Los fusilamientos del 3 de mayo en la montaña del Príncipe Pío, de Goya

Hace unas horas, leí unos tuits donde alguien decía que “no se comprende la guerra de la independencia sin entender a la misma España”. El apreciado colega y amigo Edgar Blanco respondió, muy atinadamente: “No se puede comprender las guerras de independencia en Hispanoamérica sin entender la guerra de independencia española”. Pero, como el tema me apasiona, me colé en la conversación y añadí: “Incluso, hay que entender el siglo XVII europeo. Es un engranaje. Si se suelta un eslabón, se pierde la conexión entre todas esas luchas”.

No es posible olvidar que una de las conflagraciones cruciales en la historia de Europa fue la Guerra de los Treinta Años, ocurrida, precisamente, durante el siglo XVII, al que aludí en mi respuesta. (1618-1648); ha sido catalogada como la primera guerra que tuvo derivaciones globales, ya que se combatió en tres continentes. Para ese siglo, Francia, España, el Sacro Imperio Romano Germánico, Suecia, las Provincias Unidas o Inglaterra, quienes conformaban los reinos más poderosos, libraron batallas que devastaron a una gran parte de la Europa central.

La llamada Paz de Westfalia, con sus dos tratados de paz, Osnabrück y Münster, da por finalizadas tanto la Guerra de los Treinta Años, como la Guerra de los Ochenta Años entre España y los Países Bajos, Las figuras prominentes de este histórico acuerdo de paz fueron Fernando III de Habsburgo, (emperador del Sacro Imperio Romano Germánico), la Monarquía Hispánica, los reinos de Francia y Suecia, las Provincias Unidas (Países Bajos) y sus correspondientes aliados. La Paz de Westfalia ha sido considerado como “el acuerdo de paz más importante de la historia moderna, pues conllevó la aparición de un nuevo orden político (la Monarquía Hispánica cedía el testigo a Francia como potencia hegemónica) en el que la figura del Estado-nación se asentaba definitivamente”. Para los interesados en el tema, pueden leer La Guerra de los Treinta Años. Europa ante el abismo, de C. Borreguero, obra que me ha servido de telón de fondo para estos últimos párrafos dedicados a ese siglo XVII, cuando casi no hubo momentos de paz entre los Estados europeos.

Al finalizar este período, comienza para Europa una nueva etapa. Se deja atrás el poder político del Papado y se pasa a una Europa basada en los Estados nacionales soberanos. En el siglo XVIII, se redefine un nuevo  mapa político; aparecerá un equilibrio diferente que, con todo y las transformaciones inducidas por la Revolución Francesa y sus ajustes en el Congreso de Viena, Europa llegará al siglo XX. El análisis requeriría más precisión; han sido tan solo unos trazos gruesos.

Estas referencias, en medio de un cuasi insignificante intercambio de tuits, las hago porque la contextualización es de capital importancia. Aun cuando no haya una relación de causalidad entre muchos de estos episodios, sí cobra importancia conocer los escenarios que circunscribieron a estos acontecimientos históricos y, de una manera u otra, también se vinculan con la cosmovisión de la gente, justamente cuando estos hechos acaecieron en una sociedad muy específica.

Cuando hablo de la contextualización no solo la vinculo con la historia; es imposible, por ejemplo, valorar en toda su significación, obras de arte como es el caso, por ejemplo, de dos de los más famosos cuadros de Francisco de Goya y Lucientes: La carga de los mamelucos en la Puerta del Sol o La lucha con los mamelucos y Los fusilamientos del 3 de mayo en la montaña del Príncipe Pío, si no se tiene conocimiento de la Guerra de Independencia de España (1808-1814), o se ignora cómo se dieron las abdicaciones de Bayona. Además, esos hechos están estrechamente vinculados con los primeros movimientos, calificados como independentistas, en los territorios de ultramar.

Tirando más del hilo, es conveniente recordar que, al descontextualizar una frase, por ejemplo, en un reportaje, en una noticia, en un titular, es muy fácil caer en el vicio argumentativo de la descontextualización. Es una falacia que se produce cuando se saca una oración de su contexto y así proporcionar un significado completamente distinto al dado por quien escribió o pronunció la oración en un momento y lugar distinto.

Este descarrío argumentativo ha producido en nuestras redes serias distorsiones de la realidad y ha conducido a extraer conclusiones que han sido unos verdaderos horrores de razonamiento.

@yorisvillasana


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