Es innegable que los problemas políticos que se han sucedido en África y el Medio Oriente han provocado una masiva migración de ciudadanos extranjeros a los países europeos. Otro tanto ha sucedido con la onda expansiva del chavismo en Latinoamérica. Y es que, como aseveraba Robert Dahl, uno de los beneficios de los regímenes democráticos es la tranquilidad que produce en sus vecinos, pues las tiranías son ya de por sí problemáticas. Se dice, por ejemplo, que en los casi seis años que lleva la guerra civil siria se han desplazado a Europa cerca de 6 millones de ciudadanos y que diariamente dejan el país alrededor de 6.000 personas; asimismo que de Venezuela han salido 5 millones de ciudadanos, muchos de los cuales han ido a parar a Latinoamérica.

Todo esto ha tenido varios efectos, tanto en la sociedad europea como en nuestros países hermanos. El uso del velo, o hiyab, y otras prendas religiosas en las escuelas de Francia, por ejemplo, ha abierto allí desde hace un tiempo una polémica sobre la  libertad del individuo, su derecho a profesar cualquier culto y la seguridad nacional. Aparte de la transculturación, la otra gran consecuencia de la inmigración, en términos generales, es que ha ido cambiando el escenario político de muchos países e incluso, como sucede en CE, la continuidad del mismo organismo multilateral. Alternativa para Alemania (AfD), La Liga Norte (LN) en Italia, Partido por la Libertad, en Países Bajos (PVV) Frente Nacional (FN) en Francia, Vox en España, o el mismo Brexit en Reino Unido, son organismos y tendencias que seguramente no existirían si no hubiera llegado esa ola de inmigrantes a las naciones mencionadas. En alguno de los países de nuestro entorno, por otro lado, no solo asistimos continuamente a posiciones extremas en contra de los venezolanos, sino, paradójicamente, también a la participación de elementos llegados desde Caracas en la subversión del orden (caso Chile) o el sostenimiento de tiranías, como las de Nicaragua y Bolivia.

Teun van Dijk en su libro Ideología sugiere que hay un conocimiento común a todos los ciudadanos mediante el cual se acepta que la migración consiste en dejar el país de residencia para establecerse en otro. En lo que no se está de acuerdo y sería la causa de tantas disputas es en la valoración o interpretación que hacen de este hecho los diferentes grupos sociales. Para unos es evidente que la solidaridad es un principio universal y que dichos ciudadanos aportarían a los países donde llegan diversidad cultural y trabajo; para otros, en cambio, la inmigración es un fenómeno que trae consigo delincuencia, cambio de costumbres y violencia.

En 1996 Samuel Huntington sorprendió al mundo académico con su texto Choque de civilizaciones. Aparte de las diferentes clasificaciones que hace Huntington de las civilizaciones, es sintomático que ya para aquel momento asegurara que la política del futuro no estaría basada en las luchas ideológicas nacionales, sino en conflictos derivado del encuentro de diferentes tradiciones, gracias a la acelerada globalización que se estaba produciendo; y que, por lo tanto, el choque de civilizaciones dominará la política global. Los conflictos se producirían tanto dentro de una misma civilización (Latinoamérica sería una civilización para Huntington) o entre civilizaciones, caso Europa con los países musulmanes (civilización occidental vs civilización islámica). “En este nuevo mundo –dice Huntington– los conflictos más generalizados, importantes y peligrosos no serán los que se produzcan entre clases sociales, ricos y pobres u otros grupos definidos por criterios económicos, sino los que afecten a pueblos pertenecientes a diferentes entidades culturales”. Huntington afirma igualmente que los conflictos entre civilizaciones son inevitables, puesto que cada una cuenta con sistemas de valores significativamente distintos, algo que ya hemos visto en el pasado.

Las tesis de Huntington siempre han sido controversiales, pero la historia y los hechos que se suceden diariamente parecen ir dándole poco a poco la razón: la nueva política tendrá que ocuparse seriamente de las migraciones y los conflictos que origina; la convivencia y el futuro dependerá de ello.


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