Hace casi 22 años, en una serie de artículos titulados «Schools Brief» publicados por la revista británica The Economist y que todavía conservo, leí por primera vez sobre Willie Sutton. Más precisamente, fue en el segundo brief, titulado «The business of banking», correspondiente a la semana del 30 de octubre de 1999.

El brief comienza con la supuesta pregunta que algún travieso periodista le hizo a Sutton: «¿Por qué usted roba bancos?». La respuesta de Sutton fue: «Porque ahí es donde está el dinero». En aquella época era una respuesta en extremo difícil de refutar. Hoy en día es menos difícil debido, entre otros ejemplos, a los criptoactivos, a las billeteras electrónicas y a la proliferación del fraude en las empresas.

Dije «supuesta pregunta» porque según la investigación realizada por el periodista norteamericano J. R. Moehringer, egresado de la Universidad de Yale en 1986 y premio Pulitzer 2000, Sutton negó haberla pronunciado. Moehringer publicó en 2019 una novela titulada Sutton (titulada en español A plena luz) inspirada en Willie Sutton.

La frase «Porque ahí es donde está el dinero», más allá de su evidente obviedad, se ha convertido en una famosa ley llamada la “Ley de Sutton” que junto a la «Navaja de Occam» (también Ockham) y la ley de Milton y en el decir de Rafael Muci-Mendoza, médico internista, neurooftalmólogo clínico y profesor titular de Clínica Médica en la Universidad Central de Venezuela, conforma el arsenal de primera línea para la actividad del diagnóstico en medicina y también, y en mi propio decir, en el análisis financiero.

Según refiere en su blog Muci-Mendoza, y en la medicina moderna, la Ley de Sutton establece que en el proceso de diagnosticar, primero se debe considerar lo obvio. Sugiere que primero se deben realizar las pruebas que podrían confirmar (o descartar) el diagnóstico más probable.

Con relación al diagnóstico equivocado en medicina, un estudio (metanálisis) publicado en el Journal BMJ Quality & Safety, realizado en 2014, reveló que un número importante de personas son afectadas por errores de diagnóstico médico cada año en Estados Unidos (Singh H., et al., «The frecuency of diagnostic errors in outpatient care: estimations from three large observational studies involving US adult populations». BMJ Qual Saf 2014; 23:727-731, doi: 10.1136/bmjqs-2013-002627). A continuación mi traducción libre de los resultados del estudio: «La combinación de los estimados de los tres estudios arrojó una tasa de errores de diagnóstico ambulatorios del 5,08%, o aproximadamente 12 millones de adultos estadounidenses cada año. Basándonos en trabajos anteriores, estimamos que aproximadamente la mitad de estos errores podrían ser potencialmente dañinos».

En palabras más llanas, de 100 diagnósticos médicos allá en Estados Unidos y según el estudio mencionado, 5 son equivocados.

El diagnóstico (del griego diagnostikós, a su vez del prefijo día-, «a través», y gnosis, «conocimiento» o «apto para conocer») consiste una descripción técnica concisa de la causa, naturaleza o manifestaciones de una condición, situación o problema.

Hay que aclarar que en el análisis financiero (como, supongo, también en medicina) el diagnóstico reconoce que las patologías tienen similitudes que deben distinguirse con precisión para un abordaje adecuado. Si bien muchos diagnósticos comparten síntomas, no necesariamente se abordan de la misma manera.

Y bien, a lo nuestro, ¿en dónde se ubica la obviedad en los estados financieros?

Antes de responder tengo que decirles dos cosas. Una es que, de acuerdo con Katherine Schiper, por citar una fuente clásica, la “administración” del Estado de Resultados se puede definir como la “intervención de la gerencia en el proceso de determinación de las utilidades con un propósito específico, por lo general para satisfacer objetivos egoístas” (Schiper, K., 1989, “Commentary on Earnings Management”. Accounting Horizons 3, pp. 91-102).

La segunda es que los estados financieros son la respuesta a varias preguntas que normalmente nos hacemos como analistas financieros. En el caso del Estado de Resultados, ahora llamado Estado de Rendimiento Financiero, la pregunta que nos hacemos es: ¿Qué tan bien o mal nos fue en un determinado periodo de tiempo?

De los cuatro estados financieros, el Estado de Resultados es el que resulta más fácil de entender para los no iniciados. Ello es así porque entender los ingresos, los gastos y su resta, la Utilidad Neta, es sumamente intuitivo, no en el sentido de la definición de Herbert Simon (análisis codificado en hábitos) sino en el de Gerd Gigerenzer (heurística frugal de aplicación rápida). Por tanto, el Estado de Resultados suele ser el objetivo más frecuente para las operaciones de manipulación y/o maquillaje.

De hecho según María Begoña Villarroya-Lequericaonandia y en sus propias palabras, “el Estado de Resultados es el más manipulado cuantitativa y cualitativamente, por una parte porque la modificación de las utilidades es el acto que mayor número de finalidades permite alcanzar, y por otra, porque muchas de las manipulaciones de activos y pasivos conllevan directa o/e indirectamente a la alteración del Estado de Resultados” (Villarroya-Lequericaonandia, M. B., 2001, “La manipulación contable. Alteraciones y Manipulaciones de la contabilidad”, Tesis de Doctorado, España, Universidad de Valladolid).

La obviedad para efectos de la Ley de Sutton en el análisis financiero se ubica pues, en el Estado de Resultados. El correcto análisis financiero percibe los componentes de las utilidades que muestran estabilidad y previsibilidad, esto es, los componentes persistentes. Estos componentes persistentes se consideran por separado de los componentes fortuitos o no recurrentes y de aquellos otros que, aun siendo recurrentes, forman parte del denominado “Resultado Integral Total” (BA VEN-NIF-5), mismos que –para alimentar y embellecer los resultados-  suelen “trasladarse” a la cuenta de Ingresos, que es la cuenta con la que se inicia el Estado de Resultados. Por cierto, así lo hizo Pdvsa hasta el año 2016 con el visto bueno de sus auditores, trasladando una partida de la sección “otro ingreso integral” para sumarla con las ventas de petróleo crudo (sumaron peras con manzanas), aumentando así los ingresos y, a su vez, la utilidad neta.

En consecuencia, es en el Estado de Resultados, el más visto y entendido por todo ciudadano de a pie, -o en el Resultado Integral Total- donde debemos iniciar el análisis que normalmente desemboca en un juicio depurador, mismo que hace “emerger” el verdadero desempeño de la empresa objeto del análisis.

Tanto en medicina, como en el análisis financiero (e incluso en psicología), la obviedad representa la valiosa oportunidad del logro de una economía de esfuerzo y tiempo. En ese sentido y en el análisis financiero, la Ley de Sutton constituye el abordaje de una técnica sencilla y poderosa para el finiquito efectivo y veloz del diagnóstico del verdadero desempeño.

 


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