Dos hitos de trascendencia del pueblo, que han gozado y seguirán poseídos de tal goce, hubieron de llevarse a cabo: el primero en el siglo pasado, el otro aconteció el 6 de diciembre de 2020. Ambos ejemplarizan un estado de conciencia ciudadana para hacer valer su titularidad de dueño, en forma directa, del mandato originario que le concede la colectividad constituyente. El primer hito hubo de lograrlo mediante el ejercicio del sufragio; el segundo, tan ejemplarizante como el primero, con acción, fuerza y voluntad de lucha no concurriendo al fraude electoral parlamentario como espejismo descarado con intenciones de perpetuación que hubo de convocar Maduro, sin éxito abonado. El pueblo se unió en forma pasiva, sin movilidad de esfuerzo. No votó. Constitución en mano. Con espontaneidad coherente hizo valer la abstención demostrando su fe inquebrantable en las instituciones, y a la vez puesto en pie de lucha contra la arbitrariedad.

El primero de los acontecimientos elevado a la consideración de hito constituye una fuente de la civilidad vigente. Como acontecimiento cierto.  Toda una disposición no puesta en duda del pueblo venezolano, que orientado por Jóvito Villalba, también por Rafael Caldera, levantó principios para la convivencia. Unidos a otros sectores condujeron al pueblo a las elecciones parlamentarias del 30 de noviembre de 1952. El resultado electoral le dio el gane abrumador a las listas de parlamentarios presentados por URD, incluidas valiosas personalidades arriesgadas a la lucha por una causa unitaria, justa y patriótica. El CNE de entonces, integrado por magistrados honorables reconoció el triunfo de este partido. Pero Marcos Pérez Jiménez desconoció el resultado y ordenó una revisión fraudulenta. Al mes siguiente, una ANC espuria ratificaba tan inmoral hecho. Todo convenido con un círculo militar. El dictador declaró que ascendía a la presidencia de la República por decisión de las Fuerzas Armadas. Demostró, como lo vienen haciendo otros en la escena política diaria venezolana su menosprecio por las instituciones. Solo le preocupa el mantenimiento de un aparato de terror. Sin libertad de prensa, con políticos deportados. Cuenta con intelectuales tarifados. Recurre a lo que llamó un “ideal nacional”. El institucionalismo deja de ser formalidad para que los togados de oportunidad aplaudan al déspota, haciéndose cómplices del terror. Se produjo, como conceptuó don Mario Briceño Iragorry, “el crimen de lesa soberanía”, lo cual aconteció el 2 de diciembre de 1952 para la legítima ambición del tirano. El 30 de noviembre, día en que el sufragio se impuso a los tanques, creó conciencia de libertad. El dictador sale huyendo, conjuntamente con sus esbirros, aterrizan en los lugares de otros dictadores, buchones con billetes verdes. El 30 de noviembre da inicio a la revolución del 23 de enero como su padre putativo: nos despoja de la dictadura. Es el revertir de las instituciones. El país marcha con apego a la Constitución. Venezuela se industrializa. Se cruza de carreteras. Desarrolla sus industrias pesadas. Nacionaliza el petróleo. Discute en terreno de igualdad con los gringos. Se desarrolla la agricultura. Abandona la economía de puerto. Se convierte en una de las naciones de mayor desarrollo y de opinión en el mundo. Se combate el peculado. El bolívar es fuerte de verdad. Se instaura un Poder Judicial no infestado de corrupción integrados por   sabios y probos jueces. A la Fuerza Armada se le tiene como exentas de militancia política. Como profesional, debe estar al servicio de la nación. Lo viene cumpliendo. Me niego a creer que nuestra Fuerza Armada esté monolíticamente al lado de una parcialidad gubernamental. El hecho de haber abortado el golpe de Chávez. De haberlo apresado y entregado para su enjuiciamiento conlleva tal convicción.

El otro hito es objeto de una apreciación especial por ser actual y vivido, con resultados que nos llevan a recobrar la fe. A doblegar nuestra lucha para seguir el camino cívico, democrático, completamente arado en nuestra estrategia; nos impone enfrentar un régimen de facto que negándose a cumplir la resolución dictada por la Asamblea Nacional (que lo declara usurpador) se ha valido de oscuros subterfugios para incumplirla. Tal hito se constituyó en la lección más pedagógica que el 6 de diciembre hemos aprendido los venezolanos. Pues a pesar de ser historia conocida: Maduro no pudo valerse de la legalidad, dado ser presidente ilegítimo, autoelegido a través de una maniobra electoral no reconocida por las potencias de mayor consideración en la comunidad internacional. Por ser de hastío conocido el que después de fracasar en su intento de instaurar una AN alternativa a la legal, esta le sirviera para que el Poder Ejecutivo controlara a los diputados que resultaran nombrados directivos del cuerpo deliberante; para una vez consumado a imitación de Monagas el asesinato del Parlamento, disfrutar de los favores del mando. Detentar en forma indebida el poder con supuesta oposición fabricada, menguada y tarifada por el chavismo, consagrando el fraude mediante declaraciones basadas en falso diálogo, en la busca salvadora de su legitimación y perpetuación en el totalitarismo.

Las elecciones fraudulentas fueron impuestas por Maduro, celebradas mediante un “fo” de la oposición. Veinte millones de venezolanos fueron convocados a votar. Los chavistas dispusieron de los medios de comunicación del Estado, transporte. No contaron con el reconocimiento internacional. Trancaron calles y avenidas para solo permitir el paso de los funcionarios y lideres del PSUV. Se reunieron para tocar y bailar una hora antes de la apertura de los centros de votación. Llamaron a los ciudadanos masivamente a votar. Solo participaron en la farsa parlamentaria el 31%, según estadísticas 40% por debajo de las parlamentarias de 2015. La coalición unida a sus compinches fue derrotada. El pueblo en forma espontánea, sin más orientación que las que le fueron informadas por Twitter y otros pocos medios de comunicación manifestó su rechazo a tan vulgar maniobra. La derrotó, se produjo de manera silenciosa pero digna: se impuso la abstención. Se quedó en casa. A imagen y semejanza de su comportamiento el 30 de noviembre de 1952, repudió al dictador. Esta vez no ejerció el sufragio. Usó un recurso de espontaneidad silenciosa, activa y consecuente. No convalidó el fraude: no votó. Lo hizo para reivindicar el sufragio dado su condición de dueño absoluto del poder constituyente originario. .El pueblo se abstuvo por Venezuela. Por la paz y prosperidad. Nos alumbró el camino para que en unión nacional mantengamos la continuidad de la AN legítima secuestrada e impedir satisfacer intereses  de poderes foráneos, a los cuales pretende federar la República el falso y agónico gobierno que crispa la voluntad de cambio.

La lección recibida obliga a unificar esfuerzos. Liberar a la oposición de su comportamiento habitual, en muchos casos perezoso e irresoluto, al parecer funcionando como un contrapeso simbólico, susceptible de maniobras dispuestas por un oficialismo insepulto que maneja la corrupción.  Y compra advenedizos. Se impone otra forma de actuar en política. Que conlleve combinar la ayuda de los que padecen de mengua. Que ven a sus familiares morir sin asistencia de un régimen irresponsable. Necesitamos apoyo para edificar un movimiento de reivindicación social. Imponer el cambio político. Nos es prohibido permitir que la dictadura pretenda darle un golpe letal no solo a Juan Guaidó. Para ello, la única alternativa que nos queda es la política de masas. Fundar y respaldar organizaciones de apoyo para los venezolanos más necesitados. Fortalecer los sindicatos de trabajadores como fuerza espontánea de protestas, idónea para encarar a Maduro su fuerza laboral. Tenemos que volver a la política de abajo. Quien quiera tiene que disponer de una conducta firme, transparente para acercarse al pueblo y sopesar sus necesidades. Confieso que me identifico con la oposición a fondo al régimen charlatán. Preservo la autonomía de acción por mí declarada. Hasta ahora. No tengo razones que puedan llevarme a variar la línea que le encomendara al presidente provisional la AN. La consulta tiene que expresarse con fuerza, con formación unitaria y propósito de lucha.

¡Patria sí, colonia no!


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