Acabo de leer un artículo y una entrevista de dos colegas ensayistas y filósofos políticos que me han decepcionado en cierta medida, estoy de acuerdo con los dos al considerar que esta invasión se puede parar y, en consecuencia, se puede ganar la guerra a la que Putin ha obligado contra su voluntad al humilde trabajador y ahora luchador del pueblo ucraniano. Pero para ganarla, necesitan el apoyo del mundo humanitario, que ya se está haciendo con alimentos, medicinas, el acogimiento de refugiados, ayudando a heridos, con mucho apoyo moral de la población mundial y un rechazo social y político casi unánime, con presión financiera, económica de cualquier tipo y a todo lo que tenga que ver con intereses rusos dentro y fuera de su país, incluso con donación de armamento a Ucrania para ayudar a preparar a sus soldados y ciudadanos para su defensa.

Todo lo anterior se cumple excepto el último punto, que se hace de forma escasa siendo absolutamente mojigatos y puede que tarde. El retraso en la solución del problema causa demasiado daño a Ucrania y a sus ciudadanos. Cada día se destrozan casas, edificios, empresas, tiendas, parques, estadios, colegios, hospitales y sobre todo mueren militares, civiles, entre ellos niños, ancianos y enfermos. Putin quería y quiere una victoria rápida, Ucrania y nosotros también queremos que pase la invasión lo más rápidamente posible. La prolongación daña a todos y también al mundo. Estamos todos pendientes y sufriendo con lo que sucede allí cada día. Dejo al resto del mundo para el final, porque me indigna que muchos de los que hablan y escriben de la invasión lo hacen de forma preferente, con el daño que todo esto provoca en la economía del mundo y apenas hablan del sufrimiento del pueblo ucraniano, que son las verdaderas víctimas. Digo que discrepo de mis dos colegas. Francis Fukuyama, del que he defendido mucho su teoría de que “la lucha de las ideologías ha terminado en un mundo asentado en la democracia liberal”, yo añado que “la muerte de las ideologías es más real en el campo de las ideas que en la realidad del funcionamiento político”, como digo en mi reciente ensayo. Fukuyama enumera en su artículo 12 predicciones sobre cómo terminará esta invasión, en general estoy de acuerdo con la mayoría de ellos, pero en el punto cinco quiere limitar excesivamente la ayuda a los ucranianos para decir “es mucho mejor que los ucranianos derroten a los rusos solos, privando a Moscú de la excusa de que la OTAN los atacó, así evitando todas las posibilidades de escalada”, lo que me parece un error y un riesgo peligroso. Es evidente que con menor ayuda armamentística el conflicto bélico será más largo y las consecuencias más perversas e impredecibles, pudiendo provocar la derrota sin paliativos de los ucranianos. Acordémonos de lo que pasó en la Segunda Guerra Mundial con Hitler. Por otra parte, también dice que “la invasión ya ha causado un gran daño a los populistas de todo el mundo, quienes antes expresaron uniformemente su simpatía por Putin. Eso incluye a Matteo Salvini, Jair Bolsonaro, Éric Zemmour, Marine Le Pen, Viktor Orbán y, por supuesto, Donald Trump”; esto último es otro error. Está claro quiénes son los amigos de Putin, básicamente dictadores en general de izquierdas, pero no solo de izquierda, como he mencionado en otras ocasiones, Aleksandr Lukashenko de Bielorrusia, Xi Jinping de China, Miguel Díaz-Canel de Cuba, Daniel Ortega de Nicaragua, Nicolás Maduro de Venezuela, Kim Jong-un de Corea del Norte, Bashar al-Assad de Siria, entre otros. Me encanta el último punto que dice: “una derrota rusa hará posible un renacimiento de la libertad” y “el espíritu de 1989 seguirá vivo gracias a un puñado de valientes ucranianos”. ¡Pues ayudemos a ese grupo de valientes ucranianos a ganar!

Yuval Noah Harari, en una entrevista realizada por José María Roble que publicó El Mundo el 7 de marzo, con la que también estoy mayoritariamente de acuerdo, dice: “En los últimos años, Europa y Occidente se han desgarrado en una guerra entre izquierda y derecha, entre liberales y conservadores” y “la derecha apoyó el nacionalismo y rechazó el liberalismo. La izquierda apoyó el liberalismo y rechazó el nacionalismo”; es un resumen falso. Ambos, no sé si por preferencia ideológica, transforman la realidad.

La culpa de los enfrentamientos la tiene el divisionismo que cada vez impera en más gobiernos, lo vemos en algunos partidos que históricamente se ubicaban en la centralidad, lo que significa el respeto a la libertad que, como he definido en la Pirámide la libertad, está compuesta por la defensa de valores como democracia, derechos humanos, igualdad, economía de mercado, honestidad y fraternidad, y ahora esos partidos han abandonado la centralidad para girar hacia políticas extremistas.

Definimos el rango democrático como el campo que ocupan todos los que asumen los valores de la pirámide de la libertad y la centralidad los que buscan el consenso conjunto con la mayoría de los ciudadanos. Dentro de estos, se encuentran desde la izquierda radical a la derecha radical, los que no cumplen con la libertad son liberticidas y se ubican en la extrema derecha o extrema izquierda.

En la centralidad están o estaban los socialdemócratas, liberales, demócratas cristianos, conservadores y posiblemente algunos de la derecha y de la izquierda radical. El problema es que algunos partidos, como ha pasado con parte de los socialdemócratas, han decidido por problemas electorales de las últimas décadas, preferir a los radicales y extremos políticos abandonando la centralidad para ser divisionistas, además de convertirse en los mejores amigos de los regímenes de Venezuela, Cuba, Nicaragua, países de ideología nacionalista y muchos otros dictadores de distintos tipos y con grupos como los del Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla, entre otros. En general, conformados por radicales de izquierda y de extrema izquierda poco libérrimos y en muchos casos liberticidas. También existe el caso de algunos líderes conservadores y liberales que han abrazado el nacionalismo radical.

Ambos sectores ideológicos han abandonado la centralidad, aunque se mantienen en cierta medida en el rango democrático, pero radicalizando su discurso y asociándose con grupos fuera del rango democrático. Aquí tenemos el caso del expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero que es uno de los mejores amigos y de los mayores defensores del autócrata y, para muchos, tirano, Nicolás Maduro, o los socios del gobierno español de Podemos e Izquierda Unida situados en la extrema izquierda y posiblemente fuera de rango democrático.

El problema y la posible limitación del apoyo de Estados Unidos y de la Unión Europea no es otro que la posesión por parte de Rusia de la bomba atómica. La puede usar y de hecho, Putin de manera canalla y suicida amenaza con tirarla a la mínima contra la población civil de países que de manera directa ni siquiera participan en el conflicto o la guerra entre Rusia y Ucrania.

El problema de la palabra liberal es la definición y que su aplicación es demasiado confusa, la clave es la defensa de libertad, por eso prefiero el término libérrimo soportado en los conceptos de democracia, derechos humanos, igualdad, economía de mercado, honestidad y fraternidad.

Libertad es “la facultad y derecho innato de la mujer y el hombre de elegir y actuar de distintas formas o de no actuar, lo que le hace autor y responsable de sus actos”, la clave es abandonar el divisionismo, abrazar la libertad y consensuar al máximo y dentro de estos conceptos, aplicar políticas sociales de igualdad, de verdadero progreso, ser profundamente democráticos, promover el estado de bienestar, la economía de mercado y democratizar las instituciones políticas internacionales, que ninguna es democrática.

http://carlosmalodemolina.com/


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