Andrés BALLESTEROS / AFP

El jurado del Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes propuso a Rafael Cadenas, el Poeta Mayor de Venezuela, para ser galardonado con el Premio Cervantes 2022. Concedido por el Ministerio de Cultura y Deporte, el Premio Cervantes está dotado de una cantidad de dinero, hoy en día necesaria para cualquier profesor venezolano que vive en pésimas condiciones de existencia.

El fallo del jurado fue anunciado por el ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta, acompañado de la directora general del Libro y Fomento de la Lectura, María José Gálvez, en un acto celebrado en el Auditorio del Ministerio de Cultura y Deporte tras la reunión del jurado. Se trata del primer autor premiado de nacionalidad venezolana, lo cual ensancha el ámbito geográfico de premiados con este galardón. Señores, esto ocurrió el pasado 10 de noviembre de 2022.

Destaco la fecha del anuncio (10 de noviembre de 2022), aunque las deliberaciones del jurado comenzaron mucho antes, claro está, porque un conspicuo neopoeta del régimen se ha atrevido a afirmar: “Ojalá ese premio no se trate de una manipulación política”. ¿No es esto miseria intelectual, enanismo y escasez de criterio, mezquindad que obnubila el entendimiento?

El jurado le ha otorgado el premio a Rafael Cadenas por «su vasta y dilatada obra literaria» y reconoce «la trascendencia de un creador que ha hecho de la poesía un motivo de su propia existencia y la ha llevado hasta alturas de excelencia en nuestra lengua». Según el jurado, «su obra es una de las más importantes y demuestra el poder transformador de la palabra cuando la lengua es llevada al límite de sus posibilidades creadoras». Cadenas «hace destilar de las palabras su esencia deslumbrante, colocándolas en el territorio dual del sueño y la vigilia y haciendo que sus poemas sean una honda expresión de la existencia misma y del universo, poniéndolas también en una dimensión que es a la vez mística y terrenal». 

Anunciado el ganador del premio, alguien preguntó al ministro de Cultura si el ganador iría a España a recibirlo, y este respondió: “No le puedo confirmar su presencia, y esto es la prueba de que se otorgan los premios sin saber realmente si el premiado va a poder venir o no. En otro tipo de galardones la presencialidad cuenta mucho. En este caso lo que el jurado ha estimado es el valor de la obra y no las posibilidades de desplazamiento del autor. Me dicen que vive en Francia –dijo el ministro- lejos, pero no tanto”.

Como se sabe, el maestro Cadenas vive en Venezuela, no en Francia. Y por dicha, pudo ir a recibir su premio bien merecido, acompañado de su familia, amigos y allegados, en un ambiente de celebración que debe continuar por siempre. Pues como ha dicho el académico Elías Pino Iturrieta, bien vale la pena redundar en los méritos que llevaron al insigne larense a la cúspide del máximo premio de literatura en letras castellanas.

El rey le acomodó la medalla, la reina lo saludó con ambas manos, sin regias poses, la mueca del premiado, la garúa casi cae de sus ojos, mientras una entusiasta audiencia aplaude con razón al Poeta Mayor de Venezuela.

Una semana después del anuncio, en el Trasnocho Cultural, dijo Rafael Cadenas: “Sé que he ganado un premio importante, pero sepan que yo soy el mismo de la semana pasada”.

Quiero insistir en lo detestable y aborrecible que resulta afirmar, o asomar que el Cadenas que ha ganado el Cervantes, o viceversa, el Cervantes que ha ganado Cadenas, haya sido obra de algún lobbyde escritores, intelectuales o políticos con fines inconfesables o “falsas maniobras” para manipulaciones o aprovechamientos de ninguna naturaleza.

La poesía, el arte, el pensamiento son como contrapeso del poder y de la sociedad. Aquél tiende a volverse perverso y ésta a aletargarse. Se requieren antídotos fuertes para contrarrestar esas calamidades y dónde encontrarlos sino dentro de la cultura. Y ante la intolerancia e idiotez de la mandonería, es preciso usar como armas de convicción y defensa las que el régimen no tiene: asomos de cultura y de sensibilidad.

“El revolucionario no es demócrata; él lo sabe, pero debería decirlo para sincerarse”, nos enseña Rafael Cadenas. Y además nos aconseja: “No seas juglar de ningún caudillo”.

Cualquier saludo del régimen, disfrazado de felicitación, conlleva una infamia, reconcomio o insulto encubierto, porque así actúa la peste, como la raya, como la mala intención. La mezquindad y el resentimiento le son connaturales, inmanentes y consustanciales.

Si el poeta mayor Rafael Cadenas, premio Cervantes 2022, rinde tributo al idioma, defiende la democracia y al propio tiempo a la universidad, profesores y estudiantes, es imposible esperar reconocimiento alguno de la barbarie que nos oprime y huella nuestra dignidad.

Si la peste odia el estudio, repudia la universidad, rechaza el olor a lápiz y cuaderno, le huye al pupitre y al pizarrón, es alérgica a la tiza y al borrador, maltrata a profesores y a estudiantes, los humilla, los mata, ¡qué le importa que el insigne Cadenas gane el Cervantes!

Las clases dominantes conocen el poder del arte, aunque finjan ignorarlo, también las trapisondas para incorporar al artista a su entorno. Estas aprovechan el poder que ostentan e incorporan también a su entorno a escritores, deportistas y otros que les aplaudan.

Los sátrapas saben que un cargo, privilegio, o sinecura, puede obrar como agua fría sobre el ímpetu idealista de las buenas intenciones. En las cortes de los mandones brillan lúgubres payasos capaces de componer poemas y manejar palabras.

Vergüenza da el servilismo de intelectuales que se venden a la satrapía por un plato de lentejas. Artistas y deportistas no escapan de tales prácticas aborrecibles.

Intelectuales o artistas de alquiler, dispuestos a recoger la limosna del déspota de turno. Al artista hay que pagarle; pero cuando se trueca la conciencia y la dignidad por monedas, la vergüenza es propia y ajena.

Se puede ser un gran escritor y un pequeño hombre; un gran escritor y un enano miserable. Se puede ser un revolucionario y tener la pesebrera colmada de pienso para el invierno.

Un día Diógenes comía lentejas. Aristipo, otro filósofo que adulaba a Alejandro Magno, le dijo: «Mira, si fueras sumiso al rey, no tendrías que comer esa basura de lentejas». Diógenes contestó: «Si tú aprendieras a comer lentejas, no tendrías que degradarte adulando al rey». 

La adulación ha existido en toda la historia de la humanidad siempre asociada a lo perverso. La barbarie prefiere espejos complacientes, a aquellos de la madrastra que les diga la verdad sobre sus fechorías y fealdades.

Hoy la primera máquina de escribir de Rafael Cadenas está en la caja correspondiente en el Instituto Cervantes, la primera de las dos que ha tenido, una Olivetti Estudio 46 de color azul, la ha legado en la caja 1287 de Caja de las Letras de Instituto Cervantes, de la cual tiene un ejemplar de la llave.

¡Cómo no llenarse uno también de España!

 


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