Esta es la historia de Victoria, una mujer buena, bella, alegre y generosa que cometió el error de enamorarse de un malvado resentido que ha abusado durante muchos años de ella y que destruyó su vida. Victoria ha luchado de todas las formas posibles para liberarse, pero no lo ha conseguido todavía.

Victoria tardó unos años en darse cuenta de que el marido no era lo que parecía. A pesar de haberle prometido tratarla bien, amarla, cuidarla y respetarla, con el transcurso de tiempo comenzó a maltratarla, humillarla y a impedirle llevar una vida normal.

Primero comenzó a controlar todo lo que hacía, con quien hablaba, lo que decía, lo que leía, con quien se reunía. La fue enemistando poco a poco con todos sus familiares, amigos y seres queridos. Utilizando mentiras y sembrando resentimientos logró dividir a sus círculos más cercanos al punto de enfrentarlos hasta que dejaron de confiar los unos en los otros. Sus amigos y sus hijos se pelearon, se fueron alejando y así se fue quedando sola.

Luego le prohibió trabajar diciendo que no era necesario puesto que él se encargaría de su sustento y así la fue anulando para convertirla en un ser dependiente y presa de su dominación. Victoria tenía negocios prósperos y muchos recursos, pero el marido se fue apropiando de ellos y los puso en manos de amigos incompetentes y sin escrúpulos que poco a poco destruyeron lo que ella con tanto esfuerzo había construido. Más tarde, para pagar deudas que había adquirido con su mal manejo, terminó entregando todos los bienes y recursos de Victoria hasta dejarla sin nada.

Arruinada y sin trabajo, Victoria se dio cuenta de que tenía que hacer algo para salir de esa relación. Decidió que la única forma de sobrevivir y ser feliz de nuevo era separándose.

Para ello, pidió ayuda a unos amigos lejanos, pero ellos respondieron que ese era un problema que debía resolver ella con su esposo. Por razones que Victoria no entendía, estos amigos trataron de justificar las acciones del marido varias veces. A pesar de los relatos cada vez más horrorosos de los maltratos, en lugar de apoyar sus deseos de separación, los amigos lejanos ofrecieron conseguir la ayuda de un mediador. Dada la insistencia de esos amigos lejanos, el marido accedió. Varios mediadores intercedieron, pero fue un fracaso. A pesar de que él decía estar dispuesto a buscar una solución, todo terminaba igual. No solo no reconocía sus abusos, sino que cada vez se comportaba peor.

Desesperada, Victoria decidió denunciarlo a la policía. En su primera denuncia en la policía explicó su situación con detalles. Estaba segura de que eso sería suficiente para que lo detuvieran impidiendo así que le hiciera más daño. Pero no fue así. La policía no le creyó. Dijeron que ella estaba o exagerando o mintiendo y le advirtieron que no volviera si no tenía pruebas.

Ese día, desolada, Victoria llegó a casa y el marido, habiéndose enterado a través de sus contactos de que Victoria había estado en la policía, la recibió furioso. La golpeó hasta dejarle moretones en la cara y en todo el cuerpo. Para evitar que volviera a denunciarlo, la encerró en un cuarto oscuro y la amordazó. Ya incomunicada, le fue racionando la comida y a veces la tenía varios días sin comer ni tomar agua. Él se reunía con delincuentes allí mismo frente a ella en su propia casa y ellos la contemplaban sádicamente atada, amordazada e indefensa mientras se emborrachaban y cuadraban sus negocios criminales. Entre todos llegaron a abusarla y hasta mutilarla.

Victoria desde su encierro lloraba desesperada día y noche. Sus gritos desgarradores se escuchaban en todo el vecindario, pero nadie se atrevía a defenderla. Algunos tenían miedo, porque sabían que el marido tenía muchos contactos tanto en la policía como con bandas criminales que podían tomar represalias contra ellos. Otros callaban porque hacían negocios con el marido y no les convenía agraviarlo y los demás simplemente permanecían indiferentes porque estaban convencidos de que no podrían cambiar nada.

Después de un tiempo algunos de los vecinos más valientes se unieron, fueron recogiendo pruebas del maltrato y las enviaron a la Policía convencidos de que esta vez sí tomarían medidas contra el delincuente del marido para proteger y liberar a Victoria. Presentaron videos, fotos, declaraciones de testigos y hasta confesiones explicitas e implícitas. Pensaron que con esas pruebas lo detendrían al menos para interrogarlo. Se equivocaron. La policía dijo que las pruebas no eran concluyentes y que no estaba claro si esto había ocurrido varias veces -o solo una vez en el contexto de una simple pelea conyugal- y que necesitarían más tiempo para estudiar el caso porque era muy complejo. Hasta la fecha, a pesar de las pruebas que los vecinos han recopilado y presentado los últimos años, la policía todavía no ha abierto la investigación. Victoria corroboró con tristeza que el marido iba frecuentemente a eventos sociales con los jefes de la policía quienes, en lugar de apresarlo, lo recibían con deferencia y lo trataban con respeto.

Los vecinos siguen buscando ayuda porque ella ya no come, no camina, y no puede valerse por sí misma.

Victoria necesita urgentemente ayuda para liberarse de ese hombre que la ha destruido, torturado, violado, aislado, mutilado, arruinado. Después de 20 años, sus vecinos siguen intentando que la policía haga algo. Mientras tanto, sus amigos lejanos siguen sin tomar medidas efectivas para ayudarla y lo único que ofrecen es intermediar con él para buscar una forma en que ambos puedan convivir en paz (!)

Hoy les cuento esto porque Victoria es mi madre. Quiero pedirles ayuda porque sé que ella, aunque agonizando, todavía puede salvarse. Les pido ayuda para, entre todos, convencer a la policía y a sus amigos lejanos de que, para salvarla, debemos sacar al delincuente del marido de su casa y de su vida para siempre.

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En esta historia, Victoria es Venezuela, la policía es el sistema de justicia nacional e internacional, los vecinos son los países del continente americano, la OEA y las ONG dentro y fuera del país que se han identificado con nuestro sufrimiento. Los amigos lejanos son la Unión Europea (excluyendo el Parlamento Europeo que ha sido y sigue siendo en su mayoría solidario con nuestra causa), otros muchos países que no entienden (o fingen no entender) la urgencia y dimensión de nuestra tragedia y algunos organismos/agencias multilaterales como las Naciones Unidas.

Todos sabemos quién es el marido y que no se trata de una solo persona sino de todos los responsables de nuestra ruina. A nadie se le ocurriría pedirle a Victoria reconciliarse y aceptar seguir conviviendo con el autor de su destrucción. Igual de insólito e inconcebible es que se nos quiera imponer como única salida la de cohabitar con Maduro y con los autores de la nuestra.


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