No pocas veces la historia vuelve a repetirse y, desde luego… ya sabemos lo que sigue, pues la frase goza de cierta inmortalidad. Que se repita es lo de menos, al fin y al cabo, lo que cuesta es enterrarla; pero la culpa no forma parte en sí misma de su propia desgracia sino de la fatalidad (¿o de la estupidez?) de ciertos seres humanos que se empeñan en repetirla, degradándola hasta convertirla en mera acción cómica, en acto vil de payaso en retirada.

Lo peor o lo más gracioso (o trágico) de todo es que los escenarios que escogen para repetir el numerito son tan áridos como el famoso Valle de la Muerte que los western nos enseñan como el camino más seco para extinguirse al final de una historia.

En esta ocasión a la menina muy mal pintada se le ocurrió montar el show en el aeropuerto de Barajas, puerta de entrada a Madrid, justamente denominado “Adolfo Suárez”, ícono de la transición entre el derrumbe del franquismo y una democracia que nadie creía posible. Pero la realidad se impuso, el proceso político tomó su curso y ya nadie lo detuvo.

Ahora en Europa hemos sido testigos del crecimiento internacional de la figura de Juan Guaidó, de su presencia fundamental y de su reconocimiento ante los grandes líderes escogidos democráticamente en la Unión Europea. Y esto es un hecho en extremo relevante por una razón exclusiva: son líderes democráticos, con sus más y sus menos, pero que acatan las reglas del juego que a los venezolanos nos convienen y nos ayudan.

No son vulgares militares ni ladrones vestidos de políticos, no son torturadores ni desaparecen a sus adversarios en medio de la noche. No quieren ser cómplices de criminales plenamente identificados. Lo cierto es que la Unión Europea no es hoy territorio libre para la delincuencia bolivariana y sus secuaces.

Visto que la gira de Guaidó navegaba viento en popa y era aclamado y aceptado con la decencia que su cargo impone; la señora Delcy, que presume de cerebro de Maduro, ha tomado un jet privado y ha hecho acto de presencia en Madrid. Ya se sabía de antemano que iba para allá.

Pero Pedro Sánchez le ha sacado el cuerpo a Guaidó y se ha ido a la entrega de los Premios Goya, para de esa manera evitar el trago amargo de tener que saludar al presidente interino de Venezuela y a la deleznable amiguita del coleta. No le funcionó la jugada al gobernante español, pues hasta el croupier más veterano comete errores de principiante.

Olvidó Sánchez la costumbre de la vicepresidente del régimen de Maduro de montar un vulgar show donde le viene en gana. Algún otro día iba a suceder porque Delcy cuando no la hace a la entrada, pues la hace a la salida. Desde hace tiempo se esperaba este momento cumbre, este resbalón en escena, este show ridículo y estúpido protagonizado ahora a escala europea por la minicanciller venezolana.

Tiempo atrás, en este mismo espacio editorial, escribimos sobre el berrinche de padre y señor mío que, para desgracia de Maduro, de su partido el PSUV, del socialismo del siglo XXI y sus socios del Alba, así como de sus compinches Cristina Kirchner y Evo Morales, escenificó Delcy en Buenos Aires, en una las puertas de la Cancillería argentina, donde ocurría una reunión internacional dedicada al Mercosur, a la cual no había sido invitada por razones suficientemente explicadas por voceros autorizados.

Venezuela, y bien lo dijeron los cancilleres de los países que integran este organismo de integración subregional, no cumplió con los requisitos exigidos para validar su membresía. Incluso se llegó a la tolerancia extrema de asignarle un tiempo extra para que cumpliera con las cláusulas tanto tiempo postergadas, advirtiendo al mismo tiempo al gobierno de Maduro que luego de expirado ese plazo Venezuela quedaba suspendida como miembro del Mercosur. Todo esto ocurrió dentro del modelo usualmente tranquilo de la diplomacia.

Mas no contaban con Delcy, la insultadora, la falta de respeto, la buscapleitos por quítame aquí esta paja. Un problema de tanta envergadura exigía una cierta cordura (que al parecer nunca ha tenido) y el empleo de las mejores y más adecuadas formas de la diplomacia, pero nada de eso.

La canciller venezolana estalló como el volcán de Krakatoa, al este de Java, y lanzó insultos, en vez de fuego y lava, contra el entonces presidente argentino Mauricio Macri, y los mandatarios de Brasil y Paraguay. En un primer momento se salvó el mandatario y el canciller de Uruguay, pero luego no hubo límite alguno. A la “señora” Delcy no le pareció nada más adecuado que calificar a tan altas figuras de los cuatro países fundadores del Mercosur de ser “integrantes de la Legión Cóndor”, una alianza de militares y dictadores de los países del sur que mantenían una cruel y abominable afición en común: perseguir, encarcelar, torturar y desaparecer a quienes combatían sus nefastas dictaduras.

Si la canciller Delcy esperaba ser readmitida en el Mercosur lanzando esos bastardos insultos para abrirse paso, pues se equivocó de plano. Lo único que logró fue que se confirmara su inestabilidad mental y su comportamiento vulgar poco acorde en el ámbito diplomático.

Ahora, en otro acto de magia bolivariana, no tocó tierra en España, se limitó a levitar por los pasillos del aeropuerto Adolfo Suárez para no ensuciar el suelo español. A quien sí ensució con su locura fue a Pedro Sánchez, pues mucha tierra le lanzó encima la desquiciada.

 


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