Fotografía tomada por el autor el 7 de octubre de 2000 de la inscripción de “Miranda” en el Arco del Triunfo en París

El mes de marzo tiene un aire muy especial al que personalmente le atribuyo una particular razón como lo es la de la primavera (en el hemisferio norte), y con ella la sensación de renacer, de reinvención.

Relacionado con esta estación ha sido también muy vinculada con una ciudad a la que también me he sentido muy atraído como es París, y la providencia me ha bendecido con la oportunidad una estancia en la ciudad luz y recibir la primavera, con su buen clima y por supuesto con las reflexiones propias que resultan de respirar aires más ligeros, más libres, algo que desde hace un buen tiempo Venezuela extraña.

París, más que la ciudad, la experiencia, históricamente ha sido también fomentador del pensamiento creativo y liberador en muchas áreas del conocimiento y las artes, no en vano hemos observado interesantes personajes venezolanos que en todos los tiempos durante sus deambulaciones, o «Flanêr» entre sus calles o cavilaciones en sus parques o jardines, sirvieron de inspiración a sus más íntimas y personales ideas, sean estas artísticas, literarias, científicas, jurídicas, políticas y principalmente libertarias.

Sin duda, no obstante pudieran ser miles los venezolanos que hayan podido recibir de esta ciudad las luces que en toda esquina pone a disposición de sus visitantes, ha habido uno que de manera muy especial se encuentra reconocido en esta interesante nación quien no necesita prácticamente presentación alguna, Sebastián Francisco de Miranda Rodríguez, el único venezolano cuyo nombre aparece en el famoso Arco del Triunfo.

Como se refiriera, muchos han sido los venezolanos que danzando las calles de la ciudad cargando su espíritu con esa especial energía que incluso transciende la identidad de la ciudad frente a la propia nación, siendo caso notable el de las dos visitas que Simón Bolívar hiciera y de los que se habrían efectuado reseñas sobre su afición por el baile y una muy dinámica vida social, sin duda un tema digno de analizar, pero no esta vez, ya que estando en el mes de marzo, y siendo el día 28 el aniversario del nacimiento de Sebastián Francisco, merece que tengamos a nuestro personaje y este mes como referente para las reflexiones que hoy nos toca efectuar.

Desde los primeros días del mes de marzo en París y animado por la coincidencia con el aniversario de Miranda, sin duda el venezolano universal, pude sostener diversas conversaciones con coterráneos y plantear el hablar sobre la venezolanidad en Francia y más específicamente en París, ciudad que inspirara grandes ideales de libertad, cuando entre los asistentes un señor de manera bastante dolida no dudó en afirmar de manera tajante «tener la nacionalidad venezolana hoy es una maldición, es lo peor que le puede pasar a un ciudadano».

Podrán imaginar la cara de los allí presentes, (éramos muy pocos, era solo un acercamiento para ver qué actividad podíamos realizar).

Tal vez fue porque mi expresión no fuera tan sorpresiva, pero pocos minutos después, se me acercaba, llamémoslo José Cristóbal Hernández, quien no tuvo reparo alguno en extenderse en justificar su enérgica conclusión que me permito parafrasear y compartir aquí.

«Estimado profesor, puedo comprender su interés y buenas intenciones de destacar las visitas y actividades realizadas no solo aquí (en Francia) sino en todo el mundo de venezolanos que por cualquiera hayan sido las razones salimos del país, desde aquellos famosos como Miranda y Bolívar que usted menciona, así como otros que sabemos que aquí han desarrollado su vida profesional,  académica o simplemente familiar por el deseo de ofrecerle a nuestros hijos una mejor vida, pero hoy, o mejor dicho, en estos momentos, durante la existencia de un régimen que atenta contra nuestra dignidad, el ser venezolano es simplemente una maldición de llevamos a cuesta.

«No quiero que lo tome a mal ni que se sienta ofendido, respeto y admiro que destaque en estas tierras la nobleza de Venezuela y su gente, pero hay que diferenciar lo que es el país y en lo que lo han convertido, un infierno, incluso peor, donde no solo sufre quien se encuentra aún allí sino que se extiende a todos quienes hemos podido salir.

«Soy venezolano, y afortunadamente tengo la nacionalidad portuguesa, lo que me permitió al final de los años 90 antes de que la desgracia política llegara al país salir a estudiar a Europa donde trabajé y formé familia también con otra venezolana hija de europeos.

«Pude observar, bien desde lejos geográficamente, pero padeciendo muy de cerca espiritualmente, como el esfuerzo de mis padres se desvanecía con el paso del tiempo, como para cualquier trámite, desde gestionar una partida de nacimiento, apostillar unas notas, o simplemente otorgar un poder, además de ser una tarea complicada deben pagarse grandes cantidades de dinero destinada a sostener el sistema corrupto.

«Tengo dos hijos, uno presentado como venezolano y el otro aún no, y no sé si sea ahora conveniente hacerlo. Pudimos en algún momento viajar para que conocieran el hermoso país que a sus abuelos y a sus papás les abrió las puertas y el corazón, fueron a Mérida y a Margarita, disfrutaron con sus primos e hicieron nuevos amigos, pero también tuvieron el amargo sabor de experimentar su criminalidad al ser víctima de un atraco, algo que los marcó al punto que no desean ir más hasta ahora.

«Hace par de años tuve problemas con la renovación de mi pasaporte, no es que no me preocupe tenerlo, soy y me siento venezolano, pero mientras lo tramitaba, lo que cada vez era más complejo, viajaba a Venezuela con el pasaporte europeo.

«Hoy tengo vencidos el pasaporte y la cédula y no he podido renovar ninguno de los dos. Como le dije hago vida con mi identificación europea, pero sé de venezolanos que simplemente están presos en otros países y no pueden moverse porque carecen de otros documentos.

«Recientemente enfermó mi padre y si bien pude hacerle llegar recursos necesarios para su tratamiento, cuando estaba haciendo planes para ir a visitarlos me comentan que no puedo ir porque a pesar de que tengo pasaporte europeo, siendo venezolano, no puedo entrar o salir sin el pasaporte venezolano, y que así lo habría señalado el propio director del Saime, un señor que no solo pareciera no saber la gran red de corrupción que gira en torno a todo lo vinculado con la renovación y expedición de pasaportes donde la burocracia y situación migratoria no son sino excusas para sostener todo un sistema corrupto, sino que es un absoluto ignorante en materia de nacionalidad y ciudadanía, mostrándose en las redes como lo que son, dictadores, que no se conforman con oprimir y dañar a quienes están físicamente en el país, sino que por todos los medios hacen lo posible para hacerlo a quienes estamos fuera, sea en Miami o en Tenerife, en Madrid o Miami, Bogotá o París… hoy en día es una maldición tener la nacionalidad venezolana…

«Me disculpa profesor, muy interesante su planteamiento sobre venezolanidad en el exterior y todo eso, pero no me joda… lo que hemos conseguido de nuestra patria desde por lo menos estos últimos 20 años son atropellos, no hay país, no hay derecho y no hay en mínimo respeto a los ciudadanos, estén o no en el territorio.

«¿Qué diría Miranda? ¿Qué diría Bolívar? ¿Cómo entender esa venezolanidad de la que habla en este siglo XXI en la que no existe ese país?»

Siempre me he considerado bastante elocuente, capaz de analizar y responder difíciles interrogantes.

He tenido conocimiento de situaciones como las que señalaba nuestro amigo José Cristóbal, con mayor o menor gravedad, aún así no sé si calificaría como maldición la de tener la nacionalidad venezolana en estos momentos, para algunos ha sido una carga, para otros una ventaja, para todos una compleja condición que debemos personalmente analizar e interiorizar de manera crítica.

No me he vuelto a encontrar con José Cristóbal, no sé que responderle aún, a él y a tantos otros que tienen similares cuestionamientos. Sigo deambulando, cavilando y preguntándome ésas mismas interrogantes.

Probablemente pese a las dificultades y la innegable diáspora no sea una maldición sino por el contrario una bendición de que Venezuela se haya desbordado más allá de un territorio y que sirva todo esto para promover la venezolanidad y desenmascarar el venezolanaje, una buena interrogante para Miranda, el venezolano universal en este mes del aniversario de su nacimiento.

¿Qué piensas tú?

 

 

 


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