Llevamos 19 días desde que empezó la invasión de Ucrania, el 24 de febrero, ese mismo día escribí el siguiente tuit: “La verdad es que yo ya no estaba preparado para una invasión de un país, me parece una auténtica monstruosidad. Nos hemos retrotraído a nuestro triste pasado. Vuelven a la carga los países gamberros, autocráticos y tóxicos a dañar el mundo”.

En dos anteriores ensayos, El mercado de las ideas y La pirámide de la libertad, había destacado el papel regresivo y dañino con su pueblo y con el mundo de Vladimir Putin. No hay nada más agresivo que atentar integralmente contra la libertad de las personas, incluyendo el asesinato, y hacerlo de forma masiva e indeterminada como ocurre en una acción armada contra un pueblo, un país destrozándolo todo. Eso es la invasión y la guerra.

Guerra, según la Real Academia de la Lengua Española, “es la desavenencia y el rompimiento de la paz entre dos o más potencias” y “es lucha armada entre dos o más naciones”. En cambio invasión, de acuerdo con la RAE, es “acción y efecto de invadir”. A la luz de estas dos definiciones es evidente que lo que ha pasado estos días es una clara invasión. Puede interpretarse que, con la defensa de Ucrania, liderada por su presidente Volodímir Zelenski, frente a la entrada del ejército ruso, la invasión se haya transformado o sea compatible con la guerra, siendo el origen una invasión y así continuar siéndolo de forma evidente y siendo este concepto el que mejor define los hechos.

He reiterado en numerosos escritos la complicada relación de distintos políticos y países de ideologías dispares que están actuando de forma gamberra y tramposa conjunta y posiblemente estructurados. En mi último ensayo recientemente publicado digo: “Putin ha montado una estructura basada y apoyada en la oligarquía, políticos, empresarios y financieros manejados de forma autoritaria y nada democrática bajo su dirección”. Cito las palabras convergentes con este criterio de Arnold Beichman y del periodista George Will que califican el putinismo como nacionalismo, “en teoría, en Rusia, Putin y su partido Rusia Unida es clasificado de centro entre la extrema izquierda de Guennadi Ziugánov, la derecha del Partido Liberal Demócrata de Rusia representado por Vladímir Zhirinovskiy y el centro izquierda Rusia Justa representado por Nikolas Levyichev”. Putin es un hombre de extrema derecha con una estructura política liberticida al estilo de los viejos tiempos de la represión estalinista, que gobiernan a favor del poder de los ricos y oligarcas.

Putin utiliza los conocimientos liberticidas obtenidos del estalinismo y del sistema comunista soviético para el que trabajó, entre otras cosas como agente de la KGB, la agencia de inteligencia de la URSS creada en 1917 y cerrada poco antes de la disolución de la URSS. Un artículo del diario español El País el 13 de noviembre de 1982 titulaba “KGB: la pura represión transformada en espionaje”. En resumen, Putin es un hombre profundamente corrupto económica y socialmente, multimillonario a través de testaferros, autócrata, que beneficia a los oligarcas y multimillonarios rusos, sobre todo si son sus amigos. De ideología liberticida nacionalista, dictatorial e imperialista. Eso es ser de extrema derecha. Es buen amigo, se puede decir que son como medio socios, de Aleksandr Lukashenko, presidente de Bielorrusia, dictador comunista; de Kim Jong-Un líder supremo de la República Popular Democrática de Corea, dictador, liberticida y comunista; de Xi Jinping, presidente de China, dictador comunista metido de lleno a la economía capitalista, pero con mecanismos que de alguna manera hacen defectuosa la economía de mercado, único sistema eficiente y justo de funcionamiento de la economía. En Latinoamérica mantiene igualmente buenas relaciones con Miguel Díaz-Canel, presidente dictador comunista de Cuba; con Daniel Ortega, represor, liberticida y autócrata izquierdista de Nicaragua; y con Nicolás Maduro, represor, liberticida y autócrata izquierdista, presidente de Venezuela, no reconocido por gran parte del mundo.

Tiene narices que un régimen que es una total dictadura liberticida y represiva se llame a sí misma democrática. Es la política de la mentira en directo, amparados por un sistema opresor y represivo. Cada vez creo más en la importancia de ser precisos con el lenguaje, es parte de los cimientos de nuestra inteligencia y totalmente de nuestra comunicación. La falta de precisión, y más por la manipulación, nos llevan a la mentira y la trampa. Situación buscada y practicada por dictadores, tiranos autócratas y populistas. Cuanto más dictadores son, más engañan y manipulan y cuánto más engañan y manipulan son más autoritarios y dictadores, es el caso también de Bashar al-Assad presidente de Siria, dictador, liberticida islamista.

En la actual invasión, sus amigos y anteriores apoyos se han debilitado y toman posturas más eclécticas como en el caso de India, Irán y otros países islámicos. En general, mayoritariamente liberticidas, dictadores o escasamente democráticos. Parece más bien la unión de tramposos y nada democráticos contra las democracias avanzadas. Los rusos cuentan con la simpatía de supuestos intelectuales de izquierdas que mezclan interesadamente conceptos para apoyarle entre estos están los que han lanzado el grito de “no a la guerra” cuando deberían haber dicho “no a la invasión”.

El único país de los mencionados anteriormente que puede ser considerado democrático es la India, que es una República Democrática federal con separación de poderes, The Economist en un índice democrático de 2020 la califica como democracia deficiente. España también está clasificada como democracia deficiente donde hay un partido en el gobierno, Podemos, que defiende a los rusos y de hecho ha presionado a su socio de gobierno, PSOE y al presidente español para no participar en la defensa de Ucrania. Irene Montero, secretaria de acción política de Podemos y ministra de Igualdad, ha declarado que su partido se va a mantener firme en la defensa del “no a la guerra” cueste lo que cueste. Por supuesto, habla de guerra y no de invasión.

Por otra parte, Ione Belarra, secretaria general de Podemos, dice que “lo más útil” para ayudar en el conflicto (le llama conflicto) “es apostarlo todo a la diplomacia y a la paz” según recoge el diario ABC el 6 de marzo de este año y, sobre todo, contra toda posible ayuda para la defensa de los ucranianos invadidos por Rusia con casi 200.000 soldados, miles de vehículos militares, tanques y todo tipo de armamentos, algunos incluso hasta prohibidos en la guerra. No cabe duda de la superioridad militar rusa, por lo que abandonar a los ucranianos a su suerte es mirar para otro lado mientras los rusos destrozan su país, lo invaden, previsiblemente maten a decenas de miles de personas, la mayoría civiles incluyendo niños que, al día que escribo este artículo, 13 de marzo, van casi camino a 100. Pedir solo diálogo es ponerse una venda en los ojos y apoyar la invasión de los rusos. Si no es así que dejen de decir no la guerra que digan no a la invasión, que critiquen fuerte y claramente a los invasores, a los rusos y exijan de manera contundente el cese y retirada de la invasión.

Las declaraciones de Belarra se hicieron en un acto feminista dos días antes del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Imaginemos que Belarra y un grupo de amigas o amigos suyos ven cómo un hombre está pegando y violando en sus cercanías a una mujer, ¿qué harían? ¿Intentarían parar la brutal agresión y violación? ¿O se acercarían a pedirles a ambos que por favor dialoguen? Estoy convencido de que lo primero intentaría por todos los medios parar la agresión y violación. Esto es lo que debe hacerse en Ucrania, parar la agresión y ayudar a las víctimas, es decir, parar o ayudar a pararla y socorrer en lo que se pueda a las víctimas, los ucranianos. En esta invasión hay muchos intelectuales que se están retratando y demostrando que están apoyando por activa o pasiva a un dictador desde una supuesta ideología de izquierda, de un señor que más bien es de extrema derecha, liberticida, nacionalista e imperialista. Como muchos han mencionado, Putin es similar a Hitler. Con la invasión de Putin a Ucrania, es mejor decir Putin que Rusia porque no ha sido el pueblo ruso el que ha decidido la invasión, sino él, posiblemente por sus intereses megalómanos. De todas maneras, deberíamos tomar nota de todos los que apoyan a Putin.

Sigma Dos España, empresa que fundé hace 40 años, ha publicado una encuesta sobre la invasión de Ucrania, aunque la llaman guerra. Los datos expresan el miedo y la preocupación: 90,3% de los españoles manifiestan estar muy o bastante preocupados, 55% mucho. 64% es partidario de que España envíe armas a Ucrania, 39% que se envíen más y 21% que no. 66% cree que la Unión Europea debe brindar más apoyo a Ucrania; 69% quiere que se agilicen los trámites de integración de Ucrania en la Unión Europea. Supongo que pronto se publicarán más encuestas en otros países, estoy convencido de que irán en el mismo sentido, con la clara conclusión de que hay que ayudar a Ucrania en todos los ámbitos.

La lucha de Ucrania contra la cruel invasión se va a ganar, pero nunca solos, necesitan el apoyo del mundo y prioritariamente de Europa y Estados Unidos. La invasión es de Putin, de nadie más. Envalentonado por el apoyo de sus amigos los países tramposos y por el divisionismo político. El mundo necesita volver a la centralidad, fortalecer la democracia, la búsqueda del consenso y la defensa acérrima de la libertad dentro de la pirámide de la libertad con todos sus contenidos. 

http://carlosmalodemolina.com/


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