«Como ande turbia la cuestión de quien manda y quien obedece

en una sociedad, todo lo demás marchará impuro y torpemente»

Ortega y Gasset

¿Qué es legítimo? Es legítimo lo que goza de consenso generalizado o mayoritario en una sociedad y es visto y sentido como verdadero, bueno, conveniente, justo, necesario, etc. La legitimidad es indispensable para el buen funcionamiento de una sociedad. Se ha basado siempre en vínculos diversos y muy fuertes entre los gobernantes y los gobernados, entre el que manda y el que obedece. La religión en el caso del rey cuyo poder emanaba de la gracia de Dios. El carisma y la fuerza innata del caudillo que surgía y surge en circunstancias apremiantes. La costumbre arraigada por siglos de coexistencia pacífica del señor feudal y del siervo de la gleba. La legalidad del presidente, primer ministro o jefe de Estado derivada de la Constitución y las leyes en el Estado moderno. La legitimidad debe cobijar también a los órganos del poder público que forman la estructura jurídico-política del Estado. Sin legitimidad, como dice el epígrafe de este artículo, todo andará de mala manera en una sociedad.

Donde no hay legitimidad hay fuerza y represión. Su ausencia produce un malestar y un apocamiento en el contexto social, porque los ciudadanos se sienten sometidos en todo momento y en toda acción a una autoridad que consideran ilegal y arbitraria, pierden el ánimo y se debilitan los lazos de unión y solidaridad entre ellos y en relación al poder y a la institucionalidad del Estado. De allí que las sociedades regidas por un poder y unas instituciones ilegitimas sean incapaces de progresar y alcanzar los niveles de desarrollo, bienestar y felicidad propios de las sociedades libres y democráticas.

La ilegitimidad es el estado actual de Venezuela. Por ella hemos pasado varias veces, pero hoy la situación es más grave por el grado de deterioro económico, político y social existente. El chavismo, por su notoria ineficiencia, por su prolongada ilegitimidad, por su descarada impostura y por su opresión sistemática, merece ser ponderado muy por debajo del guzmancismo, el gomecismo y el perezjimenismo.

Conviene señalar que, así como es dañina la falta de legitimidad, es todavía peor la legitimidad fundada únicamente en el carisma y la personalidad del líder, porque el poder concentrado en un solo hombre como Hitler, Stalin, Mussolini, Mao, Fidel, etc., ha sido nefasto y ha causado los peores crímenes de lesa humanidad. Venezuela ha sufrido los dos males en forma sucesiva. El chavismo no fue siempre ilegítimo. Chávez no lo fue, aunque ya en su largo mandato (1999-2013) aporreó varias veces a la recién estrenada Constitución Nacional. Fue con posterioridad a su muerte en 2013 y luego de la derrota sufrida por su heredero Maduro en las elecciones parlamentarias de 2015, que este último accionó la palanca de cambio de vía (marmita) y encarriló a su gobierno a toda máquina por la ruta de la completa ilegalidad.

Para subrayar este último punto, y porque nos toca muy de cerca, recordemos que cuando Fidel Castro permitió en 1962 la instalación de los misiles balísticos rusos de largo alcance en el territorio cubano, acción que estuvo a punto de desatar una guerra nuclear entre Estados Unidos y la URSS, en la que hubieran muerto millones de seres humanos de ambos países y probablemente la mayor parte de los cubanos, reveló hasta qué punto las ideologías políticas radicales como el comunismo, el nazismo, el fascismo y otras, pueden ser tan inhumanas y letales.

El pecado original de Chávez, que hoy pagamos dolorosamente todos los venezolanos, fue escoger para Venezuela el modelo de gestión cubano derivado del soviético, en vez de escoger, por ejemplo, el sistema socialdemócrata de los países europeos nororientales como Noruega, Holanda, Dinamarca, Suecia, Bélgica, etc., considerados los más avanzados del mundo en materia de justicia social. Chávez, por su carisma, por el poder político que concentró, por el gran apoyo interno y externo que tuvo y por los inmensos recursos financieros que manejó, pudo haber avanzado mucho por ese camino, o por cualquier otro igualmente bueno, con la ayuda de asesores de alto nivel contratados de todo el mundo. Lamentablemente el líder carismático surgido de la crisis de la “cuarta república”, uno de los más promisorios que hayamos tenido, no estuvo a la altura de su tiempo.


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