Les juro que me sorprendió hasta los huesos la aparición de este grupo, grupito, que se autodenomina la nueva oposición.

Vi en la televisión aparecer los rostros conocidos de varios personajes que siempre, de alguna manera u otra, tratan de aparecer haciéndose visibles aun cuando algunos son ya ectoplasmas de la política venezolana. Así, reconocimos a Claudio Fermín, el hombre de voz engolada que le hace parecer actor de radionovela y cuyos desafueros políticos él mismo los disfraza de “corrección política”. También estaba, y cómo no iba a estar, Felipe Mujica, cuyo manejo del lenguaje lo emparenta con la famosa “señora de los mangos”, una vez le dijo a Chávez, en un programa en vivo, “coño de su madre” y después huérfano de argumentos llamó “marica” a un analista político, pero su problema no solo es del lenguaje, sino de su falta de ética política.

También estaba Timoteo Zambrano, el sospechoso usual de ser infiltrado del gobierno en las filas de la oposición, y por supuesto Henri Falcón, el hombre que se prestó a la legitimación de Maduro cuando participó en el proceso electoral del 20 de mayo, inconstitucionalmente convocado.

Hay otros que no estaban, pero están, es el caso de Eduardo Fernández, quien dijo que él no se prestaba a eso, pero acto seguido dijo que los que pensaban que él estaba lo aplaudían, es que Fernández siempre baila al son que le toquen.

No crean que es fácil escribir una nota sobre estos personajes. Me resulta difícil hacerlo sobre esta gente que, al no tener nada que hacer en la historia, terminan vendiéndose para, precisamente, joder la historia que está por venir y en la que no figurarían para nada.

Lo de vendido no es una acusación gratuita producto de lo que podríamos llamar indignación. La cuestión es que no representan a nadie. Entre ellos y la gente no existe ningún vínculo afectivo ni de liderazgo, además en una sociedad en situación de riesgo pleno y de total incertidumbre hace que cualquier promesa de compromisos, aun los certificados con la firma de los pactantes, no signifique nada a largo plazo.

Si tomamos lo establecido anteriormente, tenemos que deducir que estos tipos se han vendido y ya han obtenido un beneficio monetario y político, pues saben perfectamente que el futuro es incierto y a lo mejor lo buscado y negociado les sería negado. Así que estamos en presencia de un grupo, grupito, que ha mostrado un gran talento para lo grotesco. Un grupito carente de un propósito digno.

La convocatoria de este acto pretendía dividir a la oposición, que a pesar de las diferencias y contradicciones entre los diferentes factores que la componen, incluso de voces altisonantes como las de María Corina Machado y otros, ha logrado conformarse como una identidad colectiva con una nueva voz, lo que Guillermo O’Donnell llamó una “voz vertical”, dirigida de abajo hacia el gobierno impugnándolo y minimizando la estrategia de este de reducir las voces opositoras.

Esta “voz vertical” opositora que se opone y hace innecesaria la voz oblicua de los autodenominados “nuevos” opositores ha producido la repolitización de manera y signo diferentes de aquellos sectores que solo habían escuchado la voz del régimen que había logrado “chavizar” sus vidas, proceso a través del cual a esos sectores se les había amputado sus derechos ciudadanos, especialmente el de elegir con independencia y se les había empobrecido todas las dimensiones de su vida, transformándolos en simples masa de maniobra.

Así que este grupo, no me cabe la menor duda, será echado al olvido y al silencio. Su voz es innecesaria e inútil para un país que ha recuperado, por medio de la unidad verdadera, su decisión de superar no solo esta dictadura, sino también la dictadura como forma de organizar la sociedad.

 


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