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China ha conseguido mantener el dinamismo de su economía a pesar de la recesión global causada por la andemia del COVID. La guerra que ha emprendido Rusia contra Ucrania generará un impacto significativo en las economías del planeta entero y ello representa un reto colosal para Pekín. Mostrar al exterior y al interior del país que ha conseguido su propósito de mantener a China a salvo de las turbulencias externas se tornará un objetivo inalcanzable si la invasión rusa se perpetua en el tiempo provocando un cerco internacional en su contra. No es posible ignorar los efectos que ello tendría en el comportamiento de las cadenas de suministro globales en las que China es un actor principalísimo.

El asunto es particularmente apremiante porque antes de fin de año el jefe del gobierno chino estará frente a un hito trascendental de su carrera que es el de intentar renovar por tercera vez su puesto al frente de la conducción del país. Para ello materializar un 5% de crecimiento en el PIB de China es una necesidad y esta meta se desdibuja mientras el conflicto ruso se desarrolla porque impactará frontalmente la estabilidad de sus mercados de exportación y la fortaleza del consumo mundial. Hoy, pues,mantenerse abierta al mundo es imperativo para China y ello no será alcanzado poniéndose del lado del invasor de Ucrania.

El liderazgo de Xi continuará con la fortaleza que se requiere en la medida en que consiga mantener el ritmo de prosperidad y estabilidad para los suyos que fue capaz de preservar durante la pandemia. Deberá mantener el dinamismo en la creación de empleos para poder incentivar el crecimiento de la demanda interna ya que como ya expresamos, podrá incidir poco en el descalabro del consumo mundial que será notorio en pocas semanas.

Solo considerando los elementos económicos, el líder chino se encuentra ante un turbio e inquietante panorama después de haber hecho público, hace muy pocas semanas, un acuerdo de cooperación con Moscú. En aquel momento privaba la necesidad de otorgarle respaldo a uno de sus más importantes socios comerciales con el que intercambia bienes y servicios por 150.000 millones de dólares.

Pero miremos otros terrenos. Una de las posiciones más “principistas” de Xi Jinping y una sobre la cual China quiebra lanzas en todos los escenarios es la de la preservación de la territorialidad y la importancia que para este gobernante reviste el respeto de la soberanía ajena. Es el caso que uno de sus más visibles socios ha pisoteado abierta y arrogantemente la soberanía de Ucrania después de engañar al resto de los jefes de Estado involucrados de buena fe con Moscú en una negociación en apariencia pacifista.

Si uno mira de cerca la posición de China en la reunión del Consejo de Seguridad que deliberó y votó la propuesta de actuación de Estados Unidos con respecto a las sanciones contra Rusia, la abstención parece atender a una diatriba difícil en extremo de resolver. En otras ocasiones el voto de Pekín se habría sumado al veto ruso. La circunstancia actual apela a la sindéresis política, a la prudencia estratégica, a la consideración prioritaria de las necesidades internas, a la toma de conciencia del agravio planetario.

¿Cuánto tiempo podrá este líder que batalla por su propia permanencia en el poder mantener algún género de solidaridad o incluso continuar haciendo honor al Convenio de Cooperación firmado con el autócrata ruso, cuando cualquier alianza con Vladimir Putin juega en contra de sus propios intereses económicos, de los políticos que están en juego e incluso de sus más caros principios?

 


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