La marcha de la locuraThe March of Follies– fue el título que le dio la historiadora norteamericana Barbara W. Tuchman a uno de los análisis críticos de la historia de Occidente más certeros y polémicos escritos en las últimas décadas. Su subtítulo lo sintetiza en una frase: La sinrazón desde Troya hasta Vietnam. Un seguimiento permanente a la insensatez reinante podría modificarlo al calor de la porfiada impertinencia de los insensatos que (des)gobiernan la historia: cambie Vietnam por Cuba, por Venezuela, por México, incluso por España y el Grupo de Puebla o el Foro de Sao Paulo, y expresará lo mismo: la tozuda insistencia de los gobernantes en proceder en contra de sus propios intereses. Obedeciendo religiosamente la definición dada por Einstein a la locura: hacer una y mil veces lo mismo esperando resultados diferentes. Y obedeciendo a la definición de Barbara Tuchman de la marcha de la locura: actuar tozuda y sistemáticamente contra los propios intereses.

Venezuela ha sido la guinda de la torta de la marcha de la locura de América Latina en las últimas dos décadas. Rica, libre, próspera y encaminada a encabezar la región a nivel global gracias a sus logros políticos poniendo su cabeza de playa en Davos, tuvieron sus élites intelectuales, empresariales y políticas que entregarse a la imbecilidad de los caciques adecos y copeyanos y amputarse sus fuerzas más renovadoras e iniciar la gran marcha de la insensatez. Cambiar a Pérez por Rafael Caldera y a Caldera por Hugo Chávez ha sido la prueba fehaciente de que la marcha de la locura se había apoderado del ritmo vital de un país que venía de éxito en éxito. Para trocar esa marcha de la sensatez por la marcha de la locura: de lo mejor a lo peor. Y como para demostrar que la locura se siente a sus anchas en los cenáculos académicos y en las alturas de los comandos políticos, los directores de la banda de la locura no escatimaron en prodigarse por hundir a su país en la cloaca insondable de su miseria: Arturo Uslar Pietri, Juan Liscano, Ramón Escovar Salom, Maíz Vallenilla, José Vicente Rangel, Miguel Otero Silva y esa plétora de abajo firmantes que terminarían por hundir a la Venezuela próspera en la inmundicia de la miseria.

No por haber cumplido su cometido y terminar por enrumbar al país por la marcha de la locura han cesado los delirios. Si antes prefirió a Caldera frente a Pérez, ahora, bajo el comando general del más analfabeta de los presidentes de su historia –para mayor INRI ni siquiera nacido en el país– prefiere a los cagaleches de Voluntad Popular a la hora de escoger un presidente interino. Sin siquiera definir previamente en qué consiste ese interinato, cuáles son sus poderes y atributos, a quién o a quiénes deberá darle cuentas, se saca de la manga a una de las fichas de la familia López Mendoza, súbitamente encumbrada a la jefatura de los boyardos.

No es el flautista de Hamelin. Es el trombonista de Leopoldo López. Ante el absoluto silencio de la manada. Acobardada por el chantaje unitario, la subordinación a las mafias asamblearias, el complejo de superioridad. ¿Cómo podría sacar de la locura a un país definitivamente extraviado un joven e inmaduro político inexperto y oportunista? Ya agarramos el ritmo y marchamos al compás de la locura. Que Dios se apiade y compadezca.

@sangarccs


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