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Ya nada nos debería sorprender, pero la maldad termina siempre por agarrarnos desprevenidos.

Siguiéndole los pasos a los dictadores Ortega Murillo, los Maduro Flores junto a sus secuaces apuntan hacia el estadio final: el Estado Totalitario. La huida hacia adelante que vimos con la aprobación de la ley fascista y la que justifica la guerra contra Guyana es parte del catecismo aprendido. Saben que, ante la ausencia total de apoyo, no queda nada más que la represión, la persecución y el miedo.

Pronto veremos a los que queden, obligados a berrear en público so pena de cárcel si no lloran como el dictador quiere. Chávez murió pronto y no tuvo necesidad de hacerlo, pero Maduro desde el principio sabía que no gozaba de la misma popularidad, ni el mismo encanto. La voracidad de quienes controlan el poder acumuló deuda, bajos precios del petróleo y blanqueo de capitales mientras aumentaba el saqueo de las arcas públicas. Las sanciones vinieron a darles una excusa, aunque igual se la habrían inventado. A fin de cuentas, tienen un repertorio heredado del estalinismo, los cubanos y mejorado con el neo-Zar Putin.

Aunque lo que viene no es inédito para los venezolanos, porque hemos visto la progresión autoritaria en el país durante estos veinticinco años, si es un nuevo nivel de impunidad y represión. Por eso, es mejor que nos eduquemos a través de los cientos de informes que cuentan, por ejemplo, la vida en Corea del Norte, en Irán, en Rusia, en China, o aquí cerquita en Nicaragua y Cuba, y por supuesto, en Venezuela. Ante el totalitarismo que nos arropa, la mejor defensa es la preparación, puesto que nos permite anticipar, así como reconocer los peligros sin infantilismo o ingenuidad.

Basta con hojear los informes o buscar conferencias con testimonios de víctimas para leer o escuchar a activistas y periodistas de cualquiera de estos países dar testimonio de cómo los vecinos delatan sin amagos, o cómo las oposiciones fragmentadas y penetradas se tornan en un obstáculo para el florecimiento o retorno a una senda democrática. El hablar bajito de nuestros antepasados en tiempos de Gómez se hace moneda de curso, y la ideologización se apodera de los hijos y los más vulnerables, en ese afán, tan fascista, de controlar el pensamiento, invertir el discurso y esclavizar desde el odio y el resentimiento.

Hace unos diez años escuché en una conferencia a una joven que escapó de Corea del Norte. Contaba cómo desde niña la enseñaron a decir “americanos bastardos” y a describir lo que pasaba en casa a sus maestros en la escuela con la mayor inocencia, pensando que eso era normal. Hace un par de meses oí a una periodista cubana contar cómo desde niña había sido ideologizada y lo que le costó salir de ese molde. Dos continentes, un mismo método.

Porque de eso se trata, de un mismo modelo que se instala con fuerza para desvirtuar los valores que permiten una convivencia más civilizada al tiempo que extrae del sistema democrático las formas electorales para llegar al poder y para consolidarse en él.

Ese modelo, fascista y totalitario, cuenta además entre sus características, con la identificación del enemigo interno, al que hay que pulverizar, y del enemigo externo con el que buscará aglutinar a las masas en torno a sentimientos nacionalistas y militares. Lo vimos con Putin cuando señalaba a los ucranianos como nazis, cuando decidió invadir para pretendidamente salvarlos del nazismo, y para defenderse de esa supuesta amenaza. Del mismo modo, hemos visto en Venezuela una exacerbación del nacionalismo y la opción militar al escalar el tono en torno al litigio sobre el Esequibo, que debería ser dirimido en la Corte Internacional de Justicia.  Ya Maduro designó a Guyana como su nuevo enemigo externo, y muy próximamente será capaz de justificar la invasión del territorio Esequibo, hasta ahora en controversia, para convertirlo en una disputa. Veremos una escalada amparada en la ley expansionista que aprobó su parlamento de pacotilla, con la que pretende justificar la anexión de ese territorio. Y veremos la persecución de muchos por expresarse sobre el tema, o por rechazar formar parte de una locura bélica. Sin duda esta profundización, también de manual fascista, la utilizaría para justificar todo tipo de atropellos y crímenes tipificados en el Estatuto de Roma.

Al final, nada de esto debe ser visto como debilidad o desespero ante unas elecciones que si fuesen limpias conducirían a su salida del poder. No, con esta muy probable estrategia, Maduro lo que pretende es crear un tercer foco de conflicto para dividir la atención mundial mientras apoya el sistema de poder emergente del que él es un actor menor. Poco importa si hay guerra o no, ni si hay posibilidades de ganarla, porque lo que se pretende es enturbiar aún más la geopolítica mundial exacerbando sentimientos ideológicos a nivel nacional e internacional. En ese contexto, las elecciones pueden tranquilamente ser eliminadas del panorama, suspendidas o convertirse en irrelevantes al asegurar un títere que le haga el juego.

Son tiempos oscuros de fascismo totalitario en los que la pequeñez del hombre y la barbarie se intentarán normalizar. No los dejemos.

 


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