC en 2018. Hace falta tener perendengues para ser el partido que ha institucionalizado la mentira y anunciar que se va a poner en marcha un comité para desmentir bulos. Y esto viene después de que una ministra pidiera que cada informativo tuviera al final unos minutos para que el Gobierno diera su propia versión.

A la hora de analizar lo que es un bulo, habría que empezar por preguntar no ya si era verdad o no la noticia del plagio de la tesis de Sánchez, que también, sino si era verdad que Sánchez jamás pactaría con Iglesias porque no podría dormir. ¿Cuál de los dos era el bulo, que no podría dormir o que no pactaría? Creo que la respuesta a esa me la sé sin necesidad de que se me ilustre.

Y, supongo que tampoco era un bulo que «jamás pactaremos con Bildu y si quiere se lo digo cinco veces». Porque ahí el bulo no era que no iban a pactar con Bildu, sólo faltaba a la verdad porque en realidad no pensaba repetirlo cinco veces. Él está para cosas más importantes.

Quizá Sánchez conozca a alguien que crea que no fue un bulo decir que «nunca pondré la gobernabilidad de España en manos del independentismo» y tiene razón, porque no es sólo la gobernabilidad lo que ha rendido al independentismo. También es el honor de una nación plurisecular que se ve ahora humillada ante el mundo por cómo se legisla atendiendo a las solicitudes de los delincuentes.

Como tampoco era un bulo decir que los condenados del procés cumplirían íntegras sus condenas. Igual que el Pedro Sánchez candidato a la Presidencia del Gobierno es una persona distinta del Pedro Sánchez presidente del Gobierno, Carmen Calvo dixit, la integridad de las condenas hay que entenderla según los criterios personales de Sánchez. Cuando a Bill Clinton, en su proceso, le preguntaron si había mantenido relaciones sexuales con la becaria de la Casa Blanca, su respuesta fue preguntar qué se entendía por sexo. Todo para concluir que el sexo oral no era sexo para Clinton. Ni dar un indulto es no cumplir las penas íntegras según Sánchez.

Decir que existía un comité de expertos para abordar la pandemia tampoco era un bulo. Como no debió de serlo el decir que jamás habría rebaja de penas para violadores o que se iba a tipificar como delito la convocatoria ilegal de referendos. Es evidente que esto no era un bulo porque lo que en realidad quería decir es que los iba a hacer legales y así no se podía cometer una ilegalidad convocándolos.

El uso y abuso de la falsedad y el bulo por parte de este Gobierno ha llegado a tal extremo que cuando alcanzan un punto en el que ya es imposible hacer creer ni a los suyos que las críticas desde los pocos medios no arrimados al amparo de la Moncloa son mentiras, ellos reaccionan así. Anuncian la creación de un comité para desmentir los bulos de la derecha. No hay ni el más mínimo pudor. Es como el 1984 de Orwell. Con un par –en la garganta–.

Artículo publicado en el diario El Debate de España


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