Trump aventaja a Biden entre votantes mayores de Florida
Foto: EFE

Como venezolano que vio una democracia socavada por Hugo Chávez, reconozco a un demagogo populista y radical cuando lo tengo delante. Por eso, he dedicado varias entregas en este espacio a expresar mis preocupaciones ante la crisis de nuestra democracia desde la elección de Donald Trump. Siempre me han alarmado las muestras de intolerancia y la división que ha creado en el país; y Trump se ha encargado de mantener viva mi angustia, y la de muchos, al provocar a grupos violentos y desquiciados, a través de sus tuits y declaraciones. Con su conducta y retórica el presidente Trump convierte este país y, en realidad, al mundo en un lugar más peligroso.

Como congresista en Venezuela fui un perseguido político. La represión del régimen, a quienes disentíamos, no era infrecuente y violencia inspiró (y a menudo, trastornó) a grupos que actuaron motivados por el fanatismo y los silbidos caninos de Chávez. En aquellos días fui víctima de asaltos durante mi viaje diario al Capitolio; y peor aún, fui dos veces blanco de ataques fallidos y secuestros por parte de chavistas armados, mientras estaba con mi familia o, incluso, en mi casa. Eran, a no dudarlo, eventos de motivación política, que se mezclaron con el caos de seguridad ciudadana existente y creado por el régimen dando así cobertura a los grupos que constituían parte de su base política.

Los hechos violentos en Charlottesville, Pittsburgh, Charleston, El Paso, así como el asesinato más reciente en Kenosha WI, han sido atribuidos por muchos analistas a un estimulo puesto en marcha por la retórica presidencial. Durante el reciente debate, el presidente Trump en lugar de condenar a los supremacistas blancos, les sugirió que «esperaran». Además, su incapacidad para comprometerse con una transferencia pacífica del poder y remitió con nitidez al autoritarismo que padecí en Venezuela. Esta semana, en el debate presidencial, una vez más expresó conceptos despectivos con respecto a los migrantes Latinos, al defender su política de separación de familias que literalmente ha dejado hasta ahora a 545 niños detenidos sin que se puedan ubicar sus padres; además de afirmar que no puede permitir que las familias tramiten su asilo en libertad con obligación de comparecencia a las autoridades porque según él (a contravía de los hechos) la mayoría son criminales, ¡y los que se presentan a sus audiencia son personas de bajo coeficiente intelectual! Escuchar a Trump referirse una vez más de esta forma a nuestra comunidad latina es simplemente la reiteración de su ataque racista y xenófobo, que además desconoce el drama humanitario de las familias migrantes y los valores estadounidenses como nación, abierta a los refugiados de tragedias como las que afectan en general a los solicitantes de asilo.

En las últimas semanas, hemos visto también a grupos violentos interferir con las actividades de los partidarios de Biden en caravanas de automóviles en Miami. Personalmente, viví el acoso y la provocación de los «Trump Proud Boys» en esa ciudad de Florida, hace unos meses, mientras estaba en una conferencia de prensa, frente a Liberty Tower, donde me uní a la congresista Donna Shalala y otros defensores de los derechos del migrante que exigen que esta administración suspenda las deportaciones de refugiados cubanos, venezolanos y nicaragüenses. También hemos sido testigos (y víctimas) de campañas deliberadas de desinformación en las redes sociales, a menudo impulsadas por trolls y bots atribuibles a actores rusos y extranjeros, al estilo del G2 cubano que no descarto tenga que ver con ello también cuando se refiere a los temas dirigidos a confundir a la comunidad venezolana en Florida, todas estas diseñadas para acosar a los adversarios de Trump con acusaciones falsas y etiquetas que podrían desencadenar acciones lesivas, además del linchamiento reputacional digital. Estas acciones son parte del esfuerzo deliberado para dividir y polarizar al electorado, y para obstaculizar la convivencia democrática.

Y como tema de cierre, leímos con inmensa inquietud el informe del FBI que indicia a miembros de un grupo de extrema derecha de conspiración para secuestrar a los gobernadores de Michigan y Virginia. Sin más vueltas, Estados Unidos se encamina en la dirección equivocada. No es posible prescindir del hecho de que esos eventos fueron precedidos por una retórica de odio, discursos de intolerancia y tuits belicosos del propio presidente Trump, expresados en el grito: «Liberen a Michigan» y «Liberen a Virginia”.

Esto es antiestadounidense. Ni más ni menos. Debe detenerse. Como ciudadanos de una democracia ejemplar, bastión de los valores de Occidente, debemos utilizar el poder de nuestro voto para frenarlo.

 


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