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Foto Mairet Chourio

Es habitual que gente de diversas edades, grupos sociales y adscripciones ideológicas, se manifieste en las calles con distintas maneras de demandas. Sin embargo, eso no fue siempre así. En el libro La manifestación. Cuando la acción colectiva toma las calles (Siglo Veintiuno, 2015), Olivier Fillieule y Danielle Tartakowsky trazan un recorrido histórico del repertorio de protestas, con una visión comparativa y global.

Charles Tilly refiere que la manifestación en su sentido contemporáneo surge en 1850 y es una estilización teórica, y que cualquier estudio histórico de los casos nacionales incita a relativizarla. Para el Nuevo Mundo, la cuestión de la transición entre el repertorio de acciones del Antiguo Régimen y el repertorio moderno, no tiene siquiera la menor pertinencia. En Europa, las guerras napoleónicas y luego las revoluciones francesas del temprano siglo XIX provocaron una conmoción, cuyos ecos fueron perceptibles en el continente entero, e incluso más allá. En numerosos Estados, estos momentos de conmoción, de crisis y a veces de revolución, fueron acompañados por «movimientos callejeros» que pertenecen al repertorio del Antiguo Régimen y que durante algún tiempo pueden prolongarse en marchas pacíficas.

Tilly refiere que la manifestación callejera solo se afirma como modalidad de acción política, con el surgimiento de una esfera pública y con la consolidación de las democracias parlamentarias. De ahí, el evidente desfase entre tres conjuntos geopolíticos: el continente americano, Europa occidental y Australia, donde el fenómeno es precoz; Europa oriental, donde es claramente más tardío; y Asia, África y Oriente Medio, donde constituye una importación paradójica de la colonización o de la occidentalización y de las resistencias que estas suscitan.

De tal manera que en los regímenes en crisis, la «calle» puede convertirse en uno de los elementos en juego y, en un instrumento de lucha indisoluble de las crisis revolucionarias, concebidas como el medio o la tentativa de giro de un régimen a otro.

En Venezuela, las manifestaciones pacíficas repuntaron a finales de septiembre del año pasado 2022. Son un indicador del “clima de desasosiego del interior”, dicen analistas, añadiendo que «No vienen marcadas por una organización política».

Las protestas ciudadanas ocurridas en las últimas semanas en Venezuela, principalmente notorias en el interior del país, nacen del “hartazgo” de la gente por la pobre calidad de vida y no de una respuesta al llamado de líderes políticos de oposición.

Las manifestaciones han ido creciendo en el país, a pesar de la pandemia, según el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS). La organización no gubernamental había registrado cerca de 6.000. De ellas, 80% se originó por la exigencia de sus derechos económicos, sociales, culturales y ambientales, conocidos como “Desca”.

Una marcha para reclamar servicios básicos eficientes y salarios dignos de maestros en Yaracuy, un estado del centro occidente del país, con 780.000 habitantes, dio origen el 25 de septiembre pasado a una seguidilla de protestas en pueblos y municipios de esa región durante al menos 5 días. Progresivamente, otros pueblos del país se sumaron. El OVCS reportó 190 “manifestaciones pacíficas” que se derivaron de la ocurrida en Yaracuy.

Desde el  5 de octubre del año 2022, el Observatorio registró 130 manifestaciones pacíficas en toda Venezuela, protagonizadas por educadores, que hasta la presente fecha  demandan mejores reivindicaciones laborales.

Juan Manuel Track, sociólogo y doctor en procesos políticos contemporáneos, opina que las manifestaciones en lugares “poco tradicionales” de Venezuela, reflejan que aún existen espacios donde la gente se atreve a exigir el cumplimiento de las funciones de gobierno, a pesar del temor a la represión. No nacen de las persuasiones de partidos, ni de líderes opositores, observa.

Son protestas enmarcadas en la crisis de servicios y en la incapacidad del Estado, de ofrecer bienes y servicios públicos, necesarios para el funcionamiento normal de la sociedad. Son espontáneas. No están marcadas por una organización política o social que dicte una pauta.

Si bien la protesta de los educadores, es convocada por los docentes, la convocatoria viene de la mano de las protestas anteriores, que muestran el hartazgo de la gente. Se esfuerzan sin embargo,  por “montarse sobre la ola” de las protestas que están ocurriendo en las 23 regiones del país y hasta en la capital.

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