Alexis Márquez Rodríguez

Cada vez que me encuentro leyendo algún texto sobre algún tema de particular interés de candente actualidad que, evidentemente, me concierne en lo más íntimo o personal, se me activa casi automáticamente la suspicacia y redoblo mi incisivo interés aguzando la mirada. Sin perder de vista el bosque de la importancia y relevancia del tema en cuestión trato de no descuidar los árboles particulares de las palabras que hacen posible la inteligibilidad y comprensión de la temática de marras.

Es obvio que las vertiginosas dinámicas asombrosamente cambiantes de los temas que ocupan los plurales intereses de los lectores hacen que el lenguaje que se emplee en la telaraña global esté signado por la evanescencia y la instantaneidad, la fugacidad del hecho noticioso. Un uxoricidio, un suicidio-homicidio por motivos pasionales, la espectacularidad de un secuestro, un atraco colectivo duran lo que «casabe en caldo caliente», o sea nada. Súmese a la incuantificable vertiginosidad del acontecimiento la mala o pésima redacción con que se escribe hecho noticioso. Mínimo, da vértigo enfrentarse a la precariedad redaccional de la «noticia» que termina empobreciendo la relevancia e importancia del suceso, no importa si tal suceso es de carácter local, regional, nacional o internacional.

Una de las diferencias de un texto periodístico de otro que no lo es consiste en la impecabilidad y el donaire enunciativo de la expresión escrita. La frase está bien concebida porque, entre otras cosas, está bien pensada. Lo que se piensa bien no tiene por qué escribirse mal. Una cosa es garantía de la pulcritud de la otra.

Hace más de tres décadas, cuando yo leía la columna de opinión del profesor de la UCV Alexis Márquez Rodríguez, hermosamente titulada «Con la lengua», el querido y admirado intelectual no dejaba de citar a nuestro Maestro Mayor y gramático fundacional Don Andrés Bello y a Don Ángel Rosemblat para, oportunamente, realizar puntuales correcciones y específicas acotaciones acerca de «erratas» garrafales que obviamente afeaban nuestro lenguaje de uso cotidiano y desacreditaban aún más el natural brillo de nuestra lengua materna en general y particularmente del castizo castellano de la inmarcesible e imperecedera Castilla La Mancha.

Nuestro querido e inolvidable profesor Márquez Rodríguez era regularmente consultado por prestigiosos programas de radio y televisión sobre la viabilidad y pertinencia del adecuado o inadecuado empleo de una palabra en su respectivo contexto oracional, sintáctico linguístico a saber. Como es de suponer, daba regusto oir al Maestro disertar sobre problemas concretos de nuestra lengua e incluso de nuestros muchas veces empleos abusivos de no pocos venezolanismos.

Hoy día leer portales y sitios web incluso de inobjetable prestigio en la red causa desasosegantes desconciertos que dificultan y otras veces impiden la lectura gozosa y placentera de un texto de acuciante actualidad e importancia social.

 


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